Queda declarado el Gran Día de la Percusión.
De vez en cuando hay que organizar días especiales que rompan con la monotonía del verano. Así que después de levantarme con un tambor resonando en mi cabeza, he empezado la búsqueda del mío por toda la casa. Sin éxito. La maldita cosa es bien grande, ¿dónde puede esconderse?
Alana está en su habitación decidiendo qué ponerse. De vez en cuando sale al pasillo para que le dé mi opinión sobre la ropa que lleva, sobre si los colores pegan o las rallas la hacen gorda. Al final siempre termina volviendo a su habitación refunfuñando y quejándose.
—¡Necesito ropa nueva! —la oigo gritar.
—¡Y yo un tambor! ¿Dónde está el que tenía? —me paro delante de la puerta de su habitación que ofrece un aspecto lamentablemente desordenado.
—Colin se lo regaló a la iglesia —responde de manera ausente, la mirada perdida en su armario.
—¿Y no lo detuviste? —me siento profundamente traicionado.
—Por supuesto que no —y me cierra la puerta de su cuarto en las narices.
Vale, todavía sigue enfadada. Puede que despertarla entrechocando dos tapas de cazuelas justo encima de su cabeza no haya sido tan buena idea. Y eso que no me he quejado cuando el agua de todos los vasos que disemina por la habitación ha salido volando hacia mí, ahorrándome la ducha mañanera.
Bajo a la cocina y preparo algo rápido para comer. Mientras lo hago, todas las relucientes cazuelas de acero inoxidable me dan una idea. Rápidamente las pongo boca abajo formando un medio círculo a mi alrededor y busco en uno de los cajones palillos chinos para usar como baquetas. Y así de fácil, estoy listo para el Gran Día de la Percusión.
Empiezo a tocar siguiendo un ritmo y escuchando algo mejor que el sonido de unas cazuelas. Para conseguir más sonidos añado a la mezcla unas sartenes, unas tapas de cazuelas que sirven de platillos y unos vasos. Cambio además uno de los palillos por una cuchara de madera que hace más ruido.
En algún momento entra Alana que hace que está limpiando. Porque no me creo que estando solos en casa sin papá gritándonos que nos ganemos el pan, limpie por propia voluntad.
Apenas si escucho la música de su móvil cuando suena. Ella contesta rápida y sin mirar quien llama. No sé quién será, pero ella aleja el móvil unos segundos antes de volver a ponérselo en la oreja y mirarme mal.
—¡Oliver! —chilla por encima del ruido—. Para un momento.
—¡Estoy creando, no puedo parar! —respondo subiendo el rimo y golpeando las cazuelas con más fuerza.
Sin nada de paciencia se estira para quitarme uno de mis tambores improvisados y con rapidez me coloca la cazuela sobre la cabeza. Suelto un gemido por el golpe y dejo las manos en el aire, quietas y en silencio.
—¿Qué decías, Amy? —escucho la voz de Alana un poco lejana desde aquí abajo y seguido escucho la respuesta de Amy gracias al manos libres.
—Que sé donde está Tyler, le ha captado una cámara de tráfico —creo que la oigo murmurar algo así como "Eres una diosa Amy, que lista eres, Amy".
—Mi familia ha ido al sur en su busca —le informa Alana con voz cansada.
—¿Al sur? ¡No está en el sur! —suelta como si eso fuera obvio—. Mira Ali, llevo sin dormir dos días y estoy un poco irascible en estos momentos, ergo, no creo que sea un buen día para empezar a dudar de mi.
—¿Vamos a hacer caso a la loca?—pregunto y añado—. Vaya, mi voz tiene una resonancia curiosa aquí dentro. Aaaaaaa...
Y empiezo a hacer ruidos ridículos para probar dicha resonancia. Pero sobre todo para molestar a Alana, que harta, me arranca la cuchara de la mano y golpea la cazuela varias veces haciendo retumbar mi cabeza.
—¡AY!
—Venid inmediatamente —nos ordena Amy—. Tenéis que ir a buscar a Tyler.
—No podemos enfrentarnos nosotros dos solos contra ellos, Amy —se lamenta mi hermana.
—Yo puedo ayudar —se ofrece una voz.
Al oírla levanto la cazuela y miro hacia un lado. Parado en la puerta de la cocina está Colin con la misma ropa de hace unos días. Lleva el pelo revuelto y una expresión de determinación en la cara.
—¿Qué pasa? —pregunta Amy insistente.
—¿No deberías estar en un sitio seguro? ¿En un primigeniador? —no puedo evitar la burla.
—Tyler no se escondería si me hubieran secuestrado a mí. Hubiera ido a buscarme —Colin se pasa la mano por el pelo y se sube aun más el flequillo—. La última vez vosotros le encontrasteis antes que papá, así que pensé que quizás tendríais alguna pista.
Alana y yo nos miramos y al final asentimos. Tener a Colin hará las cosas más sencillas. El puede ocuparse de patear traseros divinos mientras nosotros aplaudimos.
Colin sonríe entonces y se acerca. Se mete entre los dos y nos rodea los hombros con los brazos, como si fuera algo que hace siempre, que no lo hace. Alana vuelve al teléfono para decirle a Amy que salimos hacia su casa en cuanto Colin se haya duchado y cambiado. "Porque en serio, apestas".
—Deberíamos ponernos ropa negra —propongo empezando a emocionarme con esta aventura y toco un redoble en una de las cazuelas antes de añadir— y atacar entre las sombras.
De modo que subimos a cambiarnos. Colin no puede resistirse y antes de meterse en su cuarto se gira y me llama.
—¿Primigeniador, ¿en serio?
A lo que contesto con un corte de mangas.
—Chicos —nos llama la atención Alana que vuelve a estar delante de su armario— Hay que centrarse. ¿Por qué no tengo ropa negra?
—Tienes aquel vestido negro que llevaste al entierro de la abuela Clara.
—No pienso llevar un vestido que además es ridículamente corto... ¿Esto es un pijama negro? ¿Por qué tengo un pijama negro?
Sonrío al verla desvestirse y ponerse el feo pijama que en realidad es lo que queda de su disfraz de pantera.
—Hermanita, tú sí que sabes vestirte para operaciones de rescate. Si le añades unos tacones ya...
Me tira sus pantalones vaqueros a la cabeza. Le lanzo un beso y voy a prepararme mientras pienso en posibles armas que pueda usar contra un dios griego. De momento no se me ocurre ninguna. Supongo que siempre puedo lanzarles a Colin y a Alana y salir corriendo, aunque si termino poniéndome el disfraz de Batman tendré que estar a la altura del personaje.
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Herederos de los dioses
FantasiaAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...