Capítulo 13: Peligro inminente

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Eran las seis y media de la mañana y Hermione no había podido pegar ojo en lo que le había quedado de noche. Grandes ojeras surcaban su rostro, hecho que le confería un aspecto deplorable. Desde que Malfoy y ella se separaron, lo único en lo que había podido pensar era en él: en sus ojos grises, grandes, intensos, en su pelo rubio cayendo desenfadado sobre su frente, en su cuerpo cálido, fuerte, atractivo, en sus labios carnosos, en su roce magnético, en su casi beso...

«¡No, no, no, no! ¡Por Merlín! ¡Por Odín! ¡Me niego!», pensó Hermione llevándose las manos a la cabeza mientras daba vueltas entre las sábanas. «No puedo haberme enamorado de un Slytherin, de un sangre pura, ¡de un Malfoy! ¡Qué vergüenza personal! El tío que más se ha metido conmigo en mi vida, que más me ha insultado, que más mal me ha tratado, ¿y ahora me gusta?».

Sacó la mano de entre las sábanas, cogió uno de los libros que había dejado en su mesita de noche y comenzó a golpearse la cabeza con él.

- ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta! – repitió mientras se golpeaba – ¡Eres tonta!

- Ejem.

Parvati Patil la miraba desde la cama de al lado, con los ojos abiertos como platos y quieta como una estatua.

- ¡Oh, vaya, perdón! – exclamó Hermione, avergonzada – Yo, es que... No consigo memorizar este libro, y he pensado que si me golpeaba la cabeza con él, yo, em...

Parvati seguía mirándola con cara de susto sin decir ni una palabra.

- Sí, yo, bueno... Me vuelvo a dormir – dijo Hermione y se ocultó de nuevo bajo las sábanas.

«¡Maldito Malfoy! ¡Maldito hurón sexy y atractivo, guapo, bombón de chocolate blanco, delicioso pecado que me ofrece el mundo...!».

Hermione siguió maldiciéndolo mentalmente mientras trataba de volver a dormirse. Sin embargo, un molesto y repetitivo ruido se lo impidió: los ronquidos de Lavender, que llevaban sonando casi media hora.

La leona se levantó de la cama y se dirigió a la de Lavender. La chica estaba tumbada en una postura imposible, con el pelo rizado desperdigado por la almohada y la boca abierta de par en par. Los ronquidos se hacían cada vez más fuertes hasta el punto de que se parecía a un motor oxidado.

- Mi Rorro... mi Rorro bonito... bésame, sí...

«Me estás estresando, Lavender», pensó Hermione, cabreada. «Y has escogido un muuuy mal momento para hacerlo».

Hermione cogió un cojín del suelo y lo levantó en el aire, a punto de estamparlo contra la cara de Lavender.

«¡Muere, bruja!».

-          ¡Hermione, no!

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- ¡Hermione, no!

Parvati y Katie se echaron sobre la leona y le quitaron el cojín de las manos.

Corazón de bruja (Draco, Hermione y Harry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora