Los días pasan y cada vez me siento más culpable, no intercambio nada más que solo mensajes con Ian, pero cada vez me siento preocupada, enamorada y decepcionada al mismo tiempo.
— Rose... ¿te pasa algo? – pregunta James, me pongo nerviosa y miro a otro lado.
— No – contesto tratando de disimular.
— Rose, no te conozco de una noche – dice.
— Lo sé, pero no pasa nada – digo, meto las manos en los bolsillos de mis pantalones.
— Oye Rose ¿me ayudas? – pregunta Jamie mientras me da a cargar a su pequeño.
— Claro – respondo.
Nathaniel es hermoso, me encantan sus ojos, cada vez que acerco mi dedo índice a su boca sonríe, lo muevo entre mis brazos y eso parece hacerle gracia.
— Te vez hermosa de mamá – comenta James, su comentario me incomoda.
— Si, pero no – respondo.
— ¿A que te refieres? – pregunta.
— Nunca he querido tener hijos – contesto.
— Pero, mírate luces hermosa.
— Tal vez porque no lo parí – digo dándole la espalda.
— No lo dije para incomodar.
— Pues lo hiciste – digo un poco molesta.
— Rose, solo fue un comentario, no es como que vamos a tener hijos. – dice, definitivamente no vamos a tener hijos.
— No la hagas enojar hermano – dice Jamie, James levanta las manos a forma de rendición.
Tomo un taxi con dirección a la casa de Paul, los dejo un rato solos, espero no tengan ningún problema, me pongo a pensar por un momento como dejar a James, pero no encuentro ningún plan lógico, mis planes y pensamientos desaparecer con el tono de llamada de mi celular.
— Rose... ¿Cómo has estado? – pregunta Ian.
— Bien – contesto.
— No te portes tan seca, nadie va a creer nuestro repentino amor.
— Ian...
— Sé que me vas a pedir tiempo, pero eso es lo que menos tengo. – responde.
— ¿A que te refieres? – pregunto.
— Nada, solo que es mejor que hagas las cosas a prisa.
— No es fácil, además... aún no tenemos ningún acuerdo.
— Sé que puedo creer en tu palabra.
— Si – respondo.
— Perfecto, en cuanto llegues a Nueva York nos pondremos nuevamente en contacto, necesitas solucionar muchas cosas o mejor dicho, necesitamos.
— Está bien – digo.
— Te mando un beso – dice mientras hace el sonido de uno.
— Igual – respondo, su acto me hace sonreír.
— Hasta pronto.
Miro entre las calles y digo:
— En la esquina, donde está el taller – indico y el taxista asiente.
— Es usted la clienta menos platicadora que he tenido en toda la vida – dice el taxista.
— Quizá si le cuento mi vida se sorprenda mucho – respondo y sonríe.
ESTÁS LEYENDO
SEDÚCEME COMO NUNCA
RomanceDespués de muchas confusiones en la vida y relación que tienen Rose y James, sus intentos por olvidar lo, han sido fallidas, al igual que los intentos por volver a conquistarla, pues al parecer Rose no solo esta en el corazón de James, sino también...