Observo a Calíope, que lleva un rato callada, sus ojos cerrados y sus labios moviéndose incansables aunque no pronuncien sonido alguno. La chica lleva medio ausente desde que hemos entrado en la ciudad, al igual que sus hermanas.
—Cal... —la llamo y espero a que abra los ojos.
—¿Qué quieres? —responde todavía sin mirarme.
—¿Qué haces?
De repente, las otras musas se aparecen a nuestro alrededor. Una de ellas, la del pelo azul, es la que se inclina para responderme.
—Está hablando con su infiltrado. El problema es que aquí dentro no hay buena... cobertura.
—¡Mierda, Orfeo! —grita de repente Calíope asustándonos a todos—. ¡Te juro que como vuelvas a decirme que esa mierda de lira tiene interferencias te patearé el culo!
De modo que su espía no es un dios, sino... ¿su hijo? O al menos lo es según uno de los mitos que estudié hace años. Bueno, solo es otro detalle más sobre su larga vida que me tiene que contar. Apenas nada.
Finalmente suspira y abre los ojos para mirarme. Parece ligeramente irritada, pero eso no me frena a la hora de acercarme más a ella.
—¿Qué sabes?
—Muchas cosas. ¿Qué quieres saber primero?
—Prioriza tú.
Calíope niega con la cabeza y empieza a contarle.
—No sé si te va a gustar. Primero, tu hermana está en la cárcel del Olimpo. Segundo, romanos y griegos parecen estar haciendo una especie de pacto.
—¿De modo que no sois los mismos? —recuerdo una apuesta que hicimos Tyler y yo hace años y que acabo de perder—. Da igual. Sigue contando.
—¿Los mismos? —murmura Talía por lo bajo mientras Calíope habla—. Ya les gustaría.
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Herederos de los dioses
FantasiAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...