Capítulo 5

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El sábado había llegado finalmente y Kaitlyn quedó de ir a jugar tenis con algunos compañeros de la empresa, necesitaba relajarse y su mejor amiga, Nina, se había marchado ese fin de semana, de visita a casa sus padres, quienes vivían fuera de la cuidad. Lo que ella no sabía, es que precisamente a ese club al que se dirigía, la familia Miller, eran socios mayoritarios, no obstante, ignoraba por completo todo eso.

Christopher llevaba varios fines de semana encontrándose muy a menudo con los gerentes de su equipo de trabajo para jugar, ya que casi todos los sábados, visitaba el club para distraerse y relajarse un rato y precisamente en ese instante, estaba reunido, hablando con todos ellos, cuando volteó hacia un lado y se quedó con la boca abierta al ver a Kaitlyn caminando en su dirección. Estaba preciosa, alucinantemente sexi, era lógico que se impresionara si nunca la había visto así, estaba tan acostumbrado a verla vestida formal, que contemplarla de esa manera, fue algo impresionante y es que su manera de caminar, era algo que lo deleitaba desde hacía ya un tiempo. Ella estaba usando un jumpsuit deportivo negro, ajustado al cuerpo, tenis del mismo color, su cabello peinado en una coleta alta, gafas de sol puestas, en una de sus manos llevaba una raqueta y en la otra, una pequeña cartera y una botella de agua.

Evidentemente, ella no se había percatado de que el empresario estaba ahí, hasta que se fue acercando al grupo, junto con la gerente de Relaciones Públicas, con quien se había topado justo en la entrada, Amanda, una chica unos pocos años mayor. En cuanto lo divisó sentado, charlando con los demás, su corazón comenzó a latir desenfrenado, estaba guapísimo, con un atuendo tan distinto a los trajes con los que solía verlo, su bien formado y musculoso cuerpo, se apreciaba todavía mejor con aquellos short y camiseta de cuello polo y esos lentes oscuros, lo hacían ver estupendamente atractivo y más relajado.

—Kaitlyn es preciosa—escuchó Christopher decir a Joan, el Gerente de comunicaciones, en lo que pareció ser un susurro, no obstante, lo había escuchado perfectamente.

Las chicas por fin se unieron al grupo y todos se saludaron alegres.

—¡Qué bueno que ahora si te animaste a venir, Kaitlyn! —exclamó Joan notablemente contento.

—Es que, este fin de semana no tenía nada que hacer—contestó esta con una resuelta sonrisa.

Christopher la observó fascinado, sencillamente, le encantaba verla sonreír y con sus gafas puestas, no corría el riesgo de que alguien lo descubriera mirándola.

Bien, entonces, ¿nos vamos a jugar? —Inquirió Smith, el coqueto más empedernido y el más mujeriego de todos y al que claramente, le interesaba su bonita compañera.

—Vamos— respondieron todos al unísono.

Caminaron hasta una de las canchas y formaron dos equipos, Kaitlyn, Christopher quedaron en el mismo, junto con Amanda y otros dos, Joan y Smith con los demás. El Ambiente se había puesto entretenido y, sobre todo, divertido, con música de fondo comenzaron a jugar y algunos cuyo carácter era demasiado extrovertido, bailaban cada vez que anotaban a su favor. Kaitlyn se movía tan ágil y grácil, que Christopher, estaba tras ella y no podía dejar de verla en cada oportunidad que tenía.

En un momento de la jugada, ella tropezó y él, ágilmente, la tomó de la cintura, su espalda quedó totalmente recostada a su duro pecho y ante ese contacto, ambos temblaron por el claro acercamiento de sus cuerpos. La castaña se quedó inmóvil ante la proximidad, fue un suceso rápido, como un parpadeo, sin embargo, para ellos, fue una eternidad. Él inhaló el aroma de su cabello, de su cuello y tuvo una sensación exquisita que lo tentó a hacer algo más, pero no supo exactamente qué y tampoco quería averiguarlo, porque podía ser peligroso.

—Gra-gracias—musitó ella nerviosa y con la voz entrecortada.

—No... fue nada—contestó él turbado, alejando rápidamente las manos de su anatomía.

Terminaron el juego y se fueron en busca de unas bebidas bien frías y refrescantes. Christopher se quedó conversando con Smith, con quien ya tenía bastante confianza y notó la insistencia de este en ver a Kaitlyn, de hecho, ya había notado su interés en ella desde la oficina, pero, ese día, su pretensiones eran más claras. Justamente delante de ellos, estaban el resto de los chicos bromeando y riendo a carcajadas, todos bastante relajados y desinhibidos, sobre todo ella, quien sonreía mucho, como muy pocas veces lo hacía en la oficina, parecía bastante serena, más joven y sin estrés.

—Parece que tengo competencia—comentó Smith a manera de broma.

—¿Sobre qué? —preguntó Christopher distraído.

—Con la señorita Johnson—le aclaró—.  Veo qué hay más de uno suspirando por su amor.

—Entiendo—quiso sonar desinteresado o eso quería lograr, porque la verdad, nada que tuviera que ver con ella, debía interesarle, a menos que fuera algo del trabajo—. Eso parece—agregó

—¡Qué suerte tiene su novio! — dijo Smith con sinceridad—. Porque dudo mucho que una mujer como ella, esté sola y la duda se sembró en el guapo hombre de ojos grises que atentamente lo escuchaba.

¿Tendría ella novio? Nunca se lo había preguntado y por supuesto que tampoco lo haría, su relación no iba más allá de lo laboral y así tenía que ser siempre, por nada del mundo eso podría cambiar.

Christopher se limitó a asentir, no debía hacer ningún comentario, no le correspondía meterse en la vida privada de sus empleados, pero, desgraciadamente la curiosidad, comenzaba a molestarlo.

Llegaron al bar del club, se sentó el equipo junto alrededor de una larga mesa, ordenaron sus refrescos, todos se quitaron sus lentes oscuros y siguieron bromeando, de repente, ciertas miradas prohibidas no tardaron en llegar, miradas de las que todo mundo era ajeno, salvo ellos dos. Christopher y Kaitlyn no sabían por qué aquello sucedía con tanta frecuencia, simplemente pasaba, se buscaban casi de forma involuntaria y eso empezaba a inquietarlos.

A medida que avanzó la mañana, un grupo de chicas se acercó en su dirección y entre ellas, estaba Camila.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora