SESENTA Y SEIS

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Zael.

Y aquí estoy ahora, en el centro comercial disfrazado de oso polar con un lacito rojo bajo la oreja derecha y un collar con un cascabel que resonaba por cada paso que daba.

Los folletos que me dio Nami para repartirlos se acabaron en menos de media hora, ahora sólo estaba paseando por el centro realmente nervioso, algún que otro niño pequeño se me acercaba junto a su madre para hacerse una foto conmigo, tras esto me ofrecían dinero, pero yo lo negaba, no estaba allí para ganarme la vida, estaba por el plan de mi hermana que... ¡DIOS ESTÁ AHÍ CON AMY!

¿QUÉ HAGO QUÉ HAGO?

—Perdona ¿te puedes hechar una foto con nosotras?— oí la voz de una chica la cual me sobresaltó.

Asentí con la cabeza y las chicas se hecharon una foto conmigo, tras esto alguien me dio un pequeño golpecito en la espalda.

Amy.

Nos dirigimos al centro comercial y lo primero que hicimos fue mirar en las tiendas de ropa, ya que él poco tiempo para la boda se nos echaba encima.

Nos pateamos todas las tiendas donde había ropa para las bodas o alguna que otra tienda donde había ropa elegante para vestir y finalmente, como si un foco del centro comercial intencionadamente apuntase a una tienda, fue allí donde finalmente todas nos compramos nuestros vestidos para la boda, ¡incluso Tony encontró su traje ideal! ¿Os lo podéis creer?

Tras pagar nuestra ropa por fin, Marla dijo de ir a alguna cafetería a tomarnos algo para relajarnos después de mirar tantas tiendas y todas aceptamos.

Nos dirijimos a la primera cafetería que vimos y juntamos dos mesas ya que éramos un grupo grande y una amable camarera nos atendió.

Tras un largo rato de charla, pagamos la cuenta y nos dimos otra vuelta por el centro.

—¿Te sientes mejor?— me preguntó Nami de repente.

Lo dudé por unos segundos, me lo estaba pasando muy bien, pero de vez en cuando me decaía.

—Si— dije no muy segura, ni yo sabía aún si me encontraba bien de verdad.
—¿Sabes qué te sentaría bien?— sonrió.
—¿El qué?— la miré extrañada.

Me cogió de la mano y me arrastró ante un oso blanco que acababa de hacerse una foto con un par de chicas, Nami le dio un toquecito en la espalda y este se giró.

—¡Hola!— saludó Nami.

El oso tardó un par de segundos en reaccionar y finalmente acabó saludándole con la mano.

—¿Me puedes hacer un favor?— el oso asintió— mi amiga está un poco depre, ¿le podrías dar un abrazo de oso?— se rió.
—No creo que un abrazo de oso lo solucione— le susurré a Nami.

Ella negó con la cabeza y el oso me abrazó con suavidad, juraría que hasta con cariño y después me abrazó más fuerte pegándome más a él.

Por alguna extraña razón aquel abrazó me reconfortó, me tranquilizó e incluso hizo que me olvidase por lo que antes lo estaba pasando mal.
No me quería soltar y aquel oso pareció que tampoco, pero Nami si lo hizo.

—¡Oye que nosotras también queremos un abrazo de oso!— hizo un pucherito.

El oso negó con la cabeza lo que me hizo sonreír y después le dio a las demás un abrazo grupal.

—¿Tienes algo que hacer?— preguntó Didi al oso.

Este se rascó la cabeza y después se encogió de hombros negando.

—¿Te vienes con nosotras?— dijo Vilma como si fuese una niña pequeña.
—¡Será divertido!— dijo Marla dando una palmadita en el aire.

El oso me miró y después aceptó la propuesta.

Nami después se acercó a él oso y le dijo algo en el oído a lo que él oso asintió y me ofreció la mano para que se la cogiese.

Miré a Nami frunciendo el ceño.

—¿Qué?— sonrió— nunca te verás en otra— se encogió de hombros.

Finalmente acabé aceptando la mano del oso y con él nos recorrimos de nuevo todo el centro comercial.

Alguna que otra persona lo paraba para hecharse fotos y algún que otro envidioso le decía de ir con ellos por el centro al igual que estaba haciendo con nosotras, pero el oso negaba y se aferraba más a mi mano.

Sinceramente este es el mejor cumpleaños de mi vida.

Zuro.

Todo estaba ya listo, la fuente de chocolate lo dejamos para lo último ya que ese era el regalo de Amy para este año, pero yo le tenía a parte de eso otra cosa preparada.

Nos dirigimos al salón y nos tomamos un par de cervezas para relajarnos, hasta que Sanji habló.

—Oye no es por fastidiar la fiesta, pero tengo muy mala espina— frunció el ceño y apretó el cigarro entre sus labios.

Y tal como dijo, en ese instante alguien llamó a la puerta. Miré la hora, las chicas aún tendrían que estar fuera, todavía no era la hora que acordamos para su llegada.

Arlong se levantó, fue hacia la puerta y la abrió.

—¡Zuro!— gritó mi nombre la chica.

Iba a pasar, pero Arlong le cortó el paso.

—¡Oye, aparta!— se quejó cuando Arlong no le dejó pasar.

La miré perplejo, no podía ser, ¿qué demonios hacía aquí?, ¿cómo me había encontrado? Esto no podía estar pasando.

—¡Zuro!— gritó mi nombre— ¿Ya no te acuerdas de mi?— se dignó a preguntarme.
—Desgraciadamente aún lo hago— me masajeé la sien.
—¡Estúpido déjame pasar!— le gritó a Arlong que pese a sus palabras no se movió de la puerta.

Todos la conocíamos, todos sabíamos quien era, aunque hubiesen pasado solo cinco años lo que hizo no sería perdonado en la vida...

  — Lárgate de aquí si no quieres que la cosa vaya a peor— dijo Diol sin mirarla.

— ¡Sólo vine para poder hablar contigo!— se quejó— llevo cinco años buscándote Zuro, me abandonaste...

— ¿Que te abandoné?— la miré sin creérmelo— si supiese que esto iba a pasar te hubiese matado en aquel momento— me levanté— Rubí, lárgate, esfúmate, desaparece, no vas a arreglar nada.

 —¡Sabes que aún te puedo hacer la vida imposible cielo!— gritó cuando Arlong comenzó a forcejear la puerta para cerrarla.

Tensé la mandíbula.

— ¡Y no dudes que lo vaya a hacer!— se oyó un portazo.
— Pensé que la habías matado— dijo Arlong furioso.
— La hubiese matado si no hubiésemos hecho el pacto Arlong— me dejé caer de nuevo en el sofá.
— No te queda otra que volverte a mudar Zuro— dijo Neol.
— ¿Puedo?— dijo Arlong sacando la navaja.
— ¿Y el pacto?— lo miré sin comprenderlo.
— Es un peligro para Amy, Zuro— lanzó la navaja en el aire y la volvió a coger.

  Miré  los demás quienes asintieron y finalmente acabé accediendo.

— Evita que derrame mucha sangre— le avisé.
— Eso será pan comido—  se relamió y salió corriendo.

Al menos esto no iba a fastidiar el cumpleaños de mi pequeña. 

A través de la ventana [RESUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora