Capítulo 17

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La noche transcurrió alegremente entre risas, bailes y bromas, la fiesta estaba resultando estupenda y los invitados, estaban más que satisfechos disfrutando. Christopher y Kaitlyn no habían tenido ni la más mínima oportunidad de saludarse, todo se había limitado a un constante intercambio de miradas que podía decirse, era inconsciente. Estaban todos los miembros la junta directiva en una misma mesa riendo, o al menos, la mayoría, bromeando entre ellos, de pronto, el empresario se acercó con su novia y la castaña, no se atrevió a levantar la mirada, porque no quería verlos juntos.

—Christopher, Camila, acompáñennos un rato, por favor—los invitó Smith—. Nos estamos divirtiendo mucho por aquí.

Ellos se sentaron de inmediato, comenzaron a conversar y Kaitlyn se limitó a permanecer en silencio.

—¿Y cómo la están pasando? ¿Los han atendido bien? —quiso saber Christopher.

—Más que bien, de hecho, no podemos quejarnos—admitió Joan con una amplia sonrisa—. De verdad que hemos disfrutado mucho esta noche, gracias por invitarnos, jefecito—bromeó.

Todos rieron.

Siguieron conversando amenamente, carcajeándose de una que otra locura u experiencia loca, que alguno compartía de su vida, cuando de repente, salió a relucir el asunto del matrimonio, ya que uno de los chicos, Tomás Anderson, gerente de administración, pronto iba camino al altar y estaban planeando hacerle una despedida de soltero.

—Bueno, entonces, pronto tendrán que organizar otra despedida de soltero—anunció Camila muy orgullosa, entrelazando sus dedos con los de su apuesto novio—Christopher y yo, estuvimos hablando y planeamos comprometernos pronto, así que, pronto recibirán la invitación de nuestra boda—les guiñó un ojo y Kaitlyn sintió que de pronto dejó de respirar, seguido un fuerte dolor en la caja torácica, alzó su mirada y se encontró con la del castaño, quien la veía de una manera que no supo describir y muchos menos descifrar.

—Enhorabuena, muchísimas felicidades, chicos, ustedes hacen una estupenda pareja—expresó Smith con sinceridad y todos los demás también se unieron a las felicitaciones.

—La despedida de soltero de nuestro jefecito tiene que ser en grande—comentó Joan.

—Eso sí, nada de mujeres, por favor, ni modelitos, ni strippers—les advirtió Camila en tono de broma.

—Así qué chiste—replicó Smith y todos volvieron a reír.

Christopher se había quedado prácticamente mudo y lo único que pudo hacer, fue sonreír, de igual manera estaba Kaitlyn, quien aparentemente reía animada, sin embargo, todo su interior estaba a punto de colapsar, no soportaba seguir más ahí, anhelaba poder salir e irse a su casa, anhelaba estar sola y liberar el repentino nudo que se había instalado en su garganta, quería alejarse de todos y esconderse bajo las sábanas de su cama y no salir de ahí en mucho tiempo.

—Chicos, ahora vuelvo, necesito tomar una llamada—dijo esta, mostrando su mejor sonrisa y toda la serenidad que pudo aparentar—. Tomó su cartera de mano, se levantó y caminó sin saber exactamente que rumbo tomar. Salió de ahí y caminó a otra parte del inmenso jardín, se dirigió por un sendero que guiaba a lo que parecía ser un laberinto entre arbustos y cipreses iluminados, con unos pequeños faros a cada lado, se veía realmente hermoso, casi se sentía como Alicia en el país de las maravillas y la noche le daba un toque mágico y podría decirse, que también romántico. Siguió avanzando hasta llegar al centro y se quedó anonadada con una despampanante y enorme fuente iluminada. No pudo más con la opresión que sentía en el pecho y de sus bonitos ojos, escaparon unas espesas lágrimas, lloró en silencio, aunque no como quería, pero tampoco podía desarmarse en una casa que no era suya y menos, con tanta gente cerca, aunque ahí se encontraba sola y estaba segura, de que, nadie podía verla ni escucharla. Todo lo que estaba pasando le dolía y lo primero que hizo, fue marcarle a Nina, necesitaba hablar con alguien, necesitaba desahogarse, pero, desafortunadamente, su amiga no respondió. Se resignó a tener que volver a la fiesta, a donde no quería regresar, no obstante, no tenía ninguna excusa para dar y no debía hacerle ese desaire al señor Miller, quien personalmente la había invitado.

Irresistiblemente ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora