Capítulo 14: Fin de la tregua

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Snape y McGonagall miraban a los tres alumnos, que permanecían expectantes, con mirada inquisidora. El único que parecía calmado era el profesor Dumbledore que, ajeno a la seriedad de su alrededor, jugueteaba con una goma y unos bolígrafos muggles que había sobre su mesa. Uno de los bolígrafos se partió por la mitad y la tinta empezó a expandirse en todas direcciones, generando un pequeño desastre.

- Fascinante - comentó el director con ojos brillantes sin apartar la vista de la tinta - Estos artilugios muggles cada vez me sorprenden más.

- Ejem, ejem - carraspeó la profesora McGongall y Dumbledore dio un respingo.

- Eh, sí, sí. ¿Por dónde íbamos? - dijo, chasqueando los dedos para que la mesa se limpiara por arte de magia - A ver, ¿qué les trae por aquí, queridos alumnos?

- Profesor, los ha llamado usted - le recordó la profesora, impacientándose - Tiene que decirles algo sobre la otra noche, ¿lo recuerda?

- La otra noche, la otra noche... - dijo en tono pensativo - ¡Ah, sí! ¡La otra noche!

De repente, Dumbledore juntó las manos bajo su barbilla y adoptó un semblante extremadamente serio. La afabilidad que irradiaba tan sólo unos instantes atrás había desaparecido.

- Señores, la otra noche sucedió algo terrible que me desagrada profundamente - negó con la cabeza, disgustado - Me cuesta creer que este tipo de comportamientos se den en esta escuela y creo firmemente que deben ser castigos - los chicos tragaron saliva. Algo terrible estaba a punto de sucederles - Señor Potter, señor Malfoy, señorita Granger... anoche alguien robó una bandeja de pastelillos de la cocina que iban a ser para el postre de hoy. ¡Estoy indignado!

Snape y McGonagall se dieron con la mano en la frente. Ese no era el tema del que querían hablar.

Harry y Draco abrieron los ojos, asombrados. ¿De qué narices les estaba hablando? ¿Acaso era una broma? Draco se volvió hacia Hermione con una cara que evidenciaba que el director estaba completamente loco, pero lo que vio lo asombró aún más si cabe: Hermione estaba rígida como una estatua, y tenía el semblante colorado. Parecía extremadamente nerviosa.

«¡El pastelillo que me lanzó a la cabeza! ¡Fue ella!», adivinó Draco, rápidamente.

- Yo, yo... - empezó a balbucear Hermione, apunto de desmayarse sobre la silla.

- No se preocupen - interrumpió la profesora antes de que la leona dijera nada más - El profesor Dumbledore está algo espeso esta mañana. ¿Me permite a mí, director?

Dumbledore se encogió de hombros y miró a los chicos como diciendo: «McGonagall. ¿Quién se atrevería a detenerla?».

- Perfecto. Señores, - dijo, volviéndose de nuevo hacia los tres alumnos - están aquí porque el otro día los pillé deambulando por los pasillos a altas horas de la noche. Y digo deambular por no decir revolcándose en el suelo a puñetazos.

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Corazón de bruja (Draco, Hermione y Harry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora