Charles | Capítulo 16

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«¡Ah, los que no habéis llorado esta felicidad, llorad ahora vuestra pasada adolescencia, porque ya no sabréis amar como entonces! ¡Primer amor! Noble orgullo de sentirse amado; dulce sacrificio de todo en favor de la mujer querida; felicidad que recibíamos como un don de Dios; perfume para todas las horas del porvenir; flor guardada en mi alma; único tesoro que la envidia de los hombres no puede arrebatarnos; sublime delirio... ¡Dulce amor mío! ¡Cuánto te amé!»

—María, Jorge Isaacs.

Laketown, 2016.

PARTE I

Camino de un lado a otro con la mano en mi barbilla, pensativo. El sonido de las olas es tan relajante que casi podría quedarme dormido, pero además de que no puedo dormir, no es eso lo que busco.

Han pasado cuatro noches desde que le dije a Emma que tenía en mente pedirle un deseo a la vida. Hace unos días me encontraba reflexionando en la biblioteca y aunque hace mucho tiempo llegué a la conclusión de que algunas preguntas sobre mi vida como un alma en pena jamás tendrán respuesta, también llegué a otra conclusión que es tanto descabellada como probable: el mero hecho de ser un fantasma que vaga por la tierra es de por sí imposible, entonces, ¿qué tan imposibles son los deseos que mi alma guarda, y que sólo podrían pasar por arte de magia?

La certeza es algo que jamás he tenido, ni siquiera estando vivo, y es por eso que decidí no decirle a Emma cuál es ese deseo que he estado guardando con tantas ansias dentro de mí: poder tocarnos.

No hay certeza alguna de que eso pueda suceder alguna vez. Sin embargo, he pensado mucho en lo que ha sucedido últimamente: por fin sé por qué conocí a Emma y qué ayuda debe brindarnos a mí y a mi familia, y a pesar de que se puede convertir en una especie de debate moral entre nosotros, al final ambos sabemos qué opción terminaremos eligiendo. Yo mismo siento una pena inmensa al pensar que si logramos encontrar nuestros cuerpos yo he de irme por siempre, y ese hecho es algo que tuve que reflexionar, además, en compañía del cura Andrew. Estoy casi seguro de que él sabe quién soy en verdad, pero eso parece no importarle. Sus palabras me hicieron comprender que el ciclo de la vida ha de cumplirse: tengo que morir, no sólo mi cuerpo, sino también mi alma; mi alma ha de irse de este mundo terrenal y reencontrarse con mi familia. Por más que quiera quedarme no servirá de mucho.

Sí, podría quedarme con ella hasta el final de sus días, pero entonces eso significa que tendría que verla envejecer y luego morir, y yo continuaría en este mundo por toda la eternidad; ella no podría tener el lujo de casarse, tener hijos, tener un esposo al que pueda tocar, porque la conozco y sé que no le importaría quedarse conmigo toda su vida aunque nunca pueda darme ni un simple beso.

Me recuesto sobre la arena y observo el firmamento que se expande sobre mí, ese cielo oscuro y misterioso, decorado por la luna, las nubes y las estrellas. Mi familia debería estar allí arriba, pero en su lugar están en una especie de limbo del cual no tengo mucho conocimiento, esperando una ayuda que apenas llegó. He de pensar también en ellos, ¿qué tan justo sería que yo me quede con Emma toda su vida, y que ellos tengan que soportar una eternidad más sin poder descansar en paz? Ha pasado el momento, es tiempo de descansar.

Pero saber que mi inminente partida llegará algún día sólo me inspira más a encontrar una forma de cumplir uno de los tantos deseos que tengo: poder reencarnar en un cuerpo físico, que mi familia por fin descanse en paz y que yo pueda estar con Emma; o tener la oportunidad de tocarla aunque sea una noche.

—Aunque sea una noche —repito mis pensamientos en voz alta.

Sé que mi primer deseo no puede suceder porque eso rompería el equilibrio de las cosas, así trate de negármelo a mí mismo.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora