15-Sin explicación posible

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Nunca le habían contado aquello. En realidad no le habían explicado casi nada, aunque ¿qué podrían haberle dicho? ¡Su cuerpo levitando a cincuenta centímetros sobre la camilla!
Esas eran las pruebas que necesitaba. En alguna parte deberían estar las grabaciones, eso si Jason, no tuvo la lamentable idea de deshacerse de ellas como hizo con un buen montón de papeles.
¿Papeles? ¡No habían desaparecido! Eran esos mismos expedientes y diarios que tenía ahora mismo en su poder. Pero...
¿Quién se los había entregado?
La última persona que estuvo en posesión de ellos fue, Jason.
¿Quién más pudo hacerse con ellos?
Quizás Jason los guardase en su casa y en el momento de su muerte fue la policía la que los encontró cuando registraron su vivienda, o lo que quedaba de ella, porque Jason, antes de suicidarse lo había reducido todo a cenizas. Su apartamento había ardido, así como una docena más de viviendas. Gracias a Dios no hubo perdidas humanas. Los bomberos consiguieron evacuar a las personas antes de que las llamas lo devorasen todo.
Era otro misterio más sin explicación.
Una cosa era clara, alguien trataba de ayudarla, porque si al final lograba hallar el paradero de esas cintas de vídeo, nadie podría dudar de la existencia de Eris.
Estaba amaneciendo, Hannah decidió darse una ducha en el super lujoso cuarto de baño que tenía a su disposición. Era tan espacioso que tenía el tamaño de la habitación de matrimonio de su propia vivienda, pero, tan frío y aséptico como el de cualquier hospital y además olía raro. Sería el desinfectante que usaban, supuso, Hannah. Productos de limpieza industriales, efectivos y sobre todo muy económicos.
Una vez dentro de la bañera, Hannah se detuvo un momento a pensar en algo que había pasado por alto.
¿Qué demonios fue ese sonido metálico que oyó junto a su puerta? Cuándo la abrió, comprobó que no había ningún carrito de comidas, como ella había supuesto. Entonces, ¿qué produjo aquel sonido?
Más misterios, más preguntas y ni tan siquiera una sola respuesta.
Hannah terminó de ducharse y volvió junto a su cama en la que estaban desperdigados todos los papeles que contenía el sobre que había encontrado.
Revisó las cartas. Era correspondencia del doctor Patterson con algunos colegas suyos sobre el tratamiento para las TID. Todas llevaban el membrete del hospital Saint Joseph y en ellas se advertía la letra picuda del director que Hannah reconoció al instante. Todas, menos una.
Esa carta no pertenecía al correo del doctor. No llevaba membrete, ni remitente, ni tampoco dirección postal. Es más, jamás había sido echada al correo.
Hannah la abrió y sacó varios folios doblados. Estaba escrita a máquina y lo que leyó, la dejó sin resuello.
"Hola, Hannah.
¿Sabes quién soy? Sí, claro. Imagino que lo has adivinado. Soy tu psicólogo preferido.
No, no te preocupes, estoy muerto y así seguiré.
Seguro que no has podido olvidarme, ¿verdad? No creo que nunca lo hagas. Tú y yo estamos ligados para siempre, para bien o para mal.
Sé que tendrás muchísimas preguntas y hay una persona que puede contestar a muchas de ellas. Es un buen amigo. Una persona en la que puedes confiar, tal y como hiciste conmigo.
Estarás enfadada, seguro, pero tienes que saber que yo nunca te traicioné. Todo lo que hice, lo hice pensando en ti. Quizás me equivoqué, puede ser, pero nunca te engañé...bueno, tal vez un poco, aunque al final te conté toda la verdad ¿no?
Confía en él, Hannah. Sé que aunque estés rodeada de gente, siempre estás sola y necesitas confiar en alguien.
Ante todo, no te asustes cuando veas a ese amigo mío. Tuvo un terrible accidente y sus secuelas aún pueden apreciarse. Tiene el rostro desfigurado, pero él conoce todo aquello que nunca te contaron. Yo mismo se lo conté todo, antes de...bueno, antes de lo que ocurrió, ya sabes, mi muerte y todo eso.
Si estás leyendo esto, entonces es que ese amigo mio ya ha contactado contigo. Te buscará y te encontrará estés donde estés.
Un saludo, desde el infierno.
JASON
."
Hannah temblaba sin poder evitarlo. El folio se escurrió de entre sus dedos y cayó al suelo igual que una hoja marchita.
¡Jason!
Contactaba con ella desde el más allá. Ni aún después de muerto podía evitar que siguiera apareciendo en su vida. Al leer la nota, escuchó su voz con total claridad y un escalofrío había recorrido su espalda.
¿Sería ese supuesto amigo suyo el que anoche la visitó? Por supuesto, ¿quién podría ser si no?
Ahora estaba en un dilema. Necesitaba ayuda. Tenía que encontrar esas grabaciones, pero no sabía dónde buscarlas. Ese amigo de Jason podría saberlo. Era lógico que lo supiera si Jason se lo había contado todo.  ¿Podría confiar en él? No, no iba a hacerlo. Todos los regalos de Jason eran regalos envenenados. Quizás esperaba vengarse y utilizar a ese amigo para tal fin.
Pero ¿y si no mentía?
¿Y si sabía toda la verdad que a ella nunca le contaron?
Aceptaría su ayuda, sí, por supuesto, pero no se iba a fiar de él. Ya nunca volvería a fiarse de nadie.

 Ya nunca volvería a fiarse de nadie

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora