Capítulo 7

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Abro poco a poco los ojos, escucho levemente la voz de alguien cantando.

— ¡Ha despertado! – dice una mujer, veo el techo y no digo nada.

— Rose... ¿Me escuchas? – pregunta Leo, tengo la boca seca. – Si me escuchas parpadea – ordena y obedezco.

Revisa mis ojos, chequea mi pulso y anota algo en una tablilla, siento mucho frío, me duele el cuerpo, tozo y siento un dolor terrible en el pecho que me hace gritar con fuerza.

— Tranquila, de seguro ya has de sentir frío – dice Leo – Pero mira, casi has derretido el hielo. – no digo nada, me siento muy débil. – Te ha dado una fiebre que no hemos visto en años, no sé si tus neuronas están bien, pero espero que lo estén.

— Ya traemos la bata seca y una sábana. – dice una enfermera de cabello castaño.

— Bien, pongan la sabana en la silla, hay que cubrirla – dice, coloca mis brazos en su cuello y me levanta, mi cuerpo esta mojado, la enfermera me recibe en una silla de ruedas y comienza a subirme con una sábana y luego una cobija pequeña. – Quítenle las bandas, el quirófano está listo para entrar.

Cierro los ojos unos instantes, me recuestan en una camilla, la luz es intensa.

— Tranquila Rose, todo va a salir bien, estas en las mejores manos de España – dice Leo.

Comienzo a sentir mucho sueño, me ponen una mascarilla y no sé nada más.

— ¿Rose? – pregunta Leo.

— Quiero agua – susurro.

— Deja que pase el efecto de la anestesia – indica.

— Tengo sed – digo.

— Lo sé, pero deja que pase un poco de tiempo. – acaricia mi cabello. – Ya vinieron familiares, un hombre que se llama Paul y dos chicos, Jamie y James. – cierro los ojos un momento – Cuando estés mejor, podrás verlos – sonríe y revisa mi pulso.

Siento que duermo durante mucho tiempo, abro los ojos de golpe, quiero despertar y veo a James.

— Rose – susurra y se acerca a mí, toma mi mano y acaricia mi cabello. – ¿Cómo te sientes? – pregunta.

— Mejor – contesto.

— Paul está afuera, Jamie está en tu departamento, ya tiene los papeles de su hijo – escuchar eso me saca una sonrisa.

— Era el objetivo de venir hasta aquí – contesto.

— Rose – dice Leo – ¿Cómo nos sentimos? – pregunta.

— Bien – contesto.

— ¿Qué tal el dolor de las costillas? – pregunta.

— No me duele en realidad, solo siento una presión en mis costados – contesto.

— Si, tienes unas bandas que permiten tus costillas estén en su lugar.

— Tengo sed – digo.

— En un momento viene la enfermera, tienes que recuperarte – dice y anota en la tablilla. – Me diste el susto de mi vida – confiesa.

— ¿Por qué? – pregunto.

— Nunca habíamos tenido a una paciente con una fiebre tan alta como la tuya, ya no reaccionabas, casi derretiste los hielos de la tina. – dice – Fue una dura y larga noche.

— Lo siento – digo y él sonríe, su sonrisa me hace sonreír.

— Lo importante es que ya estás bien, los policías se han ido, no sé muy bien lo que ha pasado.

SEDÚCEME COMO NUNCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora