Pelo verde. Colin ha incorporado a la familia una musa de pelo verde.
—Creo que cómo gesto de buena voluntad —rompe Calíope el silencio formado—, debería señalar al intruso que hay en el grupo.
Vuelvo la cabeza hacia ella de golpe. ¿Qué ha dicho? ¿De qué habla? ¿Intruso? ¿Eh?
—Eros —la voz suave de Calíope retumba por todas partes, incluso en mi cabeza—. Esa mierda de gorro no me engaña, sé que eres tú.
Al escuchar la palabra gorro me vuelvo instantáneamente a Hunter, quien tiene una mueca de disgusto en la cara. Con lentitud se vuelve hacia mí y sea lo que sea lo que ve en mi expresión, le hace levantar las manos, no sé si a modo de escudo o para tranquilizarme.
—Ninfa...
—¡Eres un maldito dios griego!—mientras hablo no sé si estoy haciendo una pregunta o formulando una queja.
—No lo digas como si fuera una plaga —se queja él, en serio, ¿se está quejando?
—Creo que iré a ver qué tal les va a las chicas... —desaparece Calíope con una sonrisa después de desatar la guerra en la cocina.
Estoy mirando a Hunter, o perdón, a Eros, mientras mi cabeza empieza a recordar momentos que no parecían encajar, pero a los que no di importancia en mi cabeza, como la poca gracia que le hacían los chistes de dioses griegos, los pocos problemas que tenía para enfrentarse a los poseídos... ¡Oh, mierda! El mismo es un poseído.
—¿A qué pobre idiota has poseído para acercarte a mí?
—A ninguno. Este soy yo —y no parece muy feliz de serlo—. Fui desterrado del Olimpo hace tanto que soy capaz de estar en mi propio cuerpo.
No me detengo a analizar su confesión, porque de repente viene a mi mente cierto arquero misterioso del metro... ¡Por supuesto! ¡Era él!
—Era yo —asiente como si estuviera leyéndome la mente, espera, ¿puede hacerlo?—. Voy a matar a esa musa...
—¡Hunter! —exclamo por el hecho de que se vaya por las ramas—. Ese no es el tema. Has estado haciendo de espía. Intentaste que me enamorara de ti para infiltrarte. ¿Cómo no me he dado cuenta? Los dioses exudáis hormonas divinas por todas partes al estar en vuestro cuerpo.
—El gorro —lo señala con un dedo—. Lo tejieron las Moiras para intentar que sea normal, para que pueda al menor tocar parte de mis sentimientos malditos, algo que no puedo hacer cuando soy un dios. Y por eso, anoche cuando me lo quitaste...
Te ataqué, termino su frase notando que mis mejillas van enrojeciendo. Cuando le quité el gorro se convirtió en un dios imposible de resistir.
—¿Cuánto les has contado? —mejor cambiemos de tema y corramos un tupido velo sobre la noche de ayer.
—No mucho. Solo que sin vosotros no podemos encontrar la ciudad. ¿No crees que conseguimos escapar muy fácilmente de Bóreas? De todas formas no participo en esto por la información.
Hicimos un gran trabajo de equipo para huir y ¿ahora me dice que simplemente nos dejaron escapar?
Mi parte racional me pide que llame al resto y que ellos decidan el futuro de este espía. Yo podría decapitarle por lo que me ha hecho. Nos ha hecho.
Pero mi parte estúpida no me deja hacer eso. Mi parte romántica quiere proteger a Hunter, en serio, Eros es un nombre demasiado ridículo, aunque sabe que todo ha sido una gran actuación para él.
Él espera totalmente quieto a que haga algo. Por su expresión, sé que piensa que voy a llamar a los chicos. O a Amy, que sabe muchas más maneras de torturar a una persona. Puede que incluso a un dios.
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Herederos de los dioses
FantasyAlgunos les llaman los Caídos. Hace años, para evitar la gran guerra y con el fin de instaurar la paz, un grupo de dioses cuya procedencia es incierta, robó la estatua Dea, que había creado aquella confusión y pelea entre los seres celestiales...