CUARENTA

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Sanji.

Al día siguiente de haberme cabreado con Zuro, me comunicaron que el viejo había muerto.
Me pasé los días encerrado en la cocina del restaurante sin abrirlo, con una botella de alcohol del malo en la mano y más de un paquete de tabaco sobre una de las mesas que había en la cocina.
El viejo había muerto y yo ahora me encontraba completamente solo, sin nadie. Aquello me oprimía por dentro y hacían que las lágrimas se me escapasen solas, me sentía frustrado, culpable, desesperado y eso sólo conseguía que me hundiera más en la oscuridad donde me encontraba.

Un día uno de los cocineros que resultaba ser el sobrino del viejo, vino al restaurante, encontrándome dentro de la cocina hecho una mierda tanto por fuera como por dentro.

—¿Sanji?— me llamó.

No conseguí moverme, sólo lloré más fuerte.

—Dios Sanji, ¿qué pasa?— se acercó a mí quitándome la botella de la mano y apartándome todos los cigarros de mi lado.
—Lo siento...— fue lo único que dije.
—¿Qué?— se agachó para verme la cara— Joder Sanji, es ley de vida, no tienes por qué culparte— suspiró, se le notaba también triste.
—Es mi culpa, lo siento...— volví a disculparme.
—Sanji, no digas idioteces— esta vez se levantó del suelo y comenzó a subir las persianas, abrir las ventanas para que se airease la habitación— Venga tío, ya basta de lamentos— se acercó de nuevo a mi— Vete a casa, dúchate y descansa un poco, anda— me levantó de la silla de dónde no me había movido desde que entré— Si te hubiera visto de esta manera, seguro que te hubiese dado en la cabeza con el cucharón— sonrió y yo también sonreí al recordarlo, el viejo me pegaba en la cabeza con el cucharón siempre que me equivocaba de ingrediente.

Finalmente, le hice caso y me fui a mi casa.

Cuando estaba yendo hacia el salón para ver la televisión, me llamó para decirme que vendría a por mí para irnos de fiesta, cosa que le negué, pero conociéndolo sabía que vendría a por mí de todas formas, así que me vestí para la ocasión y cuando llamó a mi casa, me fui con él y con un par de amigos suyos.

Aparcó al lado de una discoteca y entramos dentro.

El ambiente estaba animado y había muchas chicas guapas, por lo que me animé y entre los que estábamos comenzamos a beber, tanto, que todo lo que había a mi alrededor comenzaba a moverse.

—Sanji mira a esa tia— dijo Len mientras me la señalaba disimuladamente.

Le sonreí sin poder ver del todo a la chica y este me sonrió también acabando por adentrarse entre la multitud para hablar con ella, pero cuando volvió comenzó a reírse.

—Chica dificil, buenorra y con novio— se encogió de hombros— prueba tú— me sonrió.

Asentí con la cabeza mientras sonreía y me acerqué a la pista de baile para acercarme a ella, cada vez que la veía más de cerca pude reconocer quien era.

—¿Amy?— le dije algo sorprendido y ella se giró para verme quedándose igual de sorprendida que yo.

Amy.

—Amy, soy yo, Sanji— me abrazó y yo le abracé también, se le notaba que estaba peor que yo.
—Sanji— le llamé.
—Tia, ¿cómo lo haces para estar tan buena?— me dijo en el oído.

No le contesté, ahora temía por mi vida, temía por que se lo contara a Zuro.

—No sabes las ganas que tengo ahora de follarte— me dijo mientras se mordía el labio y sonreía.
—Sanji, tienes que dejar de beber— le dije apartándolo de mí.
—¡No!— me gritó juntándose a mí y me volvió a abrazar, pero esta vez me levantó del suelo y comenzó a andar tambaleándose.
—¿Sanji, qué haces?— me asustó— ¡bájame!— pataleé, pero hizo más fuerza para no soltarme.
—Oye chico, ha dicho que la sueltes— le dijo Zael sin presentar ningún tipo de emoción.
—¿Quién eres tú?— dijo dándose la vuelta conmigo en brazos, después sonrió— Su compañero de clase— concluyó con una sonrisa— te la ibas a follar, ¿no, desgraciado?— me bajó al suelo, pero me agarró del brazo.
—Y eso a tí qué te importa— le dijo tan borde que me dio hasta miedo.
—Mucho la verdad— dejó de sujetarme y me dio el vaso que se estaba bebiendo— Mi deber es protejerla de gilipollas como tú y comunicárselo a mi jefe— comenzó a reírse sólo.

¿Qué estaba diciendo?

Decidí acabarme la copa que Sanji había dejado a medias para sobrellevar este asunto.

—¿Quieres pelea?— le preguntó Zael a Sanji.

Este sólo sonrió y comenzaron a darse puñetazos, yo sólo me fui de allí, no quería verlos por más que me preocupasen, salí de la discoteca llorando, de fondo comencé a escuchar gritos de gente asustada.

Los porteros que habían fuera entraron de golpe cuando yo estaba saliendo y en un visto y no visto sacaron de dentro a Sanji y Zael.

Sanji se encontraba en un estado pésimo, inconsciente y los llevaba sus amigos los que suponía que habían ido con él, sin embargo Zael sólo se acercó a mí y me cogió de la mano con suavidad para después llevarme hasta el coche.

—Lo siento— fue lo primero que dijo cuando salimos por carretera.

Sólo suspiré.

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