Como había dicho Jason, su amigo hizo lo imposible por contactar con Hannah y lo hizo de tal forma, que nadie se enteró.
Esa noche, en su cuarto, pasadas las tres de la madrugada, sonó un ligero golpecito en la puerta de su habitación.
Hannah esperaba despierta, aunque en realidad acababa de despertarse como cada noche a la misma hora.
La joven se acercó hasta la puerta y la abrió muy despacio, evitando así que sonara y pudiera atraer la atención de alguna enfermera.
—¿Puedo pasar? —Preguntó una voz ronca, casi un susurro, desde la más completa oscuridad. Hannah tuvo un rápido pensamiento, preguntándose, qué estaba haciendo abriendo la puerta a un completo desconocido, amigo de Jason para más señas y en mitad de la noche; pero abrