21. Oliver: De vuelta en casa

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Esperamos en casa de Amy a que alguien venga a buscarnos y es papá quien cuando el reloj marca las doce hace sonar el timbre. Apenas si hace un comentario sobre Amy, que ha salido a recibirlo con una silla en las manos, como si pensara que un león la va a atacar el algún momento, o sobre el timbre electrocuta personas que le ha erizado un poco el pelo que normalmente cae sobre su frente de manera inmaculada.

Volver a casa se siente como el cielo, poder ponerme algo limpio y dejarme caer en la cama mientras los adultos se ocupan de las cosas importantes. Como si salvar a Tyler no lo hubiera sido.

Alana me guiña un ojo cuando somos enviados a su cuarto. Al parecer Tyler va a dormir en mi cama en vez de ir a la granja, así que yo dormiré en el colchón que hay debajo de la cama de Alana.

—¿Qué crees que pasará ahora? —pregunto mientras me tapo con una manta hasta arriba aunque no haga realmente frío, es simplemente por lo reconfortante del acto—. Es decir, hemos salvado a Tyler, pero siguen teniendo su llave. Y las otras.

—No tengo ni idea. Y me da igual. Tyler está a salvo, yo voy a intentar volver a una vida normal.

—¿Normal? ¿Qué es eso? —y no estoy seguro de si lo pregunto de verdad en broma.

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Normal es la vida que nos espera a las dos cuando nos despertamos. La secretaría del alcalde llama a Alana para recordarle que hoy es su turno para ayudar a la vieja Maddie a hacer la compra, por lo que tras un rápido desayuno tardío, se viste y se marcha, dejándome en casa.

El tío Flynn ha llegado poco después y ha suspirado de alivio al ver que Tyler está entero y limpio.

—No he podido proteger la llave —se ha disculpado Tyler con la cabeza gacha.

Nadie ha dicho nada, pero estaban preocupados. Tyler tampoco sabía nada del resto de los desaparecidos. Al parecer el único desaparecido no es solo James Farini. Los O'Hafferty también han llamado informando de la desaparición de Patrick. Pero por lo que puedo escuchar, el resto de los primogénitos están en un lugar seguro.

Pego la oreja a la puerta para poder oír algo más de una reunión a la que no he sido invitado. Es cierto que las puertas de este lugar no son precisamente de plomo, pero a veces bajan la voz y no llego a escucharles bien.

—Debemos reunir a la familia —dice mi padre—. Los primogénitos juntos podremos cuidar del resto de las llaves. No les sirve de nada tener tres. Tienen que tener las siete.

—Tienen a dos de los nuestros. Los usarán contra nosotros. Lo más seguro sería recuperar las llaves y entrar nosotros en la Ciudad Ancestral —es la idea del tío.

—Reabrir la ciudad puede ser un suicidio.

—O la salvación.

Empiezan una discusión sobre los pros y los contras de volver a la ciudad de nuestros ancestros.

—Todavía no saben que estamos aquí —mi padre parece muy seguro—. Todavía no estamos en peligro. De estarlo lo sabríamos.

¿Cómo? Es la pregunta que flota en mi cabeza y que deseo pasar por debajo de la puerta. Sin embargo, todos deben saber la respuesta, porque ninguno pregunta.

—Llevaremos a Colin y a Tyler al Agujero con los Bridgut de nuevo.

—¿Y Alana y Oliver? —gracias Tyler por la preocupación.

—De momento aquí están a salvo. Vosotros sois los que los ponéis en peligro con vuestra presencia.

Antes de que pueda reaccionar, la puerta se abre y yo caigo dentro sin remedio. Desde el suelo les sonrío a todos. Papá me lanza una mirada desaprobadora antes de ordenar a Colin que vaya a hacer las maletas de nuevo como si en algún momento las hubiera deshecho.

Con curiosidad sigo a mi hermano y le veo volver a meter las pocas cosas que había sacado. Tyler se marcha con su padre en dirección a la granja para hacer lo mismo y de paso ver a su hermano y a su madre.

—Ya sé que soy un triste tercer hijo no merecedor de saber ciertos secretos, pero en serio —rompo el silencio e intento bromear—, ¿de verdad que no existe un primigeniador?

Colin niega con la cabeza y cierra la maleta.

—¿Quiénes son los Bridgut? —la familia es grande y a veces me cuesta colocar a todos.

—Por supuesto tenías que estar espiando —Colin suspira pero al final responde—. Los Bridgut son la rama de la familia especializada en la lucha. Son siempre descendientes del dios de la guerra y de sus compañeros. Nosotros nos vamos, así que cuida de Alana mientras no estemos por aquí.

—Sabe cuidarse sola.

—Es vulnerable —le recuerda Colin—. Tenéis que recordar que sois normales.

—Ya... —aguanto las ganas de responder a su comentario.

Por suerte antes de que pueda decir nada aparece papá en la puerta con su propia maleta.

—¿Estás listo, Colin?

—Sí.

Bajamos las escaleras y nos paramos en la puerta principal, donde papá se gira para darme las últimas instrucciones.

—Hasta que esto pase vamos a cerrar el Pequeño Irlandés. Tú y Alana iréis a la granja con la tía Frannie. No hagáis tonterías.

—Define tonterías —le pido sonriente.

Me lanza una de sus miradas de padre y encojo los hombros a modo de respuesta. Observo como ambos, padre y hermano, desaparecen y vuelvo a entrar en el bar en el momento en el que recibo un mensaje en el móvil. Lo saco con curiosidad y frunzo el ceño al ver el número de Amy.

Venid a mi casa. ¡Rápido!

—Ahora sigo las órdenes de una psicópata. Perfecto.

Herederos de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora