25. Oliver: Día de playa

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Escucho cómo Alana sopla sin parar para inflar el enorme flotador que Nick ha insistido en traer a la playa. Cada dos soplos Alana suelta quejidos sobre hermanos inútiles. Yo solo le señalo mi nueva sinfonía a medio escribir en la arena. Puede que la próxima vez me traiga un cuaderno, uno nunca sabe cuando le pueden venir a la cabeza las mejores ideas.

La tía Frannie nos ha pedido que distraigamos al pequeño demonio para que ella pueda descansar un poco. Pero sobre todo, quería alejar a Nick de las pobres gallinas, que llevan una semana sin poner huevos porque va a asustarlas. No hace falta ser psicólogo para saber que Nick no está llevando la ausencia de su hermano mayor demasiado bien.

—El mar toca en sol sostenido, el sonido de tu corazón lleno de amor contenido —declamo con voz especial.

Me gano un golpe en la cabeza con el flotador por mis palabras. Uno ya no puede ser poeta. Al menos con mi hermana. Las chicas del pueblo son otra cosa. Miro alrededor para ver si hay alguna, pero es demasiado pronto y estarán echándose la siesta.

Alana me lanza el bote de crema para que embadurne a Nick, que de repente se convierte en una culebra. Y después de caerse cuatro veces mientras le esparcía la maldita pegajosa pasta blanca, parece una croqueta.

—Bueno, así estarás más protegido —vuelvo a tirarme en la toalla para limpiarme las manos—. ¿Amy no viene a la playa?

—¿Sin que haya un Tyler en bañador? Claro. ¿Y Keith?

—Sacando fotos a las rocas. No me preguntes que hay de interesante en ellas porque yo tampoco lo sé. Y supongo que eso lo dice todo.

Alana le tira el flotador ya hinchado a Nick y mientras que el enano corre hacia las olas, ella se queda de pies en la orilla con las manos en las caderas. Un bañador rojo y sería una buena socorrista. ¿Quién más podría sacar a un ahogado sin ni siquiera tener que meterse en el agua?

Ambos miramos un buen rato a Nick, que se enfrenta a las olas como un valiente para únicamente terminar bajo ellas, pues insiste en sentarse en el flotador en vez de metérselo por la cabeza. Observo que al poco las olas se hacen más suaves y pequeñas. No me hace falta mirar a Alana para saber que ella tiene algo que ver.

Estamos los dos concentrados en el mar, cuando una sombra me tapa el sol unos segundos en su camino hacia mi hermana.

—Hola, ¿disfrutando?

Alana no se gira hacia Hunter, que la mira mientras sus manos sujetan con fuerza una tabla de surf blanca. El viento suelta uno de los mechones rubios del moño que lleva Alana en lo alto de la cabeza y Hunter levanta la mano para apartárselo y colocárselo tras la oreja. Un movimiento clásico.

Antes de que pueda ver cómo reacciona ella, Nick me grita para que le mire. Le saludo con la mano y le grito que tenga cuidado con las olas que son cada vez más altas, lo que significa que Alana está distraída.

Hunter sin embargo, no parece darse cuenta de su efecto en ella, así que al no recibir respuesta se encoge de hombros y tras recolocar su tabla bajo el brazo echa a correr y entra en el agua. Se monta sobre ella y nada mar adentro, alejándose de la orilla.

No tarda en coger un par de olas y parece bastante competente en lo que hace. Tanto que Nick deja de jugar y va a sentarse a la orilla para mirarle. Silbo con admiración cuando hace algo increíble, aunque yo no entienda realmente mucho de esto. Voy creando una banda sonora para esta escena, que voy volviendo peligrosa para darle emoción. No es que crea que vaya a aparecer un tiburón (básicamente porque aquí no hay), pero seguro que Alana hace alguna de las suyas...

Y efectivamente, espera a que Hunter coja la siguiente ola y se echa ligeramente hacia adelante. De no conocerla, no notaría el casi imperceptible movimiento de su mano izquierda hacia arriba. Por supuesto yo la conozco y tras verlo, mis ojos se mueven con rapidez de vuelta al agua mientras un grito de Nick invade la playa.

