Charles | Capítulo 6

4K 362 184
                                    

Laketown, 2016.

No puedo negar que tengo miedo.

No ha pasado mucho tiempo desde que esta familia llegó a Laketown y tomó poder de la mansión. Al principio mi reacción fue inesperada, pues en la mansión se estaba llevando a cabo una fiesta cuyo objetivo era subastar algunas de nuestras pertenencias más valiosas, obras de arte que por tantos años atesoramos en nuestro hogar. Ésa fue la primera vez en ciento veintisiete años que pude volver a poner mis pasos dentro del lugar que fue mi hogar alguna vez, y también el lugar en el cual morí, o más bien, morimos.

Y fue la segunda vez que la vi a ella. La primera, ella estaba en el cementerio observando nuestras tumbas vacías, y entonces sentí algo que no había sentido nunca; esa noche lluviosa, la seguí a la mansión, y entonces supe que podía entrar, y eso es lo que estaba sintiendo, una conexión extraña que no puedo explicar: Esta familia es la respuesta; soñé con ellos estando vivo, esa memoria es tan nítida en mi mente como la imagen de su rostro. Sé que esa primera noche no supe dimensionar el alcance de mi presencia, y la asusté. ¿Pero podía sentarme a pensar, acaso, en cómo reaccionar correctamente? No lo creo, y es difícil de explicar. Pero dudo que alguien más haya sentido la sensación que recorre todo tu ser cuando vuelves a un lugar al cual tu entrada se prohibió por un siglo y casi tres décadas, y de forma misteriosa; un lugar que no es ajeno para ti. El lugar que fue tu hogar.

Y entonces tampoco supe dimensionar mi reacción la segunda vez que la vi, en la subasta. Si sólo con entrar en los terrenos de la mansión y llegar a tocar la puerta por poco desborda todo mi ser, no creo que necesite explicar lo que sentí al entrar a mi hogar, al volver a ver sus pisos de madera, su decoración elegante, tan familiar para mí, y que personas que no conozco se hayan apoderado de todo y hayan tomado el atrevimiento de vender algunas de nuestras cosas. La mansión está llena de oscuros recuerdos, pero también conserva la huella de mi familia, de los seres a los que quise y con los que crecí. Pero fue distinto, porque no fui consciente de la realidad: Ya no es mi hogar; estoy muerto. ¿Qué uso tiene guardar nuestras pertenencias dentro de cuatro paredes, coleccionando polvo a través de los años? Las obras de arte que vendieron ese día ahora reposan en algún hogar cálido, donde podrán recibir la admiración que merecen.

Y ese día me desquité con aquella chica, le grité, me enojé. Pero no me había sentado a pensar en algo muy importante, aunque sí se cruzó por mi mente: Soñé con ella hace ciento veintisiete años. Y no es una distorsión, no es un sesgo. Jamás olvidaría ese sueño, jamás la olvidaría a ella, porque algo me dice que está destinada a ayudarme. La pregunta es, ¿cómo? ¿Por qué?

Emma, ése es su nombre. He hablado con ella un par de veces ya. Mi principal objetivo era descubrir cómo puede ayudarme, por qué apareció en mi vida, cuál es su misión y cómo puedo contarle la realidad de quién soy.

Pero tengo miedo.

Miedo, porque me agrada, y no me había dado la oportunidad de hablar con alguien que en verdad me escuchara en muchísimo tiempo; miedo, porque cuando le muestre la realidad, ella se asustará, se irá, y entonces no habrá escapatoria para mí, nadie que pueda ayudarme. Eso es lo que ha sucedido cuando le muestro a una persona viva quién soy yo, o más bien, qué soy yo.

No obstante, con ella no puedo darme ese lujo, porque si estábamos destinados a conocernos de alguna forma, no puedo permitir que conocerme le cause alguna especie de trauma en su vida. Por ello, he decidido que no le diré nada aún, que toda la información que reciba sobre mí será gradual.

A pesar de que sólo he tenido dos conversaciones reales con ella, una en la biblioteca y otra en el parque del pueblo, me he dado cuenta de algunas cosas fundamentales: Es realmente curiosa, cuando algo le causa intriga hará lo posible por obtener una respuesta. Hace muchas preguntas, quiere descubrir muchas cosas, sus ojos me observan con fascinación cuando mi lado misterioso sale de mí inconscientemente; cuando le quiero dar información, pero sólo la suficiente. Pero esa curiosidad desbordante también la lleva a desesperarse una vez no obtiene las respuestas con facilidad, y eso la lleva de ser muy curiosa, a ser incrédula. Sucede más que nada cuando hago mis juegos de preguntas, de palabras, mis acertijos. Esto es algo que hago desde niño, tanto que se ha convertido en una parte fundamental de mí. A veces, hago uso de estas cualidades sin darme cuenta; otras, lo hago conscientemente a mi favor.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora