10. Oliver: Los infiernos

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—Así que eres una chica normal después de todo —le guiño un ojo a Alanacuando Hunter sale por la puerta y ella deja de mirar embobada su trasero.

—No me gusta ese chico —se defiende instantáneamente, puede que demasiado rápido.

—Yo no he dicho nada de que te gustara —me burlo y ella pone los ojos en blanco antes de lanzarme un trapo y escapar a la cocina.

Por Dios, Janick, Joshua y servidor llevamos siendo testigos de una mala y previsible novela romántica desde que a Hunter se le ocurrió aparecer por aquí el otro día. Hasta ahora se dedicaba a ser un picaflor excepto por su leve aventurilla con Brianna que terminó de la peor manera posible. Muchos le echan la culpa a Hunter, pero como no sabemos en realidad qué es lo que pasó, no podemos condenar a nadie.

Y si mi hermana termina con un corazón roto, bueno, ya iré a comprar helado y mandaré a Colin y a Tyler para que le den una patada en el culo a Hunter y quemen todos sus gorros.

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Los días pasan con la lentitud del comienzo del verano. Los dedico casi exclusivamente a la música, que parece estar a punto de escapar por mis oídos en cualquier momento. Por una parte me preocupa, porque nunca he tenido tanta inspiración necesitando salir. De alguna manera parece un mensaje, pero como viene en forma de melodía, es difícil de comprender.

Cuando mis dedos necesitan un descanso, busco a Keith.

—No sé qué le ven a ese tipo —miro como un grupo de chicas siguen con la mirada a Hunter que va de nuevo hacia el Pequeño Irlandés—. Muchas están asustadas de él y sin embargo, al mismo tiempo deseosas de ser mi hermana.

—Es guapo. El otro día accedió a ser mi modelo para una sesión en las rocas. Voy a ganar una pasta gansa vendiendo las fotografías a las chicas del pueblo.

Niego con la cabeza admirando su gran idea de negocio. Ahora empiezo a entender de dónde han salido las zapatillas nuevas que lleva. Y ese flash súper caro que quería que le regalaran sus padres para Navidad.

—¿Se sabe algo de tu primo? —cambia de tema.

—Nada. Alana se pasa el día pegada a su móvil y salta cada vez que suena el teléfono del Pequeño Irlandés. Pero no pasa nada. Ojalá se hubieran llevado a Colin —este último deseo no es algo que haya compartido con nadie, ni siquiera mi hermana.

Y es que Colin nunca ha sido un hermano mayor para mí. Ha estado muy unido con Tyler, mientras yo me escondía tras las faldas de Alana porque me asustaba verle jugar con fuego. Ridículo, pero cierto. Crecí asustado de mi hermano mayor.

En cambio los poderes de Tyler eran mucho más benévolos y le gustaba jugar con nosotros de vez en cuando, por lo que siempre nos hemos llevado mejor con él.

—A pesar de todo es tu hermano —me recuerda Keith.

—Y lloraría si muriera. Pero ser un hermano es algo más que tener la misma sangre.

—¿También llorarías si muriera yo?

Le lanzo una de los pequeños guijarros que hay en la fuente y le quito la cámara para ver qué ha inmortalizado. Fotos del mar casi en su totalidad, algunas de chicas y otras mías. Desde que Keith y yo nos hicimos amigos nunca he tenido la necesidad de sacarme fotos, siempre las saca él para mí. Es como tener tu propio fotógrafo particular disponible las 24 horas del día.

—Iría a buscarte al infierno al que te enviaran —declaro solemne con la mano en el pecho.

Esta vez soy yo el que se gana un guijarrazo. Encima de que me ofrezco a bajar al infierno por él... que con todos los que hay no sería un trabajo fácil encontrarle.

—¿Que sabéis del infierno?

—Es adonde va la gente malvada —fue la respuesta de Tyler mientras movía la mano de un lado para que le hicieran caso.

—Bien, ¿pero a qué infierno van?

Colin y Tyler se miraron, como si el otro pudiera saber la respuesta. Tyler inmediatamente bajó la mano. Escondida a mi lado en el armario, Alana puso cara pensativa. Ella tampoco entendía adonde quería llegar el tío.

—Existen tantos cielos e infiernos como religiones ha habido o hay en el mundo —nos aclaró entonces—. Las creencias nos dan eso, un lugar al que ir tras la muerte.

—¿Y aquellos que no creen en nada? —por supuesto la pregunta de listo venía de Colin.

—No hay nadie que no crea en nada. Algunos creen que la ciencia lo explica todo. En este caso puede que su dios sea la ciencia y que ella se ocupe de ellos después. La muerte es tan incierta como la vida y nadie la conoce del todo, pues varía y se transforma con el tiempo.

—¿Crees que me dejarían sacar fotos en el infierno? —me despierta Keith de mis recuerdos.

—Yo te dejaría sacarlas de mi infierno... Podrías poner fotos en una revista de casas para malvados: Las mejores casas para que disfrute del calor abrasador tras la muerte.

—¿Vuestro infierno es un lugar lleno de llamas? —pregunta interesado.

—¿La verdad? No tengo ni idea. Me salté esa clase. Puede que sea un lugar lleno de hielo o de un laberinto en el que tienes que correr si no quieres que asesinos en serie te maten una y otra vez.

—Espero que no —se ríe—. Bueno, pregúntale a Tyler cuando le encuentren.

Sí... cuando le encuentren... si le encuentran... Por suerte Keith y los posibles infiernos me distraen lo suficiente de momento.

Herederos de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora