Capítulo 17: Cupón para tres

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Harry y Ron se encontraban sentados en el pasillo frente a la puerta de entrada a las cocinas, descansando sobre el asiento de piedra tallado en la pared bajo una de las ventanas. Desde que la temible y alta cocinera, imponente como un castillo en toda su gloria, los había pillado saliendo a hurtadillas de la sala de fogones después de haber noqueado a Draco Malfoy, se habían pasado horas barriendo y fregando suelos. Parecía que los impulsivos actos de Harry, celoso por sus evidentes sentimientos hacia Hermione, le habían pasado factura. Y no sólo a él.

- ¡Ya te vale, Harry! – se quejó Ron, levantándose de nuevo para seguir fregando el suelo mientras sacudía su delantal femenino de señora de la limpieza – Podrías haberte estado quietecito. ¡Mira estas pintas! Son peores que el vestido de gala que huele a mi tía abuela Tessy – y sacó un muslo de pollo de un bolsillo que empezó a mordisquear.

Harry hizo una mueca de desagrado.

- Tú no lo entiendes, Ronald.

- ¡Claro que lo entiendo! – replicó de nuevo el pelirrojo entre mordisco y mordisco de su muslo de pollo – ¿Te crees que soy tonto? Puede que coma mucho, y que a menudo no preste atención a los detalles, y que sea despistado, y comilón, y desorganizado. ¿He dicho ya comilón?

Harry carraspeó.

- Ejem.

- ¡Sí, vale! – continuó Ron, tragando el bocado que tenía en la boca – Decía que puede que yo sea muchas cosas, pero hasta yo me he dado cuenta de que sientes algo por Hermione.

- ¿Qué? ¿Yo? – Harry se puso colorado de repente. El rubor le había teñido las mejillas y se le había subido hasta las orejas – ¡No seas ridículo! Ya te lo dije en la cocina.

Ron hizo un gesto tranquilizador con las manos para calmar a su amigo a la vez que contenía la risa por lo evidente de los sentimientos de Harry.

- Tranquilo, Harry. Lo comprendo perfectamente. Hace unos años yo también estuve enamorado de Hermione. Acuérdate. Así que puedo entender cómo te sientes.

El moreno abrió los ojos como platos, asombrado.

- ¿De... de verdad lo comprendes? – una parte de él deseaba desesperadamente que alguien lo entendiera, pero, por otra parte, no estaba seguro de que ese alguien pudiera ser el despistado de su amigo Ron – ¿Entiendes lo que siento?

El pelirrojo asintió, sereno, demostrando una calma y una empatía impropias de su carácter habitual.

«Parece que los librazos de Ginny lo han hecho madurar», pensó Harry, con un amago de sonrisa.

Entonces, Ron lanzó el hueso de pollo por la ventana, cosa que ocasionó el grito del desafortunado que estuviera debajo, y Harry supo que, en el fondo, era el de siempre.

- Harry, escucha: – empezó Ron – cuando me gustaba Hermione, me sentía celoso de McLaguen y de Víctor Krum. Ellos parecían maravillosos a mi lado y Hermione les prestaba más atención de la que me habría gustado – confesó. En efecto, Ron estaba demostrando un estado de lucidez e inteligencia emocional de la que siempre había parecido carecer. Harry estaba admirado – Me sentía pequeño a su lado, y hubiera deseado partirles la cara más de una vez. Pero no lo hice – declaró – No por eso les noqueé, lanzándoles a la cabeza una bola de masa dura como una piedra – continuó en tono de reproche. Harry se encogió de hombros, avergonzado.

- No pude evitarlo, Ron – confesó, abatido – No sé qué me pasa. Estoy loco por Hermione. Se lo confesé hace unos días, y desde entonces no soy capaz de mirarla a la cara. No quiero que me rechace. Pero tampoco soy capaz de dejarla sin vigilancia. Me pone enfermo pensar que Malfoy pueda irle también detrás. ¡Grrr! – gruñó – ¡Maldito Malfoy! ¡Cómo si no tuviera ya suficientes chicas yéndole detrás!

Corazón de bruja (Draco, Hermione y Harry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora