—¿Peso? —pregunto esperando una respuesta negativa.
—Sí.
Golpeo el hombro de Hunter y le lanzo una mirada asesina a Oliver cuando le escucho reír. Cuando estábamos a punto de abandonar la playa, he tenido la mala suerte de pisar un trozo de cristal y mi pie ha empezado a sangrar como si fuera un cerdo en San Martín. Lo peor, sin duda, es que no era capaz de apoyarlo en el suelo sin llorar. He maldecido a todos los turistas que ensucian nuestras costas. Varias veces. Puede que incluso haya asustado a varios de esos turistas gruñéndoles cuando han pasado a nuestro lado.
He insistido en caminar, o más bien en saltar a la pata coja hasta el bar y curarme allí en vez de ir a la granja que está mucho más lejos. Una hazaña irrealizable que solo me ha llevado a hacerme más daño todavía al caerme encima de unos matorrales. El momento ha sido bastante humillante, conmigo tirada de espaldas sin poder volver a ponerme de pies. Y todo mientras los tres chicos me miraban con condescendencia. O al menos Hunter y Oliver lo han hecho mientras Nick les imitaba.
Hunter prácticamente me ha lanzado sobre su espalda con las palabras: "Si no quieres que te lleve como un saco de patatas, sube inmediatamente".
Entramos en el pueblo a paso ligero, pero somos detenidos de repente por la potente voz de un hombre al que conocemos todos. De mala gana nos giramos para encontrarnos con el reverendo Keller, el cura del pueblo. Los Irwin siempre le hemos encontrado gracioso por su costumbre de ver demonios por todas partes. Debido a su enorme creencia en lo sobrenatural todos en el pueblo hemos sido rociados con agua bendita al menos una vez en nuestra vida. Es una especie de tradición.
—Buenos días, chicos.
Nick se esconde tras Oliver por si acaso al hombre se le ocurre intentar exorcizarle otra vez. Por suerte para él, la atención del reverendo está centrada en Hunter y en mí y nos mira con una mueca de desaprobación. No sé que ve de pecaminoso en nuestra postura, pero la repentina tensión de Hunter me distrae.
Nick gime cuando ve que el hombre lleva una mano al bolsillo de la sotana, lugar donde guarda siempre una botella con agua bendita. Pero para sorpresa de todos lo que sale del bolsillo del reverendo no es su botellita de la Virgen, sino un cuchillo de carnicero que reluce con la luz del atardecer llamando nuestra atención. En realidad es imposible mirar a otro lado, esa cosa es enorme. Está tan reluciente que no me cabe duda de que somos sus primeras víctimas del día. Supongo que es un alivio saber que no ha masacrado ya a medio pueblo.
—Dudo que eso sea para bendecirnos precisamente —Oliver da un paso hacia atrás y empuja con él a Nick.
—Nadie debería dejar desprotegidos a sus descendientes —la voz del reverendo sale mucho más grave de lo normal—. Vosotros serviréis de ejemplo, lo que les pasará si no nos entregan la estatua.
Mierda. Un poseído. Un dios ha bajado de donde quiera que estuviera encerrado para meterse en el cuerpo del reverendo. Si lo supiera seguro que se estaría regando con su agua bendita.
—¿De dónde eres? —mi voz suena demasiado desafiante teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos en la que yo ni siquiera puedo correr.
—Azteca —al hombre solo le hace falta hacer una reverencia.
—¿Esos no hacían sacrificios humanos? —pregunta Oliver como quien pregunta el tiempo.
—Creo que es una señal para que salgamos corriendo —interviene Hunter, que me mueve un poco hacia arriba para agarrarme mejor de las piernas.
A nuestro lado Oliver agarra a Nick y se lo coloca bajo el brazo para echar a correr tras nosotros. Mientras corre, Hunter va esquivando los agujeros de las calles mal empedradas. Cada vez que hay elecciones el nuevo alcalde promete que lo arreglará, pero de momento nadie lo ha hecho. Y ya van unas cuantas candidaturas.
Al tiempo que voy dando saltos en la espalda de Hunter, giro la cabeza para ver si dejamos atrás al reverendo guion dios Keller. Por muy señor dios que sea, se ve limitado al cuerpo invadido y las cansadas viejas piernas del reverendo no son rival para las de dos jóvenes en su plenitud física. Apartamos la idea de escondernos, pues Nick no para de gritar todos los insultos que sabe. Y creo que ha aprendido alguno nuevo. Para hacer más ridícula la situación Oliver parece estar tratando de ponerle música a su diatriba.
—¿Qué dice? —la voz de Hunter no suena ni siquiera entrecortada.
—Mi filosofía es: Algunas cosas es mejor no saberlas.
Oliver me hace un gesto que entiendo al instante y asiento con la cabeza: Lo mejor es dividirnos. De modo que cuando Oliver se mete con Nick por una callejuela, le grito a Hunter para que siga recto.
—¿Adónde vamos?
—A la base —le respondo sucintamente.
—Bien —él se comporta como si la respuesta fuera perfectamente normal—. Me temo que tendrás que guiarme. Susúrrame al oído, preciosa.
—No me parece que sea momento para conquistarme —le golpeo en el hombro.
—Pensaba que ya estabas conquista... —se interrumpe cuando le grito que gire a la derecha.
Voy tranquilizándome al ver que el reverendo Keller va quedando en la lejanía. Hunter cruza el pueblo con rapidez gracias a sus largas piernas y no tardamos mucho en llegar a la casa de Amy, en cuya puerta está ya ella esperándonos franqueada por unos nerviosos Nick y Oliver.
Hunter sube las escaleras corriendo y entramos todos cerrando la puerta con tanta fuerza que el golpe parece reverberar por toda la casa. Con un giro de muñeca Oliver gira la llave y se deja caer al suelo con la respiración agitada. La puerta no va a ser suficiente para detenerlos, porque si los aztecas saben que estamos aquí, pronto vendrán más, muchos más, porque si algo ha habido en este mundo han sido dioses.
Hunter me deposita con cuidado encima de la mesita que hay en la entrada mientras Amy espía por la mirilla.
—¿Seguro que no puede entrar?
—Es un poseído y como tal no puede usar la magia de los dioses —le explica Oliver—. Un dios tiene que ser poderoso para poder bajar con su propio cuerpo a la Tierra y no van a enviar a alguien de sangre azul a por dos poca cosa como nosotros.
—De todas formas no estaría de más que activaras la protección contra zombis que instalaste después de tu preocupante maratón de The Walking Dead. Servirá para retrasar sus avances.
Amy abre la boca para preguntar algo más, pero la cierra cuando Hunter carraspea ligeramente. Todos nos volvemos hacia él, incluso Nick. Alguien dice un "Mierda", y también se escucha un "Vaya".
—Hunter... —empiezo aunque no tengo ni idea de cómo continuar.
Entonces toma la palabra Amy, quien se acerca a Hunter y con dificultad, ya que él mide bastante más que ella, coloca su mano en uno de sus hombros quedando de alguna manera medio colgada de su cuerpo.
—Ven conmigo, guapo y te explicaré lo que pasa. Verás —escuchamos que le dice mientras se alejan en dirección a su cuarto—, algunos les llaman los Caídos... en realidad tengo una presentación en Power Point para ocasiones como esta que harán la explicación mucho más fácil.
Oliver y yo nos miramos al escuchar eso último. Estoy a punto de reírme cuando él dice en tono muy serio:
—¿Es preocupante que tenga mucha curiosidad por ver esa presentación?
—Yo también quiero—salta Nick llamando la atención.
Les hago un gesto para que corran en dirección a la habitación de Amy y ellos no se hacen de rogar. Como Amy no lo ha hecho, me estiro para encender la barrera de cables de alto voltaje que rodean la casa y que probablemente dejen a medio pueblo sin luz. Al poco escucho un grito de dolor del reverendo. Y así, con una sonrisa y una bolsa de chucherías de las tantas que Amy guarda por los cajones de su casa para cuando le da el antojo, me encamino cojeando hacia la habitación de Amy. La verdad... yo también me muero por ver el Power Point.
ESTÁS LEYENDO
Herederos de los dioses
FantasiAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...