Las palabras de su padre resonaron en su cabeza durante unos instantes sin lograr ver su significado. Pero tras uno segundos de asimilación la verdad la golpeó como un mazazo en todo su cuerpo.
Debía ser una broma. Realmente su familia no podía estar pidiéndole aquello. Aquel acto tan deleznable y grotesco.
Miró a todos y cada uno de los rostros presentes. Aguardaban con seriedad y una mezcla de expectación y orgullo. Pero también había algo más... como deseo. Deseo de tener el placer de dar muerte ellos mismos a la mujer humana que se encontraba en la sala.
La mujer que durante años había vivido por y para ellos, manteniendo la casa limpia y arreglada, cuidando de sus hijos como si fueran suyos propios. Aquella mujer que había malgastado todos esos años de vida en dedicarse a su trabajo, a la familia Fireblood.
El tiempo pasaba y los presentes aguardaban.
- ¿Que?- se oyó a sí misma. Su voz estaba llena de incredulidad- Tiene que haber un error.
Su padre la miró como si no comprendiese, frío.
- No hay error. Tu mayor debilidad es la compasión, la compasión por las personas. Los demonios no contemplamos esa palabra. Somos lo que somos. Debes dejar eso que llamas conciencia. Eso es sólo de humanos y tú no eres uno de ellos. Eres algo mejor- Eleazar se hinchó como un pavo, orgulloso de lo que decía- Una raza superior que algún día gobernará a esas ratas sin tener que esconderse de nada ni nadie.
-¿Te estás escuchando? Es Dulqua, padre. Esta mujer ha sido mi segunda madre. Te ha servido toda su vida ¿Es que no ves que es algo monstruoso?- casi gritó con un nudo en la garganta.
Sabía que su familia no tenía respeto por la vida de los humanos... pero aquello...
-Por eso mismo la elegimos- explicó su padre con una sonrisa que estaba muy lejos de ser amable. Se acercó a Dulqua y le acarició el cabello con delicadeza. La mujer estaba aterrada y parecía balbucear algo.- Esta lección te enseñará a no encariñarte con ellos, porque no son nada. Solo escoria que nos sirve de alimento y distracción. Y ahora ¡hazlo de una vez!
Fue hacia ella y le puso sin delicadeza un afilada daga en las manos.
- Para que no tengas que ensuciar tus manos...- agregó su padre con sorna.
Después la empujó hasta ponerla a pocos metros de su víctima.
Dulqua la miraba con el rostro desencajado del miedo. Temblaba de cabeza a los pies y por sus ojos pequeñas lágrimas bajaban de sus mejillas.
- Seño... rita...- era lo único que la anciana pudo articular.
El estomago se le revolvió. Sentía asco, asco por su familia. Más del que podía haber experimentado jamás. De repente los vio como eran en realidad, unos seres despreciables sin respeto por nada. Y ella era uno de ellos. No podía cambiar lo que era por sangre... pero se negaba a ser algo tan despreciable en el alma, en el interior.
Con lentitud se giró hacia su progenitor, con lágrimas.
-Cariño, es sólo una simple humana- Sus palabras no estaban llenas de desprecio. Simplemente lo dijo como si fuese un hecho.
Tragó saliva.
- N-no puedes pedirme esto...- dijo casi en un susurro.
La sonrisa de su padre se fue transformando lentamente en una mueca aterradora. Elaine estaba muerta de miedo.
En un acto de la escasa valentía que le quedaba se secó las lágrimas y alzó la barbilla, desafiante.
- No lo haré- habló con firmeza para que todos los presentes lo escuchasen. Tiró el arma a un lado sin apartar la mirada de su padre- No seré un monstruo como vosotros.
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La luz en mi noche
FantasyElaine procede de uno de los linajes mas influyentes del mundo demoníaco, pero tras un evento traumático se ve obligada a escapar de su propia familia. Su destino se vuelve aún mas complicado cuando conoce a los hermanos Leblanc, dos chicos con aspe...