—¡Oh!

La ola, que en un principio era de un tamaño medio bastante asequible para un surfista, crece de repente y se traga a un desprevenido Hunter. Por su parte, la tabla sale volando y vuelve a caer al agua.

Empiezo a caminar hacia la orilla al ver que Hunter no vuelve a salir. Antes de que me llegue a mojar los pies, Alana ya ha saltado al agua y se impulsa, alejándose de la orilla en busca de Hunter.

Nick está a mi lado, su mano busca la mía, nuestros ojos fijos en una tabla en la que la sangre carmesí destaca sobre el blanco en uno de los bordes. Parece que pasan horas hasta que Alana saca a Hunter, lo lanza sobre la tabla con dificultad y la empuja de vuelta a la orilla.

La ayudo a sacarlo, pues el pobre chico está inconsciente lo que lo hace más pesado. Sus ojos están cerrados y un hilo de sangre cae de su sien derecha.

—¿Está bien? —pregunta nerviosa y con la respiración agitada.

—Se ha dado un golpe en la cabeza —le explico mientras coloco la oreja en su pecho para ver si sigue respirando y su corazón latiendo—. Por aquí todo parece estar bien.

—¿Qué hacemos? ¿Cómo le despertamos? ¿Le echamos agua? —Nick salta a nuestro alrededor realmente emocionado.

—Le acabamos de sacar de ella —respondo no totalmente seguro.

A Nick sin embargo la idea del agua le parece brillante (y bueno, es suya después de todo) y tras agarrar su cubo de hacer castillos, se mete en el agua para llenarlo de arena y agua. Corre de vuelta hacia nosotros y sin miramientos lo lanza sobre la cara de Hunter, que se incorpora de golpe escupiendo medio mar. Los tres primos le rodeamos y le miramos con curiosidad y preocupación en distintos grados dependiendo de la persona.

—¿Qué ha pasado? —él se lleva la mano lentamente a la sien y hace un gesto de dolor incluso antes de tocarse la herida.

—Una mala ola —le aparta Alana con rapidez la mano, en su cara una mueca de culpabilidad.

—Una mala caída —añado queriendo ayudar.

—¡Ha sido alucinante! —es la aportación de Nick.

Hunter tose y le pasa una mano por el pelo negro a Nick, despeinándolo más todavía. Yo intento ayudar y le doy unas palmadas en la espalda, mientras Alana le mira la herida de la sien. Apenas la ha rozado, cuando Hunter se queja.

—¡No seas nenaza! —le golpea ella mientras le limpia la sangre con el dedo—. Necesito algo para limpiar la herida.

Rápidamente Nick le alcanza una camiseta blanca que utiliza antes de que pueda decir "Esa camiseta es mía". Por suerte la herida no parece grave y al de pocos minutos deja de sangrar. Por desgracia tendré que ir a pecho descubierto hasta casa.

—Tienes que darle un beso —interviene Nick el casamentero.

—¿Perdón?

—Cuando me hago daño mamá me da un beso en la herida para que se cure antes.

Aprieto los labios para no reírme. La cara de ambos es un poema. Sobre todo la de mi hermana. Hunter inclina la cabeza y curioso me muevo hacia delante también. Alana no mira a todos y antes de que podamos hacer nada, esboza su sonrisa maligna y levanta los brazos para colocar sus manos en nuestras cabezas y entrechocarlas.

—¡Anda! —se ríe—. Si suena a hueco.

Me froto la cabeza y la veo caminar de vuelta a las toallas, donde se tumba boca abajo y nos ignora.

—Parece muy tranquila y sosegada, pero tiene muy mala leche —comento para Hunter.

—Eso es lo que me gusta de ella —se ríe en voz alta Hunter.

—¡Vendida! —y yo que pensaba que se iba a quedar para vestir santos...

Herederos de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora