SESENTA Y DOS

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Arlong.

Mi móvil vibró recibiendo un mensaje de Zuro, seguramente era algo de Amy y no me equivoqué.

"Reunión"

Esa sola palabra ya daba por hecho que se trataba de su hermana.

Volví a dejar el móvil sobre la mesita de noche y me froté los ojos, miré de reojo el reloj digital y resoplé al ver que eran las ocho de la mañana. Odiaba madrugar, me ponía de mal humor.

Me levanté lentamente de la cama, pero ella me sujetó del brazo.

—No me dejes sola...— susurró somnolienta.

Me giré para poder mirarla, no pude evitar sonreír.

—El deber me llama pequeña— le acaricié la mejilla con la mano que me tenía sujetada. Yo tampoco quería irme, nunca me encontraría de nuevo en la misma situación que ahora, pero las reglas son las reglas y debía ir a la dichosa reunión.
—¿Tardarás mucho?— hizo un puchero.
—No creo— fruncí el ceño— será rápido lo prometo— le besé la nariz.

Ella se acurrucó en el sitio pegando su cuerpo en la pared mientras que cogía la almohada para abrazarla. Vi que volvió a cerrar los ojos mientras que la oí respirar profundamente.

Me levanté de la cama no sin antes darle un beso en la frente y me vestí rápido ya que conociendo a Zuro se cabrearía por ser un inpuntual. Rodeé los ojos sólo de pensarlo.

Salí de casa recogiendo las llaves y guardándome una caja de mikado en la chaqueta. Desde que dejé aquello esto se ha convertido en algo primordial en mi vida, símplemente lo hacía para calmar aquellas tentaciones del pasado. Aún me llamaban...

Llegué finalmente a casa de Zuro y como era de esperar, sólo estaba Zuro sentado en uno de los sofanes individuales.

Una de las reglas de la reunión era que hasta que no llegase todo el grupo ninguno podía hablar, así que me senté en el sofá en silencio a esperar a que viniesen los demás.

Tras esperar un rato más, vinieron los restantes de golpe.

—¿Qué ha pasado ahora?— preguntó Sanji sentándose a mi lado.
—Amy no ha venido a dormir esta noche— contestó Zuro frunciendo el ceño— he llamado a sus amigos y a las chicas del Meidd Caffe y ninguno sabe nada de ella— miró a Neol.
—Zael no ha salido de casa desde que ocurrió aquello— le contestó a la mirada.

Neol fue el encargado de vigilar a Zael por si se volvía a acercar a Amy.

—Me dijo que se iba a tu casa y que volvería no más tardar sobre las nueve y no ha aparecido por aquí— acusó Zuro con la mirada a Ferlu.
—Cuando salí de la ducha ya no estaba en casa, pensé que se había ido contigo— frunció el ceño preocupado.

Ahora era mi turno ya que Sanji y Diol estaban mirando a un punto fijo seriamente.

—Ayer vino a mi casa— y de golpe todas las miradas se fijaron en mi— necesitaba hablar y me pidió dos favores— coloqué los pies sobre la mesa— uno, quedarse a dormir conmigo y dos...— paré de hablar a posta, sólo pensar que la relación de Amy y Ferlu iba a acabar me hacía felíz.
—Dilo ya Arlong— dijo Sanji intrigado.
—Me pidió que cortase contigo de su parte— miré a Ferlu.

Ferlu.

Abrí los ojos como platos.

—¿Qué?— logré decir.
—¿Qué le has hecho a mi hermana Ferlu?— me preguntó Zuro cruzándose de brazos.
—¿Yo?, ¡nada!— tragué saliva— Arlong, no digas mentiras de mal gusto...— intenté convencerme de que era una mentira lo que mis oídos habían escuchado.
—Regla número tres: no mentir— dijo Arlong encogiéndose de hombros— ella me lo ha pedido y sus deseos son órdenes para mí— se levantó del sofá.

Me quedé de pie sin creérmelo todavía, pero, ¿por qué?, la he tratado como a una reina, no le he hecho nada malo... sólo le he ofrecido todo mi amor...

—¿Tú has tenido algo que ver verdad?— le acusé furioso, ella estaba en su casa, seguro que él le comió la cabeza. Lo conozco y sabía cómo actuaba...

Él alzó una ceja sin cambiar su rostro serio.

—Hijo de puta— dije con toda la rabia que tenía acumulada en el cuerpo.

Me abalancé sobre él dispuesto a pegarle y reventarle la cara.

Arlong.

En un acto reflejo saqué la navaja que tenía guardada en el pantalón y la coloqué en su cuello haciendo que el retrocediera al instante.

—Arlong baja eso— dijo Sanji alarmado.
—¿Te has olvidado de quién soy Ferlu?— le pregunté sin apartarle la vista, mi yo del pasado salió a la luz.
—Arlong relájate— dijo Zuro acercándose un poco hacia mí, pero cuando lo miré de reojo paró.
—No es mi culpa que seas un gilipollas y hayas jugado con ella como si fuera una muñeca— noté el miedo en sus ojos— ¿recuerdas Ferlu? "Es nuestro ángel", ¿lo recuerdas?— le grité esto último.

Él asintió con la cabeza.

—A un ángel no se le hacen capulladas como las tuyas haciendo de su vida un infierno emocional el cual le provoca bajones— apreté los dientes.

Se quedaron en silencio, pero sin bajar la guardia.

Guardé la navaja haciendo que sus cuerpos dejasen de estar tensos y saqué mi caja de mikado para coger uno.

—¿Recuerdas Zuro?— le miré a él quién me miró algo asustado, pero intentó parecer calmado— regla número diez y la más importante— le di un mordisco al mikado— NO enamorarse de Amy y NO intentar nada con ella— mastiqué— y más de uno se ha pasado esa regla por el forro de los huevos— miré a Sanji por poner un ejemplo.

De nuevo se hizo el silencio.

—Y se acordó que quién incumpliese la norma más importante tendría un castigo— volví a hablar— pero ni tú has sido capaz de cumplirlo sabiendo quién la ha incumplido— miré de nuevo a Zuro— tanto protegerla y el único que lo hace correctamente soy yo— me encaminé hacia la puerta— estúpidos— escupí y cerré de un portazo.

Ferlu.

—¿Tú eres gilipollas?— dijo Sanji tras oír el portazo— ¡por porcas no nos matan pedazo de imbécil!
—Ya sabéis que él tiene a Amy como si fuese su diosa, tenéis que medir las palabras antes de hablar con él sobre ella— dijo Diol también algo asustado.
—Yo me largo— dije finalmente— no estoy de humor— me abroché la chaqueta dispuesto a irme de allí.
—¿Encima el quien se enfada eres tú? — dijo Sanji sin creérselo.
—¿Pretendes que tenga buena cara sabiendo que mi relación con Amy a acabado por culpa de ese puto psicópata?— levanté ambos brazos — ¡todos sabéis que a él también le gusta ella aunque siempre se haya guardado todo para él!— grité cabreado— ¿¡ES QUE NO LO VEIS!?— me tiré del pelo.
—Sólo la protege ya que sabe que una de las normas le impide estar con ella como quiere— le defendió Zuro pensativo—.
—Esto es el colmo— bufé.
—No tan rápido Ferlu— me paró Zuro al ver que me iba a ir de allí.

Lo miré sin comprenderle.

—No te marcharás de aquí hasta que cumplas tu castigo...

A través de la ventana [RESUBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora