Capítulo 10- Idiota agresivo

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Oscuridad. Era lo único que lograba ver. Era lo único que sabía que existía en ese momento. No sabía cuanto tiempo había pasado ¿Segundos?¿Minutos?¿Horas?...¿Días? Hacías un tiempo, al intentar abrir los ojos, solo había visto lo que parecía ser un grupo de personas examinándola detenidamente. No sabía quienes eran o si eran reales.

Después había experimentado un gran dolor que la había vuelto a sumir en aquella oscuridad.

A ratos se le presentaban rostros familiares. Su padre, su madre, Dagón, Dulqua, Darabia... Solo la observaban con indiferencia mientras ella les rogaba que por favor le dijesen algo, aunque solo fuese para reprenderla. Pero eso nunca pasaba. Solo la miraban con fijeza, como si no significase nada para ellos.

¿Acaso estaba muerta y así era el infierno? Ese sitio del que tanto hablaban las religiones, reservado para monstruos como ella. Quizás era cierto y era su castigo por ser lo que era. Porque nada mas nacer ya estas maldito ¿Tendría que estar así toda la eternidad? Solo viendo oscuridad sin poder avanzar, solo contemplando los rostros de aquellos que dejó atrás sin solucionar nada. Torturándose una y otra vez.

No, no podía quedarse  ni un minuto mas en aquella oscuridad. Tenía que huir de allí. Si no se volvería loca...

-¡No!- gritó desesperada incorporándose súbitamente.

Miró al rededor, nerviosa, intentando ver algo, pero la luz la cegaba.

Cerró los ojos con fuerza mientras intentaba recobrar el aliento. Poco a poco fue abriéndolos para acostumbrarse a la claridad. Cuando se habituó miró en todas direcciones con inquietud.

Se encontraba en una habitación poco iluminada. La única ventana muy pequeña y pegada al techo se hallaba tapada por cortinas naranjas, pero un único rayo de luz se colaba por ellas hasta su cara. 

Estaba recostada en una cama de sabanas blancas. Había un pequeño mueble para guardar ropa en la esquina, una mesita de noche y dos puertas.

Con nerviosismo se tocó a si misma, para comprobar que aquello era real. Se pellizcó el brazo y sintió el dolor. Aquello no era otro de sus delirantes sueños.

De repente todo le vino a la memoria. Etienne intentando matarla, su primo Alastor había venido a llevársela, Alastor intentando matar a Etienne, miles de cristales clavándose en su piel...

Se tocó la espalda, pero todo estaba bien. Los demonios curaban mas rápido que los humanos. Cuanto tiempo llevaría inconsciente. Se miró mas detenidamente dándose cuenta de que llevaba una especie de camisón blanco.

Una mala sensación se apoderó de ella ¿Dónde estaba?Seguramente en la casa de algún aliado de sus padres. Alastor habría acabado con Etienne y ahora tenían en algún lugar cautiva para que no pudiese escapar de nuevo, hasta que la entregasen a sus padres.

Etienne. Él había muerto y solo por su culpa. Una sensación de profunda tristeza llenó su pecho oprimiéndola y sus ojos amenazaban con desbordarse en lágrimas. Otra persona había muerto por su culpa. Se sintió despreciable... pero se obligó a dejar de torturarse por un momento.  Ahora mismo su actitud no ayudaba.

Con nerviosismo se destapó intentó ponerse en pie, pero las piernas le fallaron. Maldiciendo Elaine se sentó al borde de la cama y poco a poco fue apoyando mas su peso en las piernas. Sentía un molesto hormigueo que lentamente fue desapareciendo. Le llevó mas tiempo del esperado pero ahora al menos podía ponerse de pie.

Fue hasta la puerta mas cercana, de madera, y la abrió. Pero solo había un pequeño baño. Llegó hasta la otra puerta, una de metal que parecía bastante robusta. Hizo ademán de girar el picaporte, pero antes de que su mano tocase el frío metal la retiró rápido. Había algo en esa puerta. Sentía el poder de unas runas poderosas marcadas ahí. No sabían que hacían si tomaba contacto con su piel, pero adivinó que nada bueno le pasaría. 

La luz en mi nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora