14. Colin: El Agujero

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El Agujero es un sitio deprimente. Menos mal que no he tenido que criarme aquí como el loco de Adam. No hay más que cientos de túneles excavados en la montaña formando un laberinto con salas preparadas para la lucha diseminadas por todas partes. Son tan parecidas que no paro de perderme para terminar siempre y de alguna manera, en el mismo sitio.

Tampoco ayuda que cada vez que sales de tu habitación te conviertas en un objetivo y que Adam o alguno de sus siete hermanos pueda saltar sobre ti para hacerte una llave de judo o lanzarte una red e inmovilizarte durante horas en el suelo.

Para empeorar todo también tenemos a Carina, cuyo embarazo no ha hecho más que aumentar su normal tendencia a exagerar por lo que hay que buscar caminos y sitios para evitarla. Ayer no fui lo bastante rápido y acabé lleno de lágrimas cuya razón ni siquiera conocía.

De modo que me escondo en la cocina, donde los Bridgut no osarían entrar desde que hicieron una peligrosa pelea con cuchillos que enfadó a la cocinera y cuyos olores hacen vomitar a Carina.

Pero uno no puede escapar de todos, parece. La puerta se abre lentamente empujada por una mano invisible y al poco entra Ariana, sus pies a escasos centímetros del suelo. Su pelo blanco y gris no la hace verse mayor, al contrario, parece más joven de sus quince años. Está tan delgada que se la llevaría un soplo de viento si no fuera porque lo controla ella.

Hace un aterrizaje técnicamente perfecto tras agarrar un bote lleno de galletas que la cocinera esconde en una balda alta para que no comamos demasiado. Me tiende una y los dos comemos en silencio hasta que se vuelve hacia mí.

—¿Se sabe algo nuevo sobre los chicos? ¿Algo de Tyler?

Aparte de Tyler, James y Patrick también están en paradero desconocido, pero todos se preocupan más por Tyler. De alguna manera el chico consigue conquistar corazones. Cualquiera podría pensar que es heredero del dios del amor.

—Nada. Y mientras ellos están en peligro, nosotros tenemos que quedarnos aquí, escondidos en un agujero —declaro molesto.

—Literalmente —asiente con la cabeza—. Incluso tus hermanos tienen más libertad que nosotros.

—Sí... —claro que Alana y Oliver están solos en casa sin nadie que los vigile ni que les diga qué hacer, cuándo y cómo lo cual me da una idea—. ¿Crees que puedes cubrirme?

—Puedo decirles que me he enfadado contigo y que te he vuelto invisible. Solo tengo que hablar con el aire y decir que no contestas porque te has picado. Ningún problema.

Me sonríe con suficiencia y paso por alto sus comentarios, porque está dispuesta a ayudarme. Me levanto y junto las manos, animado.

—Bien, solo... ¿en serio puedes volver a la gente invisible? —le pregunto mientras camino hacia la salida.

—Cuidado con el... —tropiezo con la nada y caigo al suelo.

De repente un gato se materializa a mi lado. Un gato molesto porque al parecer me he tropezado con él y que me lo demuestra arañándome el brazo y dejando unas líneas paralelas sangrantes.

—Supongo que eso responde a tu pregunta.

Bien, ahora, a salir de este agujero.

Herederos de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora