Capítulo 22

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Una vez lista, Kaitlyn bajó al restaurante a almorzar con sus compañeros, quienes ya esperaban por ella, pero antes, tomó un desvío a la farmacia. Esa misma tarde, regresaban todos a New York, el vuelo salía a las 17, así que tenían tiempo suficiente para disfrutar un poco más del hotel.

Desde que puso un pie en el lugar, Christopher, quien ya estaba almorzando en compañía de sus padres, la observó y no pudo desviar su atención de ella y esta, como si tal cual lo hubiese presentido, barrió el sitio con sus verdosos ojos en busca de algo y sus miradas se encontraron, los pozos grises del empresario brillaron de una manera distinta y Kaitlyn, sintió estremecerse debido a ello, tanto, que su apetito voraz, se esfumó de un momento a otro.

Un poco acelerada se sentó con los chicos, pidió una ensalada y una limonada bien fría, sentía la boca seca, las manos le sudaban a mares y el corazón casi se le salía del pecho, con todo ese sin número de sensaciones, se aventuró a buscarlo de nuevo y se encontró, con que seguía mirándola, lo que provocó que su rostro se calentara y le brindara un tímida y discreta sonrisa, que él también le devolvió fascinado. Ese hombre de verdad la enloquecía ¡Caray!

Más tarde, después del almuerzo, se dirigieron a una de las terrazas, todavía tenían hora y media para relajarse, antes de partir hacia el aeropuerto. Estaban todos, como siempre bromeando y conversando una que otra locura, cuando Christopher repentinamente apareció y se les unió, Kaitlyn casi que se atraganta con un cóctel que justo en ese instante estaba tomándose, sin embargo, pudo disimular bien su descompensado estado. En esa ocasión, no se aventuró a verle directamente a la cara, la vergüenza por lo que había pasado entre ellos la consumía y sus sentimientos por él, también eran más grandes.

—Christopher, Kaitlyn, se perdieron la fiesta de anoche, el ambiente en el bar se puso buenísimo, estuvimos ahí disfrutando hasta el amanecer— comentó Smith con una radiante sonrisa, mientras se tomaba una coca cola light.

—Sí, me lo imagino—expuso el castaño, intercambiando una fugaz mirada con cierta hermosura del grupo que lo tenía perdidamente enamorado—y aunque me apena no haberlos podido acompañar, la verdad no me arrepiento, porque mi noche estuvo mejor de lo que esperé—continuó diciendo y Kaitlyn sintió que iba a colapsar— es que estaba tan casado, que me dormí tan pronto como llegué a mi habitación.

La castaña carraspeó nerviosa.

—Sí, yo... yo también estaba muy cansada anoche—expresó ella, fingiendo naturalidad—ni siquiera recuerdo el momento exacto en el que me quedé dormida—añadió impaciente, sintiendo que alguien estaba taladrándola con la mirada, de pronto, sintió el móvil vibrarle en el bolso y no pudo evitar sonreír al leer el contenido de aquel mensaje.

—¿Te habían dicho lo hermosa que te ves cuando te ruborizas? —Me encanta verte así, pero más me encantas tú, ¿te irías conmigo hoy?

—En realidad, no, eres la primera persona que me lo dice, pero, gracias—contestó esta, seguido de un emoji apenado— Y con respecto a tu pregunta, me parece que tendré que declinar en esta ocasión también, los chicos podrían sospechar y los señores Miller igual, además, no quisiera que diéramos de qué hablar.

—Tienes razón, es solo que, quiero aprovechar a tu lado el mayor tiempo posible y después de lo qué pasó entre nosotros, me es difícil resistirme a lo que siento.

Al terminar de leer ese mensaje, ella sintió que se quedó sin oxígeno, el estómago se le encogió y tuvo la sensación de miles de maripositas revolotear en su interior.

Christopher, no deberías decirme estas cosas, por favor, no sabes lo que me haces sentir.

—Dímelo entonces, dime tú también lo que sientes, porque yo no puedo dejar de decírtelo, está es la única manera de la que puedo expresarte lo que siento, por ahora, después voy a demostrártelo de todas las formas que me sean posibles.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora