Primer paso de tres

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A pesar de la hora tan tarde que era, no le importaba, tenía que ir a verle, tenía que tratar de negociar algo que ni siquiera había planeado, tenía que verlo, escucharle, sentirle, tenía que estar con él, ganarse su confianza.

Se adentró en la chimenea, tomó polvos flu y muy segura pidió ir al edificio de Draco, las llamas la consumieron y apareció en dicho edificio, se escuchaba la soledad, no estaban las chicas atractivas y altas, no se escuchaban los taconazos por el pasillo, no estaba 100% iluminado, solo la luna regalaba un poco de luz, Hermione sacó su varita y conjuro un lumos, mientras caminaba por el pasillo, todo era diferente a quince años atrás, más modernizado, esperaba que la oficina de Draco siguiera siendo la misma, pero, ¿por qué ella fue a altas horas de la noche? ¿Quién le aseguraba que él estaría allí?. Hermione, lo conocía muy bien, sabía que él estaría allí a tales horas, le gustaba tener todo listo para el día siguiente, se puso frente a la puerta que se suponía que era de Draco, suspiro de nuevo, recordando cuando ella había ido a confesarle de su embarazo, alzó su mano temblorosa, estaba entre tocarle o no, cerró los ojos y llamó a la puerta, no escuchó que nadie hablará del otro lado, quizás había tocado muy leve, volvió a tocar y nada, una tercera y última vez y de nuevo el silencio reinó, sin duda Draco había cambiado, puso tras de su oído un mechón que se le había escapado de la coleta, agacho la mirada y se dio media vuelta para retirarse, pero vio que frente a ella había un par de zapatos muy limpios y lustrosos, sintió miedo, tenía miedo, de poco a poquito iba alzando la mirada y apretaba con fuerzas la varita, cuando por fin alzó la mirada vio que era Draco, se puso una mano en el pecho y dio un respiro hondo.

– ¿Acaso eres un imbécil o qué? Casi me matas del susto...- le reclamaba antes de ser interrumpida por él quien había cruzado los brazos.
– ¿Qué haces aquí?.- su tono de voz era frío.
– Yo... bueno, vine hablar contigo.-
– ¿Sobre, qué?.- enfatizó demasiado la última palabra, ahora, ¿qué le diría Hermione? Se mordió un labio intentando conectar todo en su cabeza.
– De nosotros, de nuestros hijos.- la expresión de Malfoy fue en picada, abrió los ojos a la par tan grandes como fuese posible, ¿a qué se refería con "nosotros", "nuestros hijos"?
– Se más explícita.-
– De qué pasó hace 15 años.-
– Es obvio, me volví papá, perdí a mi mujer, pase por una crisis en el negocio, caí y me levanté en todo momento, enfermó mi madre pero estoy bien.- decía las cosas enumerándolas con los dedos, Hermione le dedicó una sonrisa ladeada.
– A mí también me ocurrió una desgracia de la cual me es muy difícil de hablar.- sintió el nudo en la garganta, y que las lágrimas querían salir, pero recordó que estaba allí para ayudar a Malfoy, no para contarle sus desgracias.
– Pasemos, no es correcto que estemos en el pasillo.- Draco abrió la puerta de la oficina y le cedió el paso, su oficina estaba muy cambiada, más lujosa aún más, pero todavía conservaba los marcos de fotografías que ella le había regalado a excepción que en los marcos no había imagen de ella, sino de las mujeres de Draco, su madre, su esposa y su hija, Hermione sonrió con tristeza, vio que éste se ponía frente a ella y le entregaba una copa.

– ¿Y esto?.- preguntó ella.
– Las penas siempre saben mejor con vino.-  Hermione alzo la ceja.
– Mi vida no ha sido del todo una pena, tengo un hijo hermoso, mi vida sufrió de una baja pero salí adelante, siempre enfrente de todos.-
– De eso no me queda duda.- dijo susurrando irónicamente cuando estaba a punto de beber.
– ¿Qué has dicho?.-

¡Demonios!, pensó así mismo, Granger le escuchó. Draco negó con la cabeza, exclamó un "ahh" de satisfacción, se relamió los labios y se sentó en la silla, no solía hacer esto pero, sin embargo la situación lo ameritaba, Draco Malfoy subiendo los pies al escritorio, poniendo tras de su cabeza sus manos y mirando a Granger.

– Cuéntame Todo de ti.-
– ¿Todo?.- dejó a un lado la copa y se sentó del otro lado del escritorio frente a él.
– Sí, en todo este tiempo, no he sabido de ti.-
– ¿Y hubiera sido de tu agrado saber de mí?.-
– Hubiera sido interesante leer de alguien nuevo en el Profeta, en vez de leer a Potter.-
– Tú mejor amiga está casada con él.-
– Pobre mujer, jamás lo hubiera pensado de ella.- negó su cabeza.
– ¡Oye! El amor es bonito cuando es mutuo, ¿no lo crees?.-
– El amor es solamente un falso sentimiento, no da mucho crédito alguno.-
– Oug, ¿tú qué sabes del amor? Solo estás pegado en el escritorio, no vives la vida, ni disfrutas a tu familia...- y se dio cuenta del error que cometió. Los ojos de Draco se intensificaron más en ella.
– ¿De dónde has sacado esa absurda idea?.-
– Rita, ¿quizás?.- mintió, entrecerró los ojos, no le gustaba verlo molesto.
– Esa mujer me tiene hasta la coronilla.- Draco señaló la parte superior de su cabeza y a los segundos se acarició la frente, de nuevo su cabeza le dolía pero ahora el dolor era más intenso, como si algo o alguien mejor dicho lo estuviera golpeando con un martillo, no quiso exagerar ni siquiera alarmar a Hermione, quien al notarlo así, se acercó a él preocupada, ella le hablaba pero el dolor lo sordeo. Cuando cerró los ojos para calmar el dolor, ciertas de imágenes llegaron a su memoria, una de ellas en la que en un cuarto elegante, quizás de hotel en París, con sábanas blancas y acolchonadas, yacía el cuerpo desnudo boca abajo de una mujer blanca con pequeños lunares en la espalda y cabello corto con suaves ondas, y él estaba sobre ella dándole una serie de besos y caricias por lo que era parte de la columna, solo escuchaba leves y dulces gemidos provenientes de la mujer sin rostro, no podía imaginar que fuera Astoria, de hecho no lo era, Draco sacudió su cabeza y miró a Hermione con la preocupación marcada en su rostro.

El secreto de Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora