El silencio reina en el lugar, mientras Charles y yo observamos a papá, quien acaba de desmayarse del susto. Charles se coloca el guante lentamente, sin decir una palabra. Cierro mis ojos. Por más graciosa que la situación pueda parecer en este momento, detrás de todo hay una única e inevitable circunstancia: Charles se irá de mi vida para siempre.
Sin poderlo evitar, dentro de mí comienza a crecer el egoísta deseo que ronda por mi cabeza de vez en cuando: que no encontremos nunca los cuerpos de los Pemberton. Sé que ya tuve este debate antes; este debate moral sobre qué era lo mejor: Darles descanso eterno, o permitirme estar en compañía del hombre a quien amo. ¿Pero cómo podría arruinar la eternidad de toda una familia, sólo por mi necesidad de estar con él? Ahora, supongamos que, por alguna circunstancia, nunca logremos encontrar sus cuerpos. Podría vivir con Charles toda mi vida, aunque no pueda volverlo a tocar nunca. No me importa. Podríamos vivir mi vida amándonos. Una parte de mí estaría feliz por estar con él, sí, ¿pero y la otra? Algún día voy a morir, y cuando eso suceda, Charles se quedará vagando por este mundo, solo, sin la oportunidad de pasar al otro lado porque nadie logra encontrar su cuerpo.
Siento inmensas ganas de llorar. Sea cual sea el final de esta historia, siempre será un final triste. Yo me quedaré sin él, o él se quedará sin mí. Ahora comienzo a darme cuenta de lo absurda que es esa frase de los cuentos de niños: ''Y vivieron felices para siempre''. ¿Cómo? ¡¿Es siquiera posible?! La desesperación comienza a crecer dentro de mí. ¿Cabe la remota posibilidad de que nosotros podamos vivir felices para siempre, juntos? No, no hay posibilidad. En esta historia de amor no hay finales felices.
Muerdo mi labio cuando la culpa de ese pensamiento comienza a hacer eco en mi mente. Abro los ojos cuando siento el suave guante de Charles en mi mejilla. Aquel mar azul me observa con preocupación.
—¿Qué sucede, tierna Emma?
Su suave y hermosa voz no logra más que hacerme sentir aún más culpable por ser tan egoísta a veces. ¿Cómo decirle que algunas veces desearía no encontrar sus cuerpos, para quedarme con él toda su vida? ¿Cómo decirle también lo triste que estoy porque jamás podremos ser felices juntos?
—Nada. —Me limito a responder, temiendo romper en llanto si digo algo más.
Él frunce el ceño con preocupación. Un deje de tristeza se asoma por sus ojos. Recuerdo, entonces, aquella extraña capacidad que tiene Charles para saber lo que estoy pensando, y abro la boca para tratar de justificarme.
—Nada —responde él con una sonrisa—. Dejémoslo en nada, por ahora. ¿Te parece, Emma? Nada de pensamientos tristes. ¿Recuerdas lo que te dije hace un momento?
Yo asiento lentamente, a medida que mi corazón se acelera.
—Sí. Que tu alma está ligada a la mía, porque me amaste estando muerto, y me amaste estando vivo, cuando pudimos tocarnos.
—Así es —replica, sonriendo de la forma más tierna—. No importa lo que pase conmigo, o lo que pase contigo. Mi alma es tuya, lo será por siempre. ¿No es eso suficiente por ahora? —Su mirada se desvía levemente de la mía, como si decirme todo esto le doliera igual que a mí me duele escucharlo—. Y en esta vida o en otra, volveremos a vernos, tierna Emma.
Trato de alejar el nudo de mi garganta mientras coloco mi mano sobre la suya, que aún está en mi mejilla. Lo observo fijamente, mientras él acerca su rostro al mío. No pasará nada, ya no puedo tocarlo. Siento el cosquilleo en mis labios, como si pudiera besarlo. Pero no es más que la huella de sus labios sobre los míos, ese cosquilleo no es más que un recuerdo. Ahora no siento más que un leve frío.
Siento ganas inmensas de acariciar su rostro, de apretarme contra él, pero no hay manera de hacerlo. No la hay, y quisiera no preocuparme más por ello.
ESTÁS LEYENDO
Desde hace un sueño (En físico en Amazon)
Romance*Ganadora Watty 2019, Romance*. Me enamoré de un fantasma. Emma se muda a una antigua mansión que ha estado abandonada por más de un siglo, en un pequeño pueblo inglés. Aquella casa guarda un pasado oscuro, aterrador; un pasado del que aún se murmur...