Capítulo 31: Portada de revista

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Malfoy se encontraba tumbado en su cama, con los brazos cruzados tras la nuca y la mirada perdida en el techo. Cualquiera hubiera dicho que estaba maquinando fríamente cómo cazar al elfo-monstruo y ganar puntos para su casa, cosa que estaban haciendo ya muchos alumnos ahora que la existencia de la criatura era, por desgracia, de dominio público.

En otro tiempo, él hubiera sido el primero en encabezar la cacería, pero la verdad es que esta vez tenía la mente ocupada en otras cosas.

Habían pasado dos días desde la fiesta de Lavender y Pansy, fiesta por la que, por cierto, estaba castigado un tercio de Hogwarts, y la mitad de esos alumnos estaban desintoxicándose o curándose en la enfermería, como Zabini, Potter o los Weasley. Aún recordaba el momento en el que la chica Weasley casi perdía la vida en la carpa y la desesperación del grupito de Granger nada más recuperar la conciencia de quiénes eran. Zarandeó la cabeza y suspiró. No quería recordar nada de aquella noche. ¡Era demasiado!

Malfoy se llevó la mano al pelo rubio y se lo retiró de la frente. La fiesta, las bebidas, el humo, el ataque del elfo, el castigo del director... Habían pasado mil cosas en las últimas cuarenta y ocho horas y, sin embargo, sólo había una que no podía quitarse de la cabeza:

Hermione Granger.

«Parecía a punto de decir algo cuando nos interrumpió el elfo. ¿Iba a decirme que sí, que quería salir conmigo? ¿Pensaba rechazarme? Quizás iba a decir que no me creía y que todo era parte del engaño de Pansy y Brown. ¡Malditas arpías!», se dio la vuelta en la cama y suspiró con fuerza. «¡Maldito todo! ¡MALDITA SEA! ¡¿Por qué narices estoy tan nervioso?! ¡Un Malfoy nunca está nervioso! ¡Es sólo una chica!», cogió la almohada y la lanzó contra la otra punta de la habitación. «¡No! ¡No es una chica! Es la chica. Y no puedo permitirme perderla. ¡DIABLOS, GRANGER! ¡NECESITO UNA RESPUESTA!».

En ese instante, apareció frente a Malfoy su almohada pegada a un cuerpo con piernas.

- ¡¡¡Ahhh!!!

Crabbe cogió la almohada y se la despegó de la cara.

- Tranquilo, Draco. Sólo soy yo, Vincent. Buen lanzamiento, por cierto – dijo, acariciándose la nariz, que se le había puesto roja – Seguro que me quedará marca.

- Tampoco cambiará mucho tu cara.

- Ja, ja, muy gracioso – se quejó – Oye, ¿qué diablos te pasa? Llevas media hora blasfemando y dando vueltas en la cama.

Draco se cruzó de brazos y se dio la vuelta sobre las sábanas, molesto. No quería hablar del tema, y menos con los de su casa.

- Nada. No me pasa nada – suspiró.

Crabbe lo miró de hito en hito y alzó una ceja, desafiante.

- Ya, claro. Y seguro que tu estado de ánimo no tiene nada que ver con los suspiros que lanzas.

- ¡¿Pero qué?! ¡Yo no estoy suspirando por nadie!

- No he dicho que fuera por alguien.

Malfoy abrió mucho los ojos. Se había delatado.

- Yo... bueno, yo... ¡Está bien! – aceptó, evidentemente molesto – Estoy así por culpa de alguien. ¿Contento? Ahora vete – y se dio de nuevo la vuelta para darle la espalda a su compañero de cuarto.

- Mmm... – Crabbe sopesó la situación y se quedó mirando a su amigo. A pesar de lo que la gente pensara de Malfoy (y de que este, en parte, se lo mereciera), él sabía que, en el fondo, era un buen chico, y le dolía ver así a su amigo.

Corazón de bruja (Draco, Hermione y Harry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora