Capítulo 11- Ojalá todos fuesen bichos raros como tú

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Etienne estaba a tan solo unos pasos ¿Podía ser real?

Lo primero que Elaine pensó fue que era su imaginación provocada por el miedo y los nervios del momento. Pero después de unas milésimas determinó que ni siquiera ella podía imaginar algo tan real como aquello.

-Etienne...- susurró ella con una sonrisa de alivio.

Una sensación de descanso embargó a la muchacha. Todo ese tiempo había temido lo peor. Pero milagrosamente estaba con vida. Al menos podía dejar de culparse por su ahora no muerte.

Fueron demasiadas emociones al mismo tiempo y su resistencia no era tan fuerte en esos momentos. Sin poder evitarlo las fuerzas le fallaron y cayó al suelo, pero consiguió parar la caída apoyando sus manos.

Etienne llegó hasta ella en 3 zancadas y se acuclilló a su altura.

- Elaine ¿Te encuentras bien?- le preguntó con gesto preocupado.

¿Por qué parecía intranquilo si la última vez que la vio había querido matarla?

-Si... es solo que... me siento débil y no sé por qué- contestó ella sin fuerzas sentándose como pudo.

El muchacho la cogió del mentón para examinar su rostro. Elaine sintió como tres pares de ojos la observaban con atención y enrojeció ¿Por qué acababa siendo el maldito centro de atención sin quererlo?

-No pasa nada- le restó importancia el misterioso hombre con voz tranquilizadora- Solo está convaleciente Etienne. Necesita descansar... y aire- añadió al ver a los dos chicos casi rodeando a la muchacha.

-Lo siento- se disculpó el más joven haciéndose a un lado. El otro muchacho, que estaba observando con atención desde arriba también se apartó. Seguía con gesto de contrariedad- Te ayudaré a llegar a la cama.

Trató de darle la mano para levantarla, pero no tenía fuerzas ni para levantarse y sus manos le sudaban. Dante suspiró y apartó a Etienne impaciente.

-Yo la llevaré- dijo con resolución.

Sin esperar permiso, cogió a la joven en volandas como si de una princesa se tratase. Elaine hubiera gritado del susto, pero su estado se lo impedía. Notó el cuerpo de Dante, cálido, sus brazos la sostenían con firmeza pero al mismo tiempo con mucha delicadeza. Sin poder evitarlo, pensó en como Dagón la llevaba de esa forma a veces... pero se obligó a desterrar aquel pensamiento.

-Ten cuidado- le advirtió Etienne- ni se te ocurra soltarla de cualquier manera solo porque te caiga mal.

-Pues la próxima vez, hermanito, haz mas ejercicio y te encargas tú- le recriminó gruñendo Dante. La depositó en la cama con mas delicadeza de la que ella había esperado, viniendo de alguien quién minutos atrás la había amenazado- De todas formas es mas ligera que una pluma, me sorprende que no puedas ni levantarla.

¿Le había llamado hermanito? La muchacha recordó que Etienne le había contado en la biblioteca que tenía un hermano mayor. Lo había olvidado completamente. Ahora sabía por qué le había resultado familiar desde el primer momento.

-Ni siquiera me has dado tiempo para ello, idiota- se defendió el muchacho indignado.

Dante se giró encarando a su hermano en toda su estatura. La verdad es que imponía bastante.

-¿Qué me has llamado?- le dijo en tono peligroso.

-Es suficiente- casi gritó el hombre, mirando a ambos con gesto severo- Si vais a discutir como dos críos mas vale que salgáis de aquí. La chica necesita descansar.

Dante miró a su hermano desafiante durante unos segundos y después sin decir nada mas abandonó la habitación.

Etienne suavizó el gesto en cuanto el muchacho desapareció por la puerta y se acercó a Elaine, que no sabía que decir. Miraba un poco intranquila al hombre que había acallado a ambos muchachos.

La luz en mi nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora