Desde hace un sueño (En físico en Amazon)

Epílogo

"Nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad".

—Vladimir Nabokov—

Tuve sueños extraños.

Abro mis ojos lentamente. Mi cuerpo se siente extrañamente relajado, como no lo ha estado desde hace muchos años. Lo primero que veo es oscuridad, pero como si se tratase de una cámara enfocando su lente, poco a poco la oscuridad va mostrándome imágenes más nítidas, pequeños puntos blancos esparcidos entre todo el negro; son puntos blancos y brillantes, y se extienden sobre mí como miles de hormigas andando en la nada, pero inmóviles.

Sonrío, y sólo cierro mis ojos momentáneamente para tomar un respiro y llenar mis pulmones de aire fresco, puro y refrescante. Vuelvo a abrirlos, y admiro los puntos blancos y hermosos. Comienzo a unir las estrellas con líneas invisibles, buscando formas y figuras, como suelo hacer. Disfruto de mirar las estrellas en la noche, y lo he hecho en los últimos muchos años, desde que volví a Laketown.

Mirarlas me trae tranquilidad, emoción y seguridad. No sé por qué no lo había hecho antes, por qué nunca lo había tomado como parte de mi rutina. Pero ahora no puedo dormir sin hacerlo, y lo hago cada noche después de volver de la mansión Pemberton, que siempre sentí como mi verdadero hogar, y por ello un día decidí dejar Londres y volver a Laketown, y comencé a trabajar en el museo. Tengo una pequeña casa a las afueras, donde vivo con Neil, con un jardín lleno de rosas y otras flores, tal como lo hacía Elizabeth Pemberton. Viví años maravillosos al lado de Neil, nos casamos un día, viajamos juntos muchos más y hemos tenido una vida llena de alegrías, a pesar de que en los últimos diez años de nuestra vejez nuestra relación amorosa perdió intensidad y terminó, nuestra amistad llena de amor perduró hasta el final, viviendo los dos juntos, apoyándonos siempre. No podría pedir algo mejor que todo lo que me ha pasado a través de los años; mis padres, Neil, Winter, Charles... El día que muera puedo decir con certeza que fui feliz, feliz a pesar del dolor de perder a quienes amo, feliz a pesar de no poder verlos a todos.

Nuestra rutina se ha vuelto la misma: Después de contar la historia de los Pemberton a turistas emocionados, llego a mi otra casa y me recuesto en el pasto, con Neil a mi lado cuando no está de viaje por su trabajo; me recuesto en el pasto y observo las estrellas, hago figuras imaginarias, y a veces me quedo dormida.

Por eso no me sorprende despertar bajo las estrellas algunas veces, y entonces debo reunir fuerzas para levantarme y evitar la tentación de volver a dormir en el pasto. Y eso hago. Estiro mis músculos y me siento bien, muy bien, como no me había sentido desde hace muchos años. Tomo aire fresco, aire puro de nuevo, y me pongo de pie, dispuesta a ir a mi cama y dormir. Me mareo un pequeño instante, y algo en mí se siente diferente, extraño. Pero no más extraño que los sueños que acabo de tener.

Primero era oscuridad, y había algunas estrellas, pero luego desaparecieron una a una hasta que ya sólo quedaba un espacio negro y vacío. De repente, pequeñas escenas de mi vida comenzaron a aparecer ante mí, desde que era tan sólo una niña, hasta mi primer día en la escuela, hasta mi primer día en Laketown; todos mis momentos con mamá, todos mis momentos con papá, con Neil, con Winter, con Charles... Sólo veía escenas de toda mi vida, con las personas que conocí y aquellas a las que perdí. Lloré entre sueños, lo sé, porque a veces puedes sentir lo que sucede en el exterior mientras estás dormido.

Soñé despierta muchas veces con recuerdos de mi vida, fantaseando mientras viajaba, mientras trabajaba, mientras estudiaba, pero nunca lo había soñado dormida. Por eso, al despertar, la confusión me invadió, pero ahora, de pie sobre el húmedo pasto, una sonrisa aparece en mis labios. He aprendido a valorar los buenos recuerdos, aunque en mi vida haya habido pérdidas que duelen, que me marcaron por siempre, pero de eso trata la vida, sólo queda vivir.