4- El padre McGray

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El doctor Connors telefoneó a su antiguo camarada, explicándole la situación lo más detalladamente que pudo.—Es una joven encantadora y necesita ayuda con urgencia... 

—¡Tú, Charles Connors, el afamado psicólogo, pidiéndome ayuda a mí! 

—Creo que solo por esta vez, los síntomas que sufre son más de tu especialidad que de la mía, Jack —¿Crees acaso que voy a realizar un exorcismo con ella? Primero: la Iglesia debe aprobarlo y para ello hay que demostrar que se trata de una posesión y no de cualquier otra enfermedad de la mente... 

—Lo sé —dijo Charles pausadamente —. Sólo quiero que hables con ella, que te exponga su caso y después decidirás tú, amigo mío. 

Jack McGray había accedido y quedó en ver a Hannah esa misma tarde en su casa.Se presentó en su domicilio poco antes de las cinco de la tarde, Hannah acudió a abrirle la puerta y Anissa, detrás de su madre miraba al sacerdote con desconfianza. 

—Buenas tardes, señora Sullivan...

 —Puede llamarme, Hannah. 

—Encantado de conocerla, Hannah, mi nombre es Jack. El doctor Connors, Charles, me ha hablado mucho de usted, creo que se conocen desde hace algún tiempo ¿verdad? —El sacerdote, un hombre joven aún, de alrededor de unos cuarenta y tantos años, vestido con un traje negro en el que destacaba la blancura de su alzacuellos, le tendía la mano. Hannah se la estrechó durante unos segundos. 

 —Me alegro de conocerle, Jack. Sí, el doctor Connors es amigo de mis suegros, yo le conocí después de casarme con mi marido, Aaron. 

—Creo, si no me equivoco, que esta niña tan preciosa será Anissa. 

Jack se había arrodillado para estar a la misma altura que la chiquilla. Le tendió la mano como había hecho antes con su madre y esperó a que la niña perdiera su timidez. Anissa adelantó su manita y estrechó la mano del sacerdote. Una sonrisa bailaba en sus labios. 

—¿Cuántos añitos tienes? 

La pequeña alzó cuatro dedos de su mano. 

—¡Cuatro! ¡Buaaa, qué mayor eres! Seguro que eres una princesa, ¿verdad? 

Ella sonrió ya abiertamente con toda su atención ganada por el sacerdote. 

—¿Por qué llevas eso, ahí? —Preguntó Anissa señalando su alzacuellos. 

—¿Esto? Es como una corbata, seguro que tu papá también usa corbatas, ¿a que sí? 

Ella asintió con la cabeza no muy convencida. 

—Pareces un mago... 

—Y lo soy, hago magia, observa. 

Jack sacó de su bolsillo una moneda, se la mostró a la niña y luego la colocó sobre la palma de su mano. La cerró, dijo unas palabras misteriosas que Anissa creía haber escuchado en alguno de sus cuentos y acto seguido sopló ligeramente sobre la mano que ocultaba la moneda. Al abrirla, la moneda había desaparecido. 

—¿Dónde está? —Preguntó la niña asombrada. 

—Mira en tu bolsillo.Anissa metió su manita en uno de los bolsillos de su pantalón y hurgó en él. Sorprendida sacó la moneda y se la mostró a su madre. 

—¡Mira, mami, es magia! 

—Sí, cariño...¡Vaya! 

Hannah reconoció que el doctor Connors había acertado al recomendarles a su amigo. El padre McGray era una persona muy agradable. 

—Se ve que le gustan los niños —dijo Hannah. 

—Me encantan, mi hija es un poco mayor que Anissa, tiene ahora diez años pero sigue siendo la dueña de mi corazón. 

—Creía que los sacerdotes católicos no podían casarse. 

—Tuve una relación antes de ordenarme sacerdote, nunca llegamos a casarnos. Mi hija vive con su madre, pero la veo todas las semanas. No podría vivir sin verla... 

—Perdóneme, no quería ser indiscreta. 

—No se preocupe, es natural. Todo el mundo piensa que los sacerdotes nacemos ya con la sotana puesta. Se echó a reír, una risa agradable y reconfortante.—Bueno, ahora me gustaría saber qué es lo que le ocurre. Charles me ha explicado algo, pero quisiera escucharla a usted. ——Vayamos al salón, allí estaremos más cómodos. Subiré a Anissa a su cuarto para que se distraiga un poco con los dibujos en la televisión. 

—Está bien. 

Ya en el salón, Hannah le preguntó si quería tomar un café. 

—Adoro el café, ¿sabe? Mi familia es Irlandesa y ellos siempre toman el té con pastas al estilo británico, yo debo ser la oveja negra. 

Hannah le sirvió una taza de café y él se puso tres cucharadas de azúcar, luego con una sonrisa dijo: 

—Ya hay demasiadas cosas amargas en la vida, por lo menos que el café sea dulce, ¿no cree? Cuénteme, Hannah, hábleme de su infancia, todos los problemas, aunque no lo crea, provienen de ese corto periodo de tiempo. Si los niños fueran tratados con más amor y dulzura, nos evitaríamos un sinfín de problemas en la edad adulta. 

—¡Mi infancia! Yo era una niña feliz, eso creo... 

—Tenía tres hermanos más ¿verdad? 

—Sí, todos murieron cuando yo tenía quince años, al igual que mis padres. 

—Ya, Charles me contó su desgracia, lo siento mucho. Fue un psicólogo el autor de... 

—Sí —Interumpió, Hannah —, Jason también estaba en el psiquiátrico en el que fui internada de niña, se hizo pasar por otro para llevar mi caso, estaba obsesionado conmigo. Murió... 

—Lo que me gustaría saber es exactamente eso, por qué fue usted ingresada en el psiquiátrico. Charles me ha dicho que toda la información referente a su caso desapareció. 

—Jason se encargó de hacer desaparecer todos esos documentos. Si le digo la verdad, no recuerdo por qué fui internada. Yo era una niña bastante solitaria, "rarita" me solían llamar mis compañeros de clase... 

—La personas creen que porque alguien no sea como el resto, ya se tiene que ser raro o tonto...La mayoría de los grandes genios de la música, la pintura o la literatura eran "raros", quizás lo equivocado sea ser como el rebaño, adocenados sin cerebro siguiéndose unos a otros sin preguntarse qué van a hacer con su vida... Perdóneme, pero es que hay algunas cosas que aún me siguen crispando. Ese fue uno de los motivos por los que abandoné la medicina, la cerrazón de mentes entre aquellos que se consideran intelectualmente superiores. Ser rara no es motivo para que usted fuera ingresada en un sanatorio mental. Tuvo que haber algo más.Hannah bajó la vista y jugó nerviosa con los dedos de sus manos. 

—Se refiere a Eris, ¿verdad?  

—Se refiere a Eris, ¿verdad?  

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora