Charles | Capítulo final

7.4K 603 433
                                    

"El amor es el emblema de la eternidad: confunde la noción del tiempo; borra toda la memoria de un comienzo, todo el temor de un final".

—Germaine De Staël.

Laketown, 2016.

La calidez de su beso inunda mis sentidos; jamás pensé que podría tocarla de nuevo, besarla de nuevo, sentirla de nuevo. Pero aquí estamos, en la playa bajo el cielo gris que llora lluvia, como si supiera de esta difícil despedida. El momento ha llegado, nuestros cuerpos reciben santa sepultura y yo no estoy listo para irme.

Estoy grabando cada sensación en mi alma, cada roce que tengo con ella, cada respiro que me roba mi mujer amada. Lo grabo todo en mí como si fuese un poema que tengo que aprender a recitar; porque ahora siento que me desvanezco, que me vuelvo aire, que su beso es cada vez menos cálido y que sus manos se sienten cada vez menos sólidas alrededor de mi cuello.

"Te amo" son las palabras que salen de mi boca entre cada beso restante, entre cada suspiro restante. Sé que ella las escucha y que ella también las dice, porque así es como debe terminar nuestro tiempo terrenal juntos, con palabras de amor. Y la aprieto contra mí, intentando evitar lo inevitable, cuando siento que mi cuerpo comienza a flotar y mi piel ya no siente las gotas de la lluvia, y mis brazos ya no la abrazan a ella, sino a la nada.

Es entonces cuando me doy cuenta de la realidad, ya no estamos juntos. A pesar de que no puedo sentirla con mis manos ni besarla con mis labios me niego a abrir los ojos por mucho tiempo. Los aprieto tan fuerte que mi cabeza comienza a doler, intentando que la sensación de sus labios dejando huellas en mi piel quede marcada por muchísimo tiempo más. Pero desaparece poco a poco, como lágrimas en la lluvia, y el vacío existencial que siento justo ahora es el peor que he sentido.

¿Qué hago para guardar la sensación de sus labios, de su abrazo, de su piel, para toda mi eternidad? ¡Me he ido! ¡Se ha ido! Y no puedo evitar sucumbir ante la aflicción. Justo ahora mi corazón se rompe en mil pedazos y el silencio que me rodea se me asemeja al mismísimo infierno. Emma, mi tierna Emma...

Mis brazos continúan abrazando a la nada, como si esperanzados estuviesen esperando que su cuerpo sólido volviese a aparecer entre ellos. Toda mi vida ha sido un constante vaivén de sensaciones extrañas, de experiencias que confundo entre la realidad y la fantasía; he pasado muchísimas décadas sin estar seguro de nada, ni siquiera de mi misma existencia. Vivir en este estado constante de mezcolanza me hizo pensar por mucho tiempo que tal vez nada tenía sentido, pero vaya, resulta que todo siempre tuvo más sentido del que creía.

Jamás descubriré la razón certera de mis sueños con Emma, ni porqué estuvimos atados el uno al otro incluso antes de la existencia de ella, pero ella es de las pocas cosas de las que me he sentido cien por cien seguro: me enamoré perdidamente de cada detalle de su ser; sus lindas trenzas en su cabello castaño; su sonrisa tímida que podía iluminar toda una habitación, incluso si se encontraba sumida en la oscuridad; su insaciable curiosidad que, a la par de su inteligencia, me llevaron a enamorarme no sólo de su belleza física sino de su atractivamente. Emma, mujer fuerte, significa su nombre; y tuvo la suficiente fortaleza para aceptarme en su vida, a pesar de ya haber perdido a su madre y de saber que yo me iría. ¿Cuántas hubiesen permanecido a mi lado, sabiendo que pronto desaparecería de sus vidas?

Sólo ella. Su amor es tan fuerte que perdura incluso más allá de la muerte.

Pero entonces mis pensamientos se ven interrumpidos, y las lágrimas que se derraman de mis ojos se detienen poco a poco. De nuevo, la confusión se apodera de mí, como lo ha hecho tantísimas veces ya. El sonido de las olas llega a mis oídos. ¿Acaso no me he ido ya? ¿Estoy en el paraíso; o en un vacío? ¿Existo, o no existo? Las olas rozan suave en la arena y esto puedo sentirlo sólo con su sonido. La arena en la que Emma y yo nos acabamos de besar. Esperanzado abro los ojos, queriendo encontrarla a ella frente a mí. Al principio mis párpados se niegan a obedecer, porque dentro de mí existe el temor, casi certeza, de que ella no estará aquí. Cuando abro mis ojos entonces me doy cuenta de que, efectivamente, no está. Mis ojos se llenan de lágrimas pero mi garganta no emite sollozo alguno; me encuentro completamente paralizado, en estado de shock, observando la playa a mi alrededor, esperando encontrar su figura femenina cerca de mí, pero en su lugar sólo hay nada.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora