Capítulo 21

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A la mañana siguiente, Christopher fue el primero en despertar y sonrió lleno de felicidad, al ver a la mujer más hermosa del mundo entero, dormida a su lado. Se apoyó sobre su codo para contemplarla a sus anchas, totalmente fascinado por aquel hermoso y angelical rostro, aquella larga cabellera esparcida en la almohada, su respiración pausada y lenta y sus carnosos labios, más enrojecidos de lo habitual, seguramente, producto de los intensos besos de la noche anterior. El edredón apenas cubría la mitad de sus senos, lo que le resultó de lo más sensual y tierno y con solo recordar lo que había pasado entre ellos, hizo que su piel se erizara. Con su pulgar contorneó suavemente su rostro y Kaitlyn comenzó a abrir débilmente los párpados, al abrirlos por completo y verlo ahí, tan cerca de ella, se ruborizó y él no pudo evitar sonreír.

—Buenos días—saludó el castaño con una amplia y atractiva sonrisa.

—Buenos días— contestó ella avergonzada, por aquella potente mirada— ¿Qué...qué hora es? —preguntó incorporándose con sus codos.

—Son las nueve—dijo Christopher con voz estrangulada, dirigiendo su vista a cierta parte de su anatomía que había quedado descubierta.

Kaitlyn sintió que su rostro ardió cuando se percató de que el edredón, se había movido y había dejado expuestos sus senos. El corazón le punzó en los sentidos y con mucha prisa, se cubrió. ¡Dios Santo, qué vergüenza!

—Lo siento—se disculpó, sin saber por qué exactamente.

Él tragó saliva con dificultad y tensó la mandíbula. Sus ojos brillaron más cuando volvió a verla a la cara y además, notó que estaba tan colorada como un tomate.

—N-No... me veas así—aquello pareció una súplica y el empresario entró en calor.

—¿Así cómo? —inquirió aproximándose solo un poco a su nervioso rostro.

—Así...así como lo estás... haciendo—expresó la castaña con la voz entrecortada.

—No estoy viéndote de ninguna manera en especial, simplemente, estoy mirándote—manifestó él acercándose más, su voz cada vez se escuchaba más ronca y cargada de necesidad.

—Christopher—logró musitar a medias, cuando lo notó muy cerca, peligrosamente cerca.

—Kaitlyn—murmuró, muy próximo a sus labios, tan próximo, que ella sintió su cálido aliento—no sé cómo lo hiciste, pero, no tienes idea de todo lo que me haces sentir y esto que siento por ti, admito que nunca lo sentí por nadie—suspiró—me encantas, me fascinas—rozó su boca contra la suya—te veo y todo mi cuerpo comienza a temblar, me atraes de una manera que...Dios, no te lo imaginas, me enloqueces peor que a un adolescente y me asombra todo esto que siento, es increíble, pero, más increíble eres tú, porque me tienes completamente loco por ti.

Ella se quedó sin voz, sintió la garganta seca y no pudo articular palabra alguna por los siguientes minutos, lo único de lo que era consciente, era de que, se moría porque volviera a tocarla, a besarla y acariciarla, a apretujarla contra su masculino y sexi cuerpo y que la volviera a hacer sentir mujer. Sí, eso quería.

—Me muero por ti—lo oyó decir aun en su ensoñación— soy adicto a tu boca a tus besos, a ti—susurró él mientras atrapaba su labio inferior y lo chupaba con majestuosa sensualidad.

¡Ufff!

—Yo también soy adicta a ti—jadeó Kaitlyn ya muy excitada, con apenas esos simples roces y devolviéndole el beso que con cada segundo que avanzaba, se intensificaba—soy adicta a tus caricias, a tus toques, a todo lo que tenga que ver contigo—agregó jadeante.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora