Hoy me ha tocado ayudar a la vieja Maddie con sus compras. La pobre mujer no tiene ya fuerza en las manos, pero aún así insiste en ir ella misma a comprar, porque el inútil de la tienda no sabe escoger la mejor fruta e intenta colarle la que ya está demasiado madura. Así que desde que puedo llevar una bolsa llena de comida soy una de las tantas personas que ayuda a Maddie a hacer la compra. Es una manera tan buena como cualquier otra para volver a la normalidad.
Además, así una puede enterarse de todos los chismes del pueblo, ya que Maddie los conoce todos. A pesar de su edad, que nadie sabe exactamente cuál es (y nadie se atreve a preguntar), tiene el sentido del oído más desarrollado que otras personas y eso añadido a su gran curiosidad y aburrimiento, puede ser un peligro.
Hemos pasado una hora interesante en la tienda y ahora me toca volver a su casa haciendo malabares para que no se me caiga al suelo la enorme sandía que Maddie ha insistido en comprar. La enorme cosa pesa un montón, pero es la fruta favorita de Maddie, así que no he tenido elección.
—Podría hacerla rodar —comento al aire por si acaso cuela.
—No seas descarada, niña.
Para la vieja Maddie todos los menores de cincuenta años son unos descarados hagan lo que hagan. Y por muy favorita suya que sea, no me salvo de comentarios como ese.
—Deja que te ayude.
Me vuelvo al oír la voz masculina y me sorprendo al ver a un chico desconocido. Tiene la nariz más aguileña que haya visto en la vida y unos ojos rasgados preciosos. Su piel morena indica que tiene raíces más mediterráneas que nosotros. Es bastante guapo y está bastante bien hecho, además de que parece amable. Sin embargo, no por eso le voy a entregar la sandía, puede ser un muerto de hambre que salga corriendo con ella.
—No te había visto nunca. ¿Quién es?—pregunta Maddie en voz demasiado alta mirando al chico con ojos de experta, pero dirigiendo su pregunta a mí.
—Estoy de paso en el pueblo —responde él—. Practico deportes de riesgo y viajo continuamente en busca de nuevos retos. Le aseguro que llevar una sandía unos metros no me va a costar nada.
—Sí, tienes muchos músculos —enrojezco cuando Maddie empieza a examinar dichos músculos subiendo las gafas de su nariz para poder ver mejor—. Alana, pásale la sandía a...
—Will —termina él por ella y en mi fuero interno suspiro de alivio por verme liberada del peso.
Acompañamos a la vieja Maddie hasta su casa. Dejamos las cosas en la cocina y nos vamos con una galleta de chocolate de regalo cada uno. Al menos son las mejores galletas de chocolate que hayas podido comer en tu vida.
Venid a mi casa, rápido.
Leo rápida el mensaje de Amy y pienso en una manera educada de despedirme de Will. Y entonces, como salido de la nada, aparece Hunter. Lanza una mirada de desafío a Will, quien frunce el ceño unos segundos antes de esbozar una sonrisa de superioridad.
—Alana —me saluda Hunter al llegar a mi altura y noto que intenta colocarse entre Will y yo.
—Hunter.
—¿Adónde ibas? —ignora completamente a Will.
—A casa de Amy —el otro día le hablé de ella y de su fobia a las multitudes—. A pasar tiempo de chicas.
El mensaje está claro y él no protesta. Lo noto asentir con la cabeza, complacido por algo. Me quedo parada esperando que alguno de los dos diga algo, como no pasa, me despido.
—Bueno, Will, gracias por tu ayuda. Espero que encuentres algo interesante que hacer en Stonehollow.
Le muestro una sonrisa a Hunter, que de repente se agacha y captura mis labios con los suyos para darme un beso territorial y húmedo. Parpadeo varias veces antes de soltar un par de incoherencias y finalmente, marcharme.
Hunter me acaba de besar. De nuevo.
Mis pies van solos hasta la casa de Amy mientras de nuevo me recreo en un beso con Hunter, tal y como hice hace tres años. Solo espero que esta vez no haya consecuencias. Como que me atropelle el viejo Janick con su cortacesped...
—Hasta luego, Janick —le saludo con la mano cuando tengo que esquivarle.
Toco el timbre de Amy con el palo de una escoba que ha dejado al lado de la puerta y cuando finalmente me abre la puerta dejo de pensar en el beso de Hunter y empiezo a preguntarme por la corona de cartón que lleva mi mejor amiga en la cabeza.
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Herederos de los dioses
FantasyAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...