Christopher fue consciente de que estaba demostrando demasiado las emociones y sentimientos que Kaitlyn había despertado en él, así que se propuso controlarse por su bien, por el de ella y por supuesto, por el bien de su novia, quien no merecía que estuviera pensando en otra mujer y aunque no pudiera evitar pensar en la castaña de ojos verdes, desearla y sentirse perdidamente atraído hacia ella, al menos, intentaría mantenerse alejado y hablar estrictamente sobre asuntos laborales y no es que hablaran de otros temas, pero, por desgracia, habían cosas que últimamente se le estaban saliendo de las manos y eso no era nada leal ni profesional de su parte.
Y así lo hizo, esa semana, como todas, se reunieron desde temprano a trabajar, desde que iniciaba la jornada laboral, hasta que terminaba e incluso, siempre se quedaban varias horas después, ya solo les quedaban dos semanas para terminarlo y a Christopher, le costaba y mucho, contener todo lo que sentía, era una verdadera tortura desear hasta los huesos a la bella mujer que trabajaba con él, era inevitable no verla cuando estaba distraída o cuando hablaba, era inevitable no anhelar esos labios y besos que lo habían vuelto loco desde que conoció su sabor.
Por su parte, Kaitlyn, se encontraba en la misma situación, era muy profesional, esa era su principal cualidad, actuaba con profesionalismo y a pesar de todo lo que el magnate la hacía sentir, se había propuesto no demostrarlo y guardarlo bajo llave en un lugar de su corazón a donde nadie tuviera acceso, al final, no tenía sentido, ni fundamento, que siguiera albergando esperanzas o que se hiciera ilusiones con una persona lejos de su alcance.
Al finalizar ese día, ese viernes por la noche, ya cansados de trabajar, decidieron parar, la cabeza ya no les daba para más y el agotamiento era tremendo.
—Creo que por esta semana, ha sido suficiente trabajo, me siento de verdad agotado—expresó Christopher, mientras deshacía el nudo de su corbata gris.
—Tienes razón, yo estoy igual, creo que dormiré todo el fin de semana—comentó Kaitlyn con los parpados cerrados y llevando una de sus manos a su nuca al sentir cierta rigidez en esa zona—. El castaño sintió que algo dentro suyo despertó al verla hacer ese gesto que le pareció de lo más sensual ¡Dios Santo!
Negó con la cabeza y trató de alejar esos impertinentes pensamientos, no podía ni debía claudicar, debía seguir firme, como lo había hecho los últimos días. Era increíble, que ni en sus años de adolescencia o cuando era un jovencito de preparatoria, se sintió tan afectado por ese tipo sensaciones, como se sentía en ese momento, siendo ya un joven maduro de veintiocho años ¿Qué le estaba pasando? Y no podía decir que eso se debía a la falta de coito, porque precisamente esa semana, él y Camila, habían intimado casi todas las noches y ni así, estaba satisfecho y aunque las relaciones sexuales son su novia siempre habían sido buenas, lo que sentía por Kaitlyn, era algo descomunal, superior, algo de otro nivel que jamás, pero jamás, había experimentado.
—Christopher—lo llamó Kaitlyn, interrumpiéndolo de sus cavilaciones.
—¿Umm? — jadeó él un poco desorbitado.
—Con todo esto del trabajo, olvidé pedirte la dirección de tu casa.
—Sí, cierto, también lo había olvidado, déjame y la envío a tu WhatsApp—Listo, puedes revisar ya.
Kaitlyn sacó su iPhone y casi se cae de la silla al ver el contenido, era nada más y nada menos, que el vecindario más caro de todo New York, Upper East Side, la zona con más categoría, donde solo familias multimillonarias y celebridades residían ¿Pero, qué más podía esperarse?
—¿Sucede algo? —indagó Christopher, al percatarse de que se había quedado pensativa.
—No, nada, solo recordé que... tengo algo que hacer.
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Irresistiblemente Prohibido
Storie d'amore🥇 #1 en Categoría Atracciones 06/06/19 🥇 #1 en Categoría Admiración 18/01/23 🥇 #1 en Categoría Pasión 15/06/20 Cristopher Miller, es hijo de un empresario multimillonario, dueño de una Franquicia de telecomunicaciones reconocida a Nivel Internac...