Ashton se inclinó para depositar uno de esos devastadores besos en su boca en su siguiente aliento. Luke continuó con la rítmica fricción de su miembro contra el clítoris de Elizabeth, al mismo tiempo que le mordisqueaba despiadadamente los pezones con la boca.
Cada vez que la tocaban, nuevas sensaciones se derramaban sobre ella como miel caliente que rápidamente se convertía en fuego líquido. Estaba flotando, hundiéndose, implorando…
—Más. —La palabra escapó de sus labios con un jadeo urgente.
Luke la besó por encima de los pechos, resollando sobre su cuello. Ella se estremeció, y Ashton la inmovilizó con otro beso devorador. La boca del hombre parecía decir con cada envite de la lengua que quería algo que sólo ella podía darle. Lo que era mentira, pero tan, tan efectiva.
Elizabeth apostaría lo que fuera a que cuando Ashton posaba su boca sobre una mujer, no había nada que ésta pudiera negarle.
Cuando más maravilloso era, cuando Luke le mordisqueó el lóbulo y la rodeó con sus brazos, las sensaciones se volvieron aún más intensas. Elizabeth se arqueó contra su poderoso y musculoso pecho, odiando repentinamente la camisa —cualquier prenda— que se interpusiera entre su piel y la de ella.
Elizabeth jamás había imaginado que pudiera desear de esa manera a un hombre tan irritante, pero lo hacía. ¿Por qué?
—¿Qué más quieres? —el sedoso susurro de Luke se deslizó por su espalda, luego pareció acariciarla en aquel lugar mojado que suspiraba dolorosamente por él.
¿Cómo conseguía hacer eso con un simple susurro? ¿Cómo lograba que el sonido se clavara directamente en su clítoris?
Ashton levantó la cabeza para oír su respuesta.
—Me siento genial —fue todo lo que ella pudo susurrar en respuesta.
Dudaba que pudiera decirles algo que ellos no supieran ya.
—Puede ser todavía mejor —le murmuró Ashton en el otro oído.
«¿Mejor? Que dios la ayudara».
Por lo general, Elizabeth estaba hecha de una pasta muy dura. En lo único que no había ganado a sus hermanos había sido en una lucha cuerpo a cuerpo. En todo lo demás: en soportar el dolor, en aguantar la bebida, en velocidad, en resistencia… les había vencido al menos una vez.
Pero ese placer aplastaba su voluntad.
—Si deseas más, te lo daremos. Quiero ponerte boca abajo sobre la mesa de la cocina y observar cómo Ashton te succiona el clítoris mientras tú me succionas a mí.
Con los ojos nublados de deseo, Elizabeth dirigió la mirada a la susodicha mesa. Podía imaginar la escena. Con mucha facilidad. Jamás le había hecho una mamada a un hombre, pero lo intentaría. De hecho, le encantaría conseguir que al señor tipo duro se le aflojaran las rodillas. Y si un beso de Ashton era el cielo, no podía ni imaginar lo fabuloso que sería con el sexo oral.
Pero el tono desafiante de las palabras de Luke le molestó. ¿Acaso pensaba que todavía le tenía miedo?
—Esta bien —dijo Elizabeth e inspiró profundamente.
—Será mejor que esperes a oír a qué estás accediendo.
—Luke —lo interrumpió Ashton con el ceño fruncido.
Un buen trozo de músculo dorado quedó a la vista cuando Luke levantó una mano.
—Debe oírlo todo.
Dirigiéndose a ella otra vez, Luke la tomó por las mejillas y la forzó a mirarle a los ojos.
—Luego quiero llevarte a la cama y observar cómo Ashton hunde su miembro profundamente en ti mientras jadeas y gritas y te corres. Mientras él está en ello, yo me ocuparé de tu dulce culi*to, y te follaremos a la vez. Juntos. Con fuerza. Durante toda la noche. Hasta que estés agotada, saciada, exhausta.
El calor y la alarma la atravesaron a un mismo tiempo. La idea le atraía de una manera prohibida. Jamás había imaginado de verdad cómo sería estar con dos hombres. Pero ahora lo hacía. No dudaba que estos dos la harían gozar. Pero ella quería conservar su virginidad… no importaba cuánto le costara.
Y además, había algo en las palabras de Luke que la irritaba. Sonaba como si sólo quisiera… utilizarla. Como si ella fuera una mujer cualquiera que hubiera conocido en la barra de un bar y la hubiera llevado a casa para un polvo rápido.
—Luego volveremos a poseerte —continuó Luke con voz ronca—. Dormiremos una hora y volveremos a tomarte otra vez, tan dura y profundamente que no podrás andar ni sentarte durante una semana. ¿Qué te parece, gatita? ¿Entiendes ahora de qué va todo esto?
La mirada en su cara era la de un auténtico depredador. La deseaba. Para follar. Nada más.
No le importaba si con ello la ayudaba o no.
Elizabeth tragó saliva, intentando pensar a pesar del deseo, la cólera y la confusión. «Separa los hechos de las emociones», era lo que su padre le había enseñado. Tal y como ella lo veía en ese momento, Luke parecía una persona anormal, lo que probaba que quizá las primeras impresiones eran las correctas.
—Acudí a ti para pedirte un favor, y actúas como si estuvieras ante un rollo fácil de usar y tirar.
Luke se encogió de hombros.
—Un favor… vaya. Pues eso es lo que estoy haciendo. Si puedes seguir el ritmo que Ashton y yo te marquemos durante una noche, sin duda estarás preparada para todo lo que quiera ese niño bonito. ¿Te apuntas o no?
—En primer lugar, tengo intención de conservar mi virginidad para Harry. Ya te lo dije.
—Genial. Supongo que tu cu*lo y tu boca acabarán descocidos, pero puedo vivir sin tu feminidad, gatita. ¿Y tú, Ashton?
Elizabeth dirigió la mirada al moreno y alto seductor. Él se tomó su tiempo antes de responder.
—Yo no tomaría nada que Elizabethno quisiera dar.
—¿Ves? — Luke le dirigió una tensa sonrisa—. Así que ya está todo resuelto. Súbete a la mesa.
Ella le observó cerrar los dedos sobre el botón superior de los vaqueros y, con un movimiento rápido de la muñeca, lo abrió, revelando durante un instante la piel dorada de aquel tenso abdomen.
Los nervios de Elizabeth se crisparon. Sandeces. Actuaban como un par de lobos hambrientos. ¿Acaso esperaba él que ella se subiera a la mesa y se convirtiera en la merienda?
¿Acaso pensaba que iba a abrirse de piernas, hacerle una mamada y…? No.
Ella no había ido allí buscando un final feliz. Pero había pensado que al menos le explicaría cómo funcionaba esa clase de sexo. Y si había que hacer una demostración, deberían ir despacio, haciéndola sentir segura. Ese placer era algo que ella daría y recibiría. No algo tosco y rudo pensado para ahuyentarla.
Elizabeth comprendía lo que había querido decir Luke con que las palabras no eran suficientes. Pero ahora su cuerpo se había enfriado —más con cada palabra que él decía—, y la lógica ocupaba su lugar.
—En segundo lugar —continuó ella—, no me gusta tu actitud. Actúas como si yo fuera sólo una más. Como si con tal de tener un agujero húmedo en el que meterte, fueras feliz.
Luke se quedó pensativo, como si estuviera considerando la idea.
—Eso es bastante preciso. Tú aprendes. Nosotros disfrutamos. Todos salimos ganando.
Súbete a la mesa.
¿De verdad creía que la iba a mangonear?
Elizabeth observó cómo Luke se bajaba la cremallera. Ashton se quitó la camisa por encima de la cabeza y la tiró al suelo, exponiendo un pecho ancho y lampiño con escasos bellos bajando a la parte del ombligo y montones de músculos de piel aceitunada.
El latir frenético del corazón de Elizabeth y su salvaje y agitada respiración indicaban algo más profundo. «Miedo». Eso era lo que sentía ahora. Cruel e implacable. No importaba lo que le hubiera enseñado su padre, no podía ignorarlo. No podía continuar adelante para enfrentarse a eso. Si los dejaba, caerían sobre ella y utilizarían cada parte de su cuerpo hasta que quedara exhausta, luego la enviarían a casa sin volver la vista atrás. La arrollarían y esperarían que ella siguiera el ritmo. Serían rápidos y violentos. La atacarían, la golpearían, la follarían. Quizá a Ashton le importara su poca experiencia, pero no lo conocía tan bien como para asegurarlo. Luke había dejado bien claro que sólo la veía como sexo fácil, y nada más.
«¡Bas*tardo!»
Recogió su ropa del mostrador, se puso los pantalones y se abrochó la blusa sobre los pechos. Se aferró a la ropa interior como si le fuera la vida en ello.
—Vine a pedirte un favor.
Mal*dita sea, odiaba que le temblara la voz.
—Y tenemos dos duros miembros preparados para concedértelo —le aseguró Luke—. Un favor con favor se paga. Súbete a la mesa.
—No. Acudí a ti porque pensé… —Elizabeth negó con la cabeza—. Siempre te comportaste como un bast*ardo cuando trabajabas para mi padre, siempre te mostraste distante. Pero jamás me habías parecido un mercenario despiadado. Ahora veo que estaba equivocada.
Ashton dio un paso hacia ella.
—Elizabeth.
—¡Quieto! —ella retrocedió—. Luke me acaba de tratar como si fuera una fulana sin valor. Y tú lo has permitido.
—Te has ofrecido como si lo fueras —intervino Luke—. ¿Qué esperabas?
—¡Vete al infierno! —les dio la espalda y se metió el sujetador y el tanga en el bolsillo.
—Ya estoy allí, gatita. Estoy tan duro que el resto de mi cuerpo se ha quedado sin sangre
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Fantasía Prohibida - Luke Hemmings y Ashton Irwin
Fiksi Penggemar¿Cómo puede una chica inocente atraer a un famoso y atractivo cantante al que la prensa sensacionalista atribuye prácticas sexuales para las que ella no esta preparada? Elizabeth Jones esta decidida a hacer cualquier cosa para convencer al hombre de...