Amargura, eso es lo que siento en mi boca. El chocolate suizo que me regaló Abigail es amargo, y ni siquiera podía darme cuenta —Por supuesto, no hablo alemán, que es el idioma que está en el empaque—. Ahora estoy haciendo un gran intento por no escupirlo; el chocolate amargo es de mis menos favoritos, podría decirse que es el que más aborrezco. Me gusta el chocolate dulce, pero no tan dulce como el chocolate blanco. Hay un término medio en cuestiones de sabor de chocolate, y es con lo único que puedo distraer mi mente.
El gran vidrio que me separa del laboratorio es bastante resistente, pues estoy recostada casi completamente sobre él. Al no soportar la visión de los huesos, me puse de pie y caminé hacia una de las paredes del laboratorio que es, como mencioné, de vidrio; una gran ventana que separa a otro pequeño laboratorio del más grande. Al parecer en éste se encargan de analizar no restos humanos, sino fósiles de plantas, de huellas animales o de insectos; también sirve de almacenamiento, pues hay más repisas metálicas llenas de objetos antiguos.
La cuestión es, el ventanal que me separa del gran laboratorio en el que analizan los huesos es, obviamente, transparente. Por supuesto que puedo ver todo aún, pero siento una calma extraña al estar separada de los restos por un cristal. Aún los veo, pero es diferente, me tranquiliza de alguna forma estar separada, aunque sea por una capa invisible, de ellos.
Papá salió de la oficina, y Neil y Abigail continúan trabajando. Según puedo observar, lo único que están haciendo por el momento es clasificar los huesos, y armar los cuerpos. Hasta ahora, puedo ver dos cuerpos completos: el de un niño, y el de un adulto. Cada cráneo, además, está siendo clasificado con etiquetas. Mi mente no ha traspasado a otros temas de pensamiento, sólo de lo que está encerrado en este laboratorio, y el chocolate suizo.
Cuando me empieza a rugir el estómago, es cuando decido salir a buscar algo de comer. Al pasar al lado de la mesa simplemente ignoro lo que Abigail y Neil están comentando sobre el tema, y salgo de allí tan rápido como puedo. Me cuesta un poco encontrar el camino, y sólo pude acertar siguiendo los carteles que indican la salida. Cuando llego a otra puerta metálica, es cuando me encuentro en alguna parte escondida del museo mismo. Sólo es caminar más allá del cartel de ''Sólo personal autorizado'', y me encuentro con todos los visitantes del museo. Justo ahora, estoy en la sala del antiguo Egipto, una sala enorme, cuyo techo blanco está decorado con miles de cuadrados en relieve. Por un instante, al observar la magnitud del lugar y los objetos exhibidos, el hambre que sentía desaparece casi por completo. Es inevitable no detenerme a observar estas maravillosas piezas de historia: esculturas, bustos, estatuas, tumbas, momias. Me acerco a una gran estatua de color negro, de un hombre sentado, con sus manos sobre sus piernas y el típico tocado egipcio en su cabeza, que gracias a mi padre sé que se llama Nemes: un tocado que era usado por la realeza, y además, se ha deducido que también era usado como tocado ceremonial en los funerales de los faraones, pues varias momias han sido encontradas con el mismo.
Continúo mi rumbo, observando aquí y allá, moviendo mi cabeza de derecha a izquierda, al frente y arriba, observando cada pieza exhibida que se atraviese en mi camino. Tal vez tengo ese gen histórico de papá, su amor por el arte y la historia está impregnado en mí también, puedo sentirlo. A este punto, la universidad, al menos relacionada a mi carrera actual, literatura, no es de mi interés. Dejando de lado el hecho de que estas vacaciones se hicieron más largas para mí, y que llevo meses sin asistir a clase, puedo decir que tal vez lo que en verdad quiero ha de estar relacionado con el arte o la historia. A pesar de que siempre lo supe, nunca quise aceptarlo del todo, pues quería hacer algo diferente a papá. Pero esta atracción y emoción que siento cada vez que visito un museo, no la siento cada vez que visito una biblioteca. Y no es porque los libros, la literatura y todas sus ramas no me gusten, porque me gustan muchísimo, ¿pero me apasiona? ¿Es lo que quiero hacer toda mi vida? Tal vez no.
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Desde hace un sueño (En físico en Amazon)
Romance*Ganadora Watty 2019, Romance*. Me enamoré de un fantasma. Emma se muda a una antigua mansión que ha estado abandonada por más de un siglo, en un pequeño pueblo inglés. Aquella casa guarda un pasado oscuro, aterrador; un pasado del que aún se murmur...