Las cortinas de la estancia casi en penumbra, se movían perezosamente al compás del viento, que entraba tímidamente por la ventana. Afuera la noche era tranquila, con un cielo estrellado casi oculto por la contaminación lumínica de la gran ciudad, que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
La habitación, iluminada solo por la cálida luz de la chimenea se encontraba en total silencio, ajena al bullicio que seguramente envolvía en estos momentos a la ciudad.
Una sombra se hallaba sentada en un cómodo sofá frente al fuego. La persona, un hombre de apariencia joven y cabellos negros como la noche, movía un vaso con coñac en su mano. A su lado, su siervo seguía quieto en la misma posición, imperturbable de forma discreta y servicial.
Un ruido atrajo la atención de ambos, pero solo el sirviente se giró hacia la puerta, atento.
Un simple humano no podría haber escuchado el sonido siendo tan bajo y lejano, pero no para los dos seres de la habitación quienes lo escucharon de inmediato.
Unos segundos mas tarde otra figura masculina entró en la estancia.
Llevaba una túnica oscura y con capucha que le cubría de arriba a bajo, siendo imposible identificarlo. Sin embargo, el hombre sentado en el sofá supo quién era antes incluso de entrar. Le estaba esperando.
-Mi señor- saludó el recién llegado haciendo una reverencia- he venido lo mas rápido posible en cuanto me informaron de que queríais verme.
El del asiento se giró hacia él con una casi imperceptible sonrisa.
- Amigo mio, sabía que vendrías en seguida, por eso confío en ti.
- Me honráis, mi señor. Decidme, ¿Cuál es vuestra petición? Si está en mi mano no dudaré en complaceros.
El hombre soltó una carcajada desprovista de humor.
- Tan directo como siempre. Eso es lo que me agrada de ti. No eres como esos lameculos que lo único que saben hacer es elogiarme, pero a la hora de la verdad no me son útiles de ninguna forma.
- Es para mi y mi casa un honor serle de utilidad- sólo dijo el encapuchado con gesto solemne.
- Sin mas rodeos. Quiero que hagas algo por mi. Algo que no se lo pediría a nadie mas. Algo que puede resultar una abominación o algo extraordinario, y para ello necesito tu sangre.
El encapuchado hincó de inmediato la rodilla en el suelo, servicial.
- Toda mi sangre es vuestra, señor. Incluso mi vida si es necesario...
El individuo agitó la mano para que callase. En seguida, el recién llegado obedeció.
- No necesito eso, aunque no dudo de que lo harías- aclaró con calma. Después bebió un trago de su copa y saboreó el amargo líquido sin prisas- Tengo que pedirte que hagas el mayor de los sacrificios, que hagas algo que para nosotros los demonios y seres de la noche nos es inconcebible. Si lo haces serás debidamente recompensado... Quiero algo del cielo.
Mientras decía esto, el encapuchado se puso en pie como un resorte y dio unos pasos hacia atrás, horrorizado ahora de por dónde iban las cosas. Tragó saliva, porque cualquier asunto relacionado con aquello siempre era desagradable. Lamentó con todas sus fuerzas que le hubiese llamado.Que no hubiese elegido a otro.
Pero parecía que la suerte hoy no estaba de su parte. Por eso, cuando su señor le dijo esto último, un escalofrío le recorrió de arriba a bajo.
- Quiero la luz.
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La luz en mi noche
FantasiElaine procede de uno de los linajes mas influyentes del mundo demoníaco, pero tras un evento traumático se ve obligada a escapar de su propia familia. Su destino se vuelve aún mas complicado cuando conoce a los hermanos Leblanc, dos chicos con aspe...