Capítulo 3: Siempre Malfoy

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Hermione llevaba ya más de una hora recorriendo pasillos y aulas cuando empezó a entrarle el sueño. Estaba agotada y, para colmo, no había encontrado nada. Ni siquiera una pista de lo que pudiera ser aquel misterioso individuo del tren.

Suspiró decepcionada y empezó a caminar de vuelta hacia su torre.

«Ya es mala suerte. Ojalá hubiera encontrado al menos una pista», pensó.

De repente, un ruido a su espalda la hizo volverse.

«¿Qué ha sido eso?».

Unas pisadas se acercaban por el otro lado. ¿Sería Snape haciendo su habitual guardia nocturna? No. No podía ser Snape. Unos ligeros gruñidos venían de esa dirección. Gruñidos como de...

«¡Monstruo!».

Hermione comprendió enseguida la gravedad de la situación: estaba en mitad del castillo, a media noche, sola, con una posible criatura apunto de atacarla y con una varita para defenderse. Bueno, una varita es una gran arma, pero depende también de la criatura a la que uno se enfrente.

La sombra del ser se reflejaba en el suelo antes de que este girara la esquina. Hermione no se lo pensó dos veces; empezó una carrera desenfrenada por el mismo pasillo para alejarse todo lo posible de aquella cosa. ¿Qué sería? ¿Un trol? ¿Un elfo? ¿Un diablillo de los bosques? ¿O era un Mortífago?

Por fin, se paró para recuperar el aliento. Levantó la vista y miró atrás. La sombra casi había llegado a su posición.

«¡¿Pero cómo narices se ha dado tanta prisa?! ¿Qué clase de cosa corre así de rápido?».

Se puso en posición de correr cuando se dio cuenta de que estaba al final del corredor, frente a un muro sin salida. Se llevó las manos a la cabeza, horrorizada.

«Y ahora, ¿qué voy a hacer? ¡Estoy atrapada!».

La chica miró a todos lados buscando un agujero, un hueco cualquiera donde esconderse. La silueta ya casi la tenía. Estaba a escasos metros de la chica. Una carrerita y se le habría echado encima. ¡Estaba acabada!

De pronto, una mano surgió de entre las sombras y le tapó la boca a la joven, arrastrándola hacia la oscuridad. Hermione intentó gritar, pero la mano no se lo permitía.

- ¡Shhh! – le indicó la voz y la apretó contra la pared – No te muevas – susurró de forma apenas audible.

Hermione no podía verle el rostro, pero estaba segura de que era un chico. La cuestión era: ¿quién?

El joven la empujaba contra la pared y la envolvía con su capa negra. Ambos se mantuvieron en silencio, sin moverse, sin pestañear. La silueta pasó por delante de ellos sin verlos, sin reparar en su presencia y, al descubrir el muro, dio media vuelta y desapareció entre las sombras.

La Gryffindor notaba el suave aliento del joven en la cara, que respiraba de forma acelerada por el incidente. Sus dedos cálidos la apretaban hacia su torso fuerte. Hermione se dejó envolver por la sensación de seguridad hasta que ambos estuvieron seguros de estar solos. Entonces se separaron.

- Gracias por salvarme – sonrió la leona – Estoy en deuda contigo.

- Eso no suena nada mal – contestó el joven.

«Esa voz... ¿no será?».

El chico se quitó la capa.

- ¡¿Malfoy?!

Corazón de bruja (Draco, Hermione y Harry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora