20- Cosas extrañas

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Anissa no había vuelto a tener fiebre. La llevaron al hospital infantil y los médicos la habían hecho todo tipo de pruebas, no encontrando nada que les pareciera preocupante. Los arañazos que de vez en cuando surgían en la piel de la niña, los achacaron a algún tipo de reacción alérgica.
—De todas formas —les había dicho el doctor que les atendió —,  vamos a realizar varias pruebas para descartar que pueda tratarse de otra cosa, pero creo que se trata de un cuadro vírico muy común en los niños.
Las pruebas habían sido concluyentes. Anissa no tenía ninguna enfermedad de la que tuvieran que preocuparse. Era una niña sanísima y se encontraba en perfecto estado.
Aaron suspiró mucho más tranquilo, pero Hannah seguía estando preocupada. No podía apartar de su mente la imagen de su hija fría y dormida, casi como en el cuento de la bella durmiente que todas las noches le contaba. Tampoco podía olvidar la presencia que notó en el cuarto de su hija. Fuera lo que fuese, ella lo había podido sentir y no fue una sensación nada agradable.
¿Se trataba de Eris?
No lo sabía. Hacia ya muchos días que no sentía su presencia. Y eso la preocupaba aún más.
Volvieron a casa a última hora de la tarde. Habían pasado casi el día entero en el hospital, mientras le hacían las pruebas a Anissa y luego esperaban los resultados. Antes de llegar a casa habían parado en un restaurante italiano donde tomaron algo de comer. Anissa había comido con bastante apetito su ración de pizza y eso convenció a Hannah de que la niña se encontraba bien. Un niño con apetito es un niño sano.
Anissa estuvo muy habladora toda la tarde, cantando y contándoles cuentos a sus padres. Hannah estaba maravillada por la inventiva de la niña, nunca había visto esa faceta suya. Además, las historias que relataba las inventaba ella sobre la marcha. Las princesas se mezclaban con las brujas y los valerosos caballeros con los hechiceros más malvados.
—¿De dónde saca todo eso? —dijo Aaron bastante alucinado.
—No lo sé —contestó Hannah.
—Parece que le hubieran dado cuerda.
—No me gusta, Aaron —dijo Hannah empezando a preocuparse —. No parece ella misma.
—¿Qué quieres decir? Me estas asustando, Hannah.
—Yo sí que lo estoy. Anoche, en el cuarto de Anissa note una presencia. Algo malo, Aaron. Algo dañino.
—¿Era Eris, otra vez?
—No estoy segura. Llevo ya varios días sin sentirla, pero con ella nunca sentí nada parecido. Lo único que sé es que hay algo anormal en todo esto...¡Estoy asustada!
Su marido la abrazó, mientras Anissa les miraba fijamente.
—¿Te pasa algo mami?
—No cariño, no me pasa nada. ¿Tú estás bien?
—Sí, algo cansada. ¿Puedo subir a mi cuarto a acostarme?
—¡Claro, mi vida! Ve a lavarte los dientes y nosotros subiremos a arroparte.
—¿Me contaréis un cuento?
—¿El de la bella durmiente? —Preguntó Hannah.
—No, ese no. Me gustaría oír el de Alicia.
—Vale, iré a buscar el cuento y luego papá te lo leerá ¿te parece bien?
—Quiero que me lo leas tú.
—De acuerdo, anda ve.
Anissa entró en el cuarto de baño mientras Hannah buscaba el libro que le había pedido su hija. Una edición para niños del clásico de Lewis Carroll, llena de dibujos de la película de Disney.
Cuando la niña terminó de lavarse los dientes, Hannah la acompañó a su habitación. Aaron también subió con ellas.
Hannah ayudó a su hija a ponerse el pijama y luego la acostó. Se sentó a los pies de la cama y abrió el libro por la primera página:
"Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía ni dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia..."
¿Por qué yo no tengo el mismo color de pelo que Alicia? —Preguntó la niña mientras miraba la portada del libro.

—Porque tú eres igual que mamá —le dijo su padre —. Tienes el pelo azabache que es igual de bonito.

Zabache, ¿qué es zabache?
—Azabache es negro, mi amor —le contestó Hannah, besándola en la frente—.  Además tu eres mucho más bonita que Alicia y más divertida.
—¿Sí?
—¡Claro que sí! Y cantas y bailas muy bien.
Anissa sonrió.
—Es verdad, en el cole dicen que canto muy bien.
—¿A que sí?
—Sí, estamos preparando una fiesta para Navidad y yo tengo que cantar una canción. La profe dijo que yo era la que mejor cantaba de todos.
—¿Y habrá chuches?
— Sí, de todo y beberemos refrescos y comeremos mazapán.
—¡Que bien! Ya falta muy poco para que sea Navidad y venga Santa Claus.
—¿Podrá venir?
—¿Por que no iba a poder? Eres una niña muy buena y te has portado muy bien.
—No sé si la señora de negro le dejará entrar.
—¿Quién es esa señora de negro? Anissa —Preguntó Aaron.
—No lo sé, papi, pero es vieja y fea y huele raro.
—¿Huele raro? ¿A qué huele?
—Huele a tierra sucia —Anissa torció su naricilla.
Aaron miró a su esposa y ella asintió con la cabeza.
—No te preocupes, Anissa. Santa Claus hablará con ella y le dirá que se marche. Él hace magia, ¿lo sabías?
— ¿Es un mago bueno, como Merlín?
—Sí, es un mago bueno y además le gustan mucho los niños. El no dejará que esa señora te haga nada malo.
—A mí no me da miedo, mami. Lo que me asusta es que os haga daño a vosotros.

 Lo que me asusta es que os haga daño a vosotros

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora