Dos días.

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Erick:

Dos días.

Dos putos días pasaron.

Dos días en los que no pude sacarle nada, dos días en que todavía no se nada de ella ni de su paradero y me está más que frustrando, en cualquier momento asesinare a alguien.

Por suerte me han ayudado todos pero nadie más que él lo sabe y no quiere decirme nada

¡Absolutamente nada!

Mi madre puede estar encerrada y seca por no alimentarse.

¡Hijo de puta!

Ahogue ese grito en mis manos, ahora me encuentro en mi despacho y lo veo muy solitario pero es lo que necesito.

Pensar, aunque la cabeza me explote.

También dos días que no hablamos. ¡Joder!

Dos días que me ignora y está enojada conmigo, sé que es por Katherine ¡Pero fue todo actuado!

Yo debería ser el cabreado por lo de Ethan pero no tengo el derecho de reprocharle nada estando casado con la idiota de Katherine.

Mi puño se estrelló en mi mesa en un intento de eliminar mis pensamientos pero lo único que hice fue hacer una grieta en el mueble.

Refregue mi cara y mi cabello aunque de éste tire de algunos mechones, esperando calmar mis nervios.

En tan solo una hora debía ir y no quiero matarlo, debo mantenerlo con vida pero ya no sé como hacerlo hablar.

Entonces llevé mis pensamientos a ella, como sus cabellos ahora color chocolate se mueve rebelde cubriendo su delicada espalda y como se enriedan en mis dedos de una manera exquisita por su suavidad, también en sus pequeños pero carnosos labios o su piel que lleva consigo un dulce olor natural que me dan ganas de saborear cada vez que lo siento.

Perdido en su cuerpo sentí un deseo incontrolable y una gran excitación.

Volví a suspirar pesadamente, admito que verla tan fuerte y mandona me encanta, me vuelve loco ¡Me excita!

El maldito calor subió por mi entrepierna hasta mi espalda, es insólito sentir como me pone con tan solo pensarla.

Me paré de mi asiento dejando que la silla rechine por el arrastre, caminé hasta la puerta y salí de allí yendo a mi habitación en el último piso.

Con cuidado de que no haya nadie adentro husmeando, abrí la puerta en silencio y con gran suavidad, miré cada rincón pero suspire al segundo de darme cuenta que aquí no hay nadie.

Caminé en silencio, cerrando la puerta tras de mi y dejando caer por el suelo todas mis prendas para darme una buena ducha fría.

No pude evitar fijarme en mi erección que debía arreglar rápidamente, así que no espere más y dejé que el agua helada me estremeciera la piel por el contacto con mi cuerpo caliente.

Mi mano voló a mi miembro y deje fluir los movimientos para poder relajarme o deshacerme de la calentura, después de todo sin Alexia éste es mi único método.

Los gemidos llenaron el espacio pero no me importó, después de un buen rato sentí terminar y mi cuerpo tensarse, luego lo volví a limpiar.

Al terminar de secar todo mi cuerpo, destense cada músculo y me deslice en unos jeans oscuros, camisa azul y botas militar.

Bajé sin cuidado de mi habitación dirigiéndome hacia el comedor, al llegar todos me observaron en silencio y con gran respeto, como siempre suelen hacer.

Mi Bella Dama 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora