—Esto ha sido... —como no tengo el don de la elocuencia, no puedo expresar lo diferente que ha sido a otras veces. Puede que se deba a que Calíope es una musa, quien sabe.
—Piensa bien lo que vas a decir, es la manera en la que ha sido concebido nuestro hijo —Calíope me mira por encima del hombro mientras se coloca la camiseta de nuevo.
Lo hace con tranquilidad, como si hace un rato no se la hubiera quitado y lanzado a la otra punta de la habitación mientras la devoraba a besos. Hombre, ya que teníamos que hacerlo, lo normal era hacerlo bien.
Yo mismo me levanto tras apartar la sábana enrollada entre mis piernas y me agacho para recoger mi ropa tirada de cualquier manera en el suelo. Acabo de ponerme los calzoncillos cuando alguien llama y segundos después, sin esperar a que responda, esta se abre.
Al ver a mi padre en el marco mirándome furioso, agradezco haber tenido tiempo de ponerme algo. Esto sería mucho más incómodo si estuviera totalmente desnudo. En sus ojos hay rabia, pero es la decepción la que me informa de que ya sabe lo que ha pasado aquí dentro.
Calíope no parece inmutarse por la irrupción repentina y se mira en el espejo para peinar su alborotado pelo con la mano.
—Colin —la manera en que papá pronuncia mi nombre me hace estremecer.
—Papá... —intento sonreír sin mucho éxito.
—Parece ser que mis clases no han dado muchos frutos. Viendo que has terminado en la cama del enemigo.
—Técnicamente es... —interviene Calíope probablemente para decir algo como que la cama no es suya, una gracia que mi padre no va a entender, de modo que la detengo con un gesto.
De repente, la temperatura de la habitación empieza a bajar. Al mismo tiempo noto que mi piel se calienta y que mi pelo se vuelve más pelirrojo. Pongo los ojos en blanco al ver que Calíope se entretiene viendo el vaho que sale por su boca cuando respira. Siempre me ha parecido irónico que mientras yo he heredado los poderes del dios del fuego, papá sea el dios del frío.
—Ponte pantalones y baja para que hablemos —y tras dar esa orden se marcha.
—Parece enfadado —comenta Calíope.
—¿Tú crees? —respondo sarcástico y me dejo caer en la cama, mis manos apagando las llamas que amenazan en aparecer en mi cabeza—. Esto es un desastre...
Termino de vestirme y me dirijo a la puerta. Sin embargo, antes de que pueda salir Calíope me agarra del brazo, deteniéndome. Me giro con cara interrogante y ella se pone de puntillas para dejar un beso en la comisura del labio inferior.
—Gracias por el momento abrasador —me susurra todavía cerca de mi boca y tengo que hacer esfuerzos por recordar que mi padre está abajo esperándome.
—Cuando quieras —le guiño un ojo—. Ahora tengo que ir a que me despedacen.
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Herederos de los dioses
FantastikAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...