CINCO

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Se suponía que vivía cerca, maldita sea a mi mente por pensar eso. Llegué a duras penas hacia su puerta y llamé agotada aunque con fuerza, ya que haber andado hacia tan lejos me había cabreado.

Se abrió la puerta lentamente.

—¿Se encuentra Arlong en casa?— le pregunté al niño que me abrió la puerta.

Este asintió con la cabeza.

—¡Arlong!— gritó cerrándome la puerta en las narices haciendo que cerrase los ojos con fuerza—¡una chica ha venido a verte!— estúpido crío, ¿y para avisarlo hace falta darme un portazo en las narices? Por esto mismo odiaba a los críos.

Tras unos segundos se abrió de nuevo la puerta encontrándome de lleno con la mirada almendrada penetrante de Arlong mirándome fijamente y vestido con tan sólo los boxers.

—Vengo a por los dulces— le dije sin importarme su atuendo sin apartarle la mirada.
—¡Ah si!— dejó la puerta abierta y vi que se encaminó lentamente hacia una habitación y al rato salió de ella con una caja— ten— me la dio.

Vi que ya estaba abierta y alcé una ceja.

—Dile a Zuro que me comí un par de pasteles por las molestias— me sonrió.

Suspiré.

—Gracias... supongo— fruncí el ceño.
—Nada, hasta otra— y me cerró la puerta.

Cada cual más insoportable, ¿qué clase de amigos tiene Zuro?

Me dirigí a casa con el paso ligero, mientras miraba la caja con aire distraído, estaba cansada y lo que quería era dormir, y pensar que la semana que viene era la semana de las recuperaciones me aliviaba, ya que no tenía que presentarme a ninguna y podía dormir tranquila e ir a trabajar descansada.

—¡Ya he vuelto!— dije mientras cerraba la puerta.
—¿Has traido los dulces?— me preguntó Zuro quitándole la vista a la televisión para mirarme a mí.
—Me ha dicho Arlong que se ha comido un par de dulces por las molestias— le redacté lo mismo que me dijo él al darme la caja y la dejé encima de la encimera de la cocina — así que no des por hecho que te haya dejado muchos, porque la caja pesa bastante poco— avisé mientras subía a mi habitación.
—¡Vale, gracias!— me agradeció.

Al llegar a mi habitación, cerré la puerta con pestillo.

—Estoy muerta...— dejé el bolso sobre la silla de mi escritorio y me tumbé sobre la cama cerrando los ojos acto reflejo, quedándome dormida al instante.

— dejé el bolso sobre la silla de mi escritorio y me tumbé sobre la cama cerrando los ojos acto reflejo, quedándome dormida al instante

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