TREINTA Y CUATRO

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Ferlu.

Abrí la puerta de mi habitación y al dar un paso me tropecé con algo. Tuve que colocar las manos delante de mí para no tragarme la pared de enfrente. Me giré para ver con lo que me había tropezado y al ver que se trataba de la ropa de mi madre, puse los ojos en blanco y le di una patada apartándolas de allí.

Estaba harto de que mi madre dejara toda la casa echa una mierda por mucho que yo la ordenase cuando me daba algún que otro venazo.

Me dirigí hacia el baño apartando con patadas la demás ropa que había por el suelo. Me apresuré dándome una ducha rápida antes de que se despertase y tras terminar volví a mi habitación para cambiarme de ropa. Salí de mi habitación tras vestirme dispuesto a marcharme para ir a trabajar, pero la puerta de la habitación de mi madre se abrió justo cuando pasé por su lado.

—¿Has preparado algo para comer?— preguntó con la voz adormilada asomándose un poco por la puerta de su habitación.
—¿Qué?— pregunté desconcertado mientras me abrochaba el cinturón— búscate la vida al igual que lo hiciste trabajando como puta— cogí las llaves de la casa.
—Ferlu, ya habíamos hablado sobre esto— parecía cansada, pero me hacía dudar si era por discutir siempre por lo mismo o de chupársela a sus clientes.
—Me voy— la ignoré y cerré de un portazo.

No merecía la pena volver hablar sobre el tema, yo tenía razón y mi madre sólo es una cabezona. Siempre acabábamos igual cada vez que discutíamos sobre lo mismo, cada uno se iba para su lado, pero había veces que nos perdonábamos, cosa que duraba poco. Nuestra relación era una de tipo amor odio, pero aún así no entendía el por qué me seguía negando que no era su culpa que mi padre nos hubiese abandonado cuando yo era pequeño. Él nos dejó cuando se enteró que mi madre se metió a puta sin decirnos nada, a mí a la buena suerte y a mi madre por infiel, pero mi madre siempre puso la excusa de que lo hizo porque no llegábamos a fin de mes, cuando mi padre trabajaba en una empresa importante y ganaba más que ella al día.

Pero ella siempre lo negaba y siempre me decía que era por nuestro bien económico.

Sólo pensar de nuevo en aquello me cabreó y le pegué una patada a una lata que vi por la acera haciendo que al volar, cayese sobre el capó de un coche que estaba esperando a que el semáforo se pusiera en verde. El conductor bajó la ventanilla para insultarme y no tuve otra cosa que hacer que disculparme sin ganas, porque realmente no me arrepentía, me había quedado a gusto.

Llegué al Meidd Caffe entrando por la puerta trasera y vi a las chicas ayudándose entre ellas colocándose los últimos detalles del cosplay.

—¿Y Amy?— me preguntó Nami mirando detrás mía pensando que estaba tras de mí.

Me encogí de hombros en respuesta y me dirigí hacia mi taquilla para prepararme para trabajar. Recordaba por Zuro que Amy se fue de casa y no se sabía dónde estaba porque no se podía contactar con ella.

—Qué raro que llegue tarde...— dijo Vilma preocupada.
—Seguro que le ha pasado algo— dijo Marla frunciendo el ceño.
—Bueno chicas— dio Nami una palmada para llamar sus atenciones— vamos a trabajar, seguro que viene, luego nos explicará qué le ha pasado— las apresuró empujándolas un poco para que salieran a atender a los clientes que comenzaban a entrar.

Desaparecieron por la puerta dejándome sólo, me coloqué sólamente el delantal y me dirigí hacia mi puesto.

<<¿Estará bien?>>

Amy.

—¡Dime qué es mentira!— grité cuando vi el reloj.

Diana me miró raro.

—Es la hora que ves ahí, ¿por qué tiene que ser mentira?— dijo Tony sin comprenderme.
—¡Mierda, mierda, mierda!— dije mientras recogía cosas.
—Pero... ¿qué pasa?— preguntó Diana.
—¡Llegó tarde al trabajo!— contesté mientras me ponía las converse para salir pitando de allí.

Sin que les diese tiempo a decir nada, los aparté con algo de brusquedad de mi camino y bajé las escaleras corriendo hasta salir de su casa, miré la calle y sin pensarlo me dispuse a correr, no me acordé de que estaba en casa de Diana hasta que noté que raramente no me molestaba ni mi hermano ni sus amigos mientras dormía. Me parecía muy raro estar durmiendo tan tranquila sin que nadie quisiese llamar mi atención.

Llegué ante el Meidd Caffe abriendo la puerta trasera de golpe por el cansancio y vi a Vilma allí a medio vestir mirándome asustada.

—Joder, he llegado tarde— dije dirigiéndome hacia mi taquilla apurada.
—¿Qué ha pasado?— preguntó mientras me veía cambiarme.
—Ayer me fui de casa y me quedé en casa de unos amigos a dormir— contesté sin dejar de hacer cosas—desgraciadamente viven lejos de aquí y he tenido que venir corriendo— cogí una toalla y me la pasé por la frente y el cuello para secarme la sudor.
—No pasa nada— sonrió Vilma— Nami lo entenderá.
—Me da igual si lo entiende— cogí una bandeja redonda de plata— trabajaré duro para que me perdone por la tardanza— le sonreí convencida y ella me sonrió en respuesta mientras negaba con la cabeza.
—¡Hasta luego!— me despedí de ella mientras me dirigía corriendo hacia el establecimiento.

El día se me pasó volando, Nami y Marla me preguntaron por la tardanza, les conté lo mismo que a Vilma y les dije que les compensaría hoy trabajando duro.

Con tanta clientela, no me acordaba de que Ferlu también trabajaba allí, por lo que le agradecí a mi subconsciente que lo olvidase, pero cuando acabó mi jornada, fue cuando me percaté de su presencia, aún así lo ignoré.

Me cambié de ropa cuando terminé de recogerlo todo junto con las demás y salí de allí, iba tan distraída mirando el suelo y estaba tan cansada, que alguien me tuvo que chiflar para llamar mi atención.

Tuve que parpadear para enfocar mi vista y ver que era él.

—¿Nos vamos?— me preguntó ofreciéndome un casco de la moto donde estaba apoyado.
—¿Qué?— pregunté extrañada— ¿A dónde?

El abrió los ojos sorprendido y ahí fue cuando me acordé que había quedado con él a esta hora.

—Dios— me llevé la mano a la cabeza— lo siento Zael, no lo había recordado— me sentía realmente mal.
—No pasa nada— sonrió— ya me compensarás con otra quedada la próxima vez.

Suspiré.

—Dormí anoche en casa de una amiga y tengo puesta la misma ropa de ayer, he venido corriendo a trabajar y ahora huelo a mono— dije poniendo cara de asco, lo que provocó que se riese a carcajadas— no te rías, necesito una ducha y ropa limpia— le dije con un puchero.
—Está bien...— se montó en la moto— ¿Te llevo a tu casa entonces y te preparas para salir?— me preguntó tendiéndome de nuevo el casco.
—No, a casa no— me negué completamente. Allí era el único sitio a donde no quería ir ni queriendo. Así que me coloqué el casco y me monté sin pensármelo.

—¿Te llevo a mi casa entonces?— me preguntó— no hay nadie y seguro que la ropa de mi hermana te queda bien— se encogió de hombros.

Lo dudé un par de segundos y acabé aceptando mientras oí rugir el motor de la moto.

Arrancó la moto y como era la primera vez que me montaba en una, me abracé a él fuertemente provocando que se riera un poco.

Esto iba a ir para largo.

Esto iba a ir para largo

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