27. De compras

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—Creo que he contestado a tus preguntas —continuó Iris —, sé que aún tienes centenares de ellas bullendo dentro de tu cabecita. Pero por ahora deben esperar. Ya casi es la hora de buscar a Anissa al colegio y aún no hemos solucionado el problema de mi ropa. Este vestido es horrible.
—Es una preciosidad de vestido —opinó Hannah —, sólo que ahora únicamente lo llevan las muñecas de época. Iremos de compras. Te gustará.
Acudieron al colegio de Anissa e Iris se negó a bajar del automóvil, no hubo forma de que Hannah lograse convencerla. Cuando Anissa montó en el coche y la vio, gritó de alegría.
—¡Iris! ¡Has venido a buscarme! —la niña se abrazó a ella y Hannah no pudo más que echarse a reír al ver la cara que puso.
—No pongas esa cara, los niños no muerden...
—¿Estás segura?
Anissa no se separó de ella durante el trayecto al centro de la ciudad, explicándole todo lo que había hecho en el colegio y sobre todo hablando de la fiesta.
—Vendrás a verme, ¿verdad, Iris?
—Ya veré —dijo la jovencita, incomoda con la situación. En más de una ocasión se le pasó por la imaginación hacerla dormir, como había hecho la noche anterior.
Llegaron a la zona comercial de la ciudad, donde todas las tiendas estaban engalanadas para las fiestas de Navidad. Luces, motivos navideños, santa Claus de juguete y en persona amenizaban las compras con sus característicos: Ho, ho, ho y el sonido de las campanillas.
Entraron en una tienda de ropa y la dependienta se quedó sorprendida al ver el ajado y amarillento vestido de Iris.
—¡Ya ve!—explicó Hannah —. Los críos son así. Le regalaron este vestido por Halloween y no ha habido forma de quitárselo.
—Tiene razón, los adolescentes son así. Maniáticos — contestó la dependienta con un gesto que daba a entender que estaban todos chiflados —. Espero que no le de por llevar ahora un traje de santa Claus, porque hasta la fiesta de Pascua todavía falta mucho.
Hannah rió la ocurrencia.
—Eso espero —dijo con un bufido —. Me gustaría que le enseñase algunos de esos conjuntos que he visto en el escaparate.
—Enseguida se los muestro — la mujer entró en la trastienda e Iris le dio un codazo a Hannah.
—¿A que ha venido eso? —Le preguntó enfurruñada.
—Tenía que dar alguna excusa sobre tu extraña indumentaria —replicó, Hannah.
—Habrá pensado que soy algo retrasada. ¡Vámonos de aquí, Hannah!
—Te estás comportando como una niña de once años.
—Soy una niña de once años, por lo menos de cara a la galería.
—Ya quisieras tú. Eres más vieja que Matusalen.
La dependienta volvió con varios vestidos y pantalones colgados de sus perchas y se los mostró a la niña.
—Si quieres probártelos, tu mami te puede acompañar, bonita, ahí están los probadores.
—¿Que te decía? —murmuró Iris  con un susurro—, retrasada del todo.
—¿Quieres que te acompañe, cariño?
—No, mamaita se ir yo solita —Iris la miró con cara de odio —. ¡Te juro que esta me la pagas! —rezongó.
Hannah sonrió perversa. La venganza sentaba muy bien.
Iris cogió toda la ropa malhumorada y entró en el probador. Cuando vio los vestidos que llevaban las niñas de su edad, se quedo sorprendida. Eran una maravilla.
Se probó todos y pidió más muestras. Entraba y salía del probador para que pudieran admirarla, nunca se había sentido más dichosa en toda su vida.
—Mamá, me gustan horrores estos dos —dijo Iris imitando la forma de hablar de una chiquilla, mientras señalaba dos vestidos preciosos. El primero azul y blanco con una faldita muy corta y a juego con unos leotardos a rayas del mismo color y el segundo gris por completo con un lazo naranja.
—Nos llevaremos estos dos y esos de ahí también —le dijo a la dependienta, señalando tres conjuntos más que Iris se había probado —, también queremos calcetines, zapatos y ropa interior.
—Tu hermanita va a estar muy guapa —le dijo la mujer a Anissa que miraba todo sorprendida.
—No es mi her...
Hannah la interrumpió antes de que la niña metiera la pata.
—¡Y esas boinas de ahí! ¡Que preciosidad!
Hannah le caló la boina a Iris hasta las orejas.
—¿Qué ibas a decir, bonita? —le preguntó la mujer a la niña arrodillándose hasta ponerse a su altura.
—Decía que no es mi hermana —gritó Annisa para hacerse oír —. Salió anoche del espejo.
La mujer arqueó las cejas en una mueca de asombro. En esos momentos pensaba que menuda familia de chalados le había tocado atender.
—Los niños y su imaginación —se disculpó Hannah.
—Sí, claro.

—¿Puedo llevarme el vestido azul puesto, mama? —Preguntó la jovencita.

—Sí claro —dijo, Hannah —, este no le envuelva, se lo llevará puesto.

—Y con el vestido que traía, ¡qué hago! —Quiso saber la dependienta.

—¡Envuélvalo! —Dijo Iris —. Es un recuerdo y le tengo mucho cariño.

La dependienta meneó la cabeza. "Chiflados", pensó.

Cuando terminaron con las compras, Iris, que no hacía más que mirarse en todos los espejos que encontraba a su paso para verse con su nuevo vestido azul, se acercó a Hannah y la tomó de la mano.
—Muchas gracias —le dijo con sinceridad —.  Nunca nadie había hecho algo como esto por mí.
—No ha sido nada, Iris. Estas preciosa con tu nuevo vestido.
—¿Sabes una cosa? Me ha gustado mucho llamarte mamá.
Hannah se paró en seco y la miró a los ojos. Iris era totalmente sincera.
— Y a mí también. Y sobre todo verte tan feliz.

 Y sobre todo verte tan feliz

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora