19 -Un beso de amor verdadero

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  Dedicado para @Whittier_Harrington  

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—...Y así, el príncipe se acercó hasta Aurora y la besó en los labios. Era un beso de amor verdadero. Uno de esos besos que salen del corazón...

—¿Cómo los míos? —Preguntó la niña.
—Como los tuyos y los de papá —dijo Hannah.
—¿Y Aurora se despertó del sueño mágico?
—Claro, abrió los ojos y vio al príncipe a su lado y entonces se enamoró de él y vivieron juntos para siempre —Hannah le puso la mano en la frente a su hija, comprobando su temperatura —. Voy a ponerte el termómetro, Anissa, creo que te está subiendo la fiebre.
—Tengo mucho calor, mami.
—Abriré un poquito la ventana.
—¡No!
—¿No quieres que la abra?
Anissa negó con la cabeza.
—Me da miedo de que entre...
—¿De que entre quién?
—Ella, la señora de negro, ¿sabes? También tiene cuernos, como Maléfica.
—¿Una señora de negro? ¿La tía?
—No, no es ella, la tía ya no viene...
—¿Y qué es lo que hace esa señora de negro? — Le preguntó Hannah con el alma encogida de miedo.
—No hace nada, sólo se queda mirándome. Es muy fea, mami...
¿Quién demonios venía ahora a visitar a su hija por las noches? Y esperaba con todo su corazón que no se tratase de eso mismo, de un demonio, porque lo que dijo su hija de que tenía cuernos le había producido un escalofrío.
—No tienes que preocuparte, cariño, seguramente sería uno de esos sueños feos.
—No, mamá —dijo la niña muy seria —.  No era una pescadilla.
¡Una pescadilla! —Dijo Hannah riendo, mientras le hacía cosquillas a su hija —¡Anissa no tiene pescadillas! ¡Solo tiene empanadillas!
La niña se retorcía de risa bajo las caricias de su madre.
De repente la niña dejo de reír, su mirada fija en la pared donde había un póster de la película Vaiana de Disney.
—A ella no le gusta que nos riamos —dijo Anissa con un susurro.
—¿Está aquí?
Anissa asintió mientras alzaba la mano y señalaba hacia las sombras del cuarto.
—Está ahí...
Hannah escudriñó las sombras sin llegar a ver nada de lo que su hija le decía. Con el corazón latiendo en su pecho a toda velocidad, la joven se acercó hasta la pared muy lentamente.
—¡No, mamá! ¡No te acerques!
Hannah lo sintió, no sabía cómo explicarlo, pero justo frente a ella había algo o alguien. Lo notaba en cada centímetro de su piel, era como algún tipo de energía. Retrocedió asustada y volvió junto a su hija.
—No nos hará nada —dijo la niña como si fuera una personita mayor —, dentro de un rato se irá.
Hannah asintió, confiando en lo que le decía su hija mientras se echaba junto a ella y ambas no apartaban la vista de las sombras.
Cinco minutos más tarde, Anissa se relajó en los brazos de su madre.
—¿Ya se ha ido? —Preguntó Hannah.
—Sí...
Hannah se levantó de la cama y rápidamente fue hasta el cuarto de baño a coger el termómetro, cuando volvió su hija tenía los ojos cerrados. La niña se había quedado dormida. Había pasado todo el día tosiendo y estornudando y  Hannah le había dado hacía un rato una cucharadita de jarabe y un vaso de leche calentita. Le puso el termómetro en la axila, tratando de no despertarla y esperó unos minutos. Le había subido la fiebre unas décimas, tenía treinta y siete y medio, pero Hannah sabía que el sueño era una de las mejores medicinas, por lo que la dejó dormir.
Hannah volvió a su cuarto, donde Aaron ya dormía. Cuando se metió en la cama junto a su marido, él se despertó.
—¿Cómo está Anissa? —Le preguntó.
—Está durmiendo, tiene unas décimas, mañana estará mejor, ese jarabe que nos recetó el pediatra es muy bueno, recuerdo que yo lo tomaba de pequeña y en unos días estaba como nueva.
—Yo también recuerdo haberlo tomado —dijo Aaron somnoliento —. Buenas noches.
—Buenas noches, Aaron —le deseó su mujer, besándolo.
Hannah se levantó un par de veces durante la noche para comprobar cómo seguía su hija. La fiebre parecía haber remitido y la niña dormía placenteramente abrazada a su osito.
Antes de salir del cuarto de Anissa, Hannah volvió a mirar a las sombras que parecían hacerse aún más oscuras en aquel rincón de la habitación. Ahora no sentía la sensación que tuvo hacía unas horas. Fuera lo que fuese, en ese momento allí no había nada, ni nadie.
A la mañana siguiente, Hannah se levantó temprano y fue a la habitación de su hija, la niña seguía en la misma posición que hacía unas horas, no parecía haberse movido en toda la noche. Hannah puso su mano en su frente y la retiró asustada. Anissa estaba helada. Trató de despertarla, pero la niña permanecía dormida en un sueño muy profundo.
—¡Anissa! —Hannah zarandeó suavemente a su hija pero no respondía — ¡Despierta, mi amor!
Hannah estaba empezando a asustarse. Su hija parecía estar tan profundamente dormida que no era capaz de despertarla.
Fue el chillido de Hannah lo que despertó a Aaron, que acudió corriendo a la habitación de la pequeña.
—¡No consigo despertarla, Aaron!
Aaron cogió a la niña en brazos, bastante alarmado y la apretó contra su pecho.
—¡Está helada! Hay que conseguir que entré en calor. Trae esas mantas.
Hannah obedeció y envolvió a la niña en varias mantas y después la apretó fuertemente contra ella para darle su calor corporal.
—¡Hay que llevarla al hospital! —ordenó, Aaron mientras volvía a su habitación para vestirse y coger las llaves del coche.
Hannah miró fijamente al rincón del cuarto donde había sentido esa sensación tan extraña y con un susurro murmuró unas palabras:
—¡Por favor, no te la lleves! ¡Llévame a mí!...¡Deja a mi niña!
Hannah besó a su hija en la frente y en ese preciso instante, Anissa abrió los ojos.
Con una ronca vocecilla, la niña dijo muy bajito.
—Un beso de amor verdadero, mami, fue lo único que despertó a la princesa.

—Un beso de amor verdadero, mami, fue lo único que despertó a la princesa

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora