Capítulo 32: Pistas I

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¡Hola! ¿Cómo han estado?

Este capítulo quedó extremada y exageradamente largo, creo que me dejé llevar por la emoción. ¡Por fin comenzó la búsqueda! Eran más de ocho mil palabras así que decidí dividirlo en dos partes. Esta es la primera, espero que lo disfruten. Tan pronto como vea que la mayoría de ustedes leyó el capítulo, subiré la segunda parte, que ya está completamente terminada :3

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Las potentes luces de una impecable Jeep me golpean en la cara cuando entra por el portón, acercándose por el camino de piedras, hasta que se parquea justo frente a nosotros. La noche es fría y solitaria. A mi lado, Winter menea su cola con tal ímpetu que me golpea la pierna con fuerza. Observo a Charles, de pie a mi otro lado, pensativo. Frunzo el ceño, sólo está mirando un punto perdido del cielo. Tal vez la aventura de esta noche signifique mucho para él. Lo sé, también significa mucho para mí.

Prefiero guardar mis palabras y dirijo mi mirada a Danielle y su esposo. Él trabaja en la alcaldía, y papá ha decidido pedirle ayuda para ayudarnos a entrar a la propiedad Aldrich. A regañadientes, aceptó el pedido, haciéndonos jurar solemnemente que no diremos una palabra a nadie.

Papá sale de la casa con una linterna en mano. Parece nervioso, pues lame sus labios con frecuencia, a la vez que limpia el sudor de sus manos en su pantalón. Sé que no le agrada la idea de buscar pistas sobre el paradero de un montón de cuerpos. De hecho, ni a Danielle ni a Rupert, su esposo, les agradó tampoco. Pero papá los ha convencido de lo grande que puede ser tal descubrimiento para la historia de este pueblo. Sin embargo, ni siquiera eso les ha entrado del todo por los oídos, y han cuestionado fuertemente lo confidencial de la situación. ¿Por qué un padre, su hija, su perro y un elegante desconocido querrían buscar muertos, sólo porque sí? Pero ellos no lo entenderían, jamás lo harían.

—Dios mío, Scott, tenías razón —dice Danielle, acercándose a Charles con la boca abierta—, es igual al muchacho del retrato...

Rupert levanta las cejas mientras examina a Charles, y sus ojos se van abriendo de par en par. Él es un señor de unos cincuenta, robusto y con un par de canas salpicando su cabello negro como el carbón. Sin duda es mil veces más alto que Danielle.

—¡Pero qué cosas! —exclama él.

Papá asiente, con una mirada de si supieran en su rostro.

—Es todo un placer conocerlo —dice ella con una sonrisa, acercándose a Charles con tal ímpetu que lo hace saltar de la sorpresa. Danielle toma su mano y la sacude con emoción—. No puedo creerlo, un Pemberton. Nadie sabía que había quedado descendencia. ¿Por qué lo ocultó por tantísimo tiempo? ¿Así que Benjamín Pemberton es su tátara-tátarabuelo?

Charles me mira con los ojos abiertos, medio asustado. Yo sonrío y asiento. En verdad no sé qué sería Benjamín de Charles si éste último está vivo. Ni siquiera me senté a contar. Poner dos veces la palabra tátara, más abuelo, me sonó convincente, y ellos se lo tragaron casi al instante.

—Un placer, señora... —responde Charles, tratando de no sonar muy educado—. Sí, él es eso... mío.

Jamás había visto a Charles tan confundido, pero por la mirada de Danielle, diría que le ha parecido lo más encantador de este mundo. Naturalmente, ella se queda observándolo fijamente por un rato. Ahora comprendo lo de la obsesión que me contó papá.

—¡Dios mío! ¡Tiene que permitir ser presentado ante el pueblo! —exclama ella con emoción.

Charles frunce el ceño, bajando su mirada al suelo.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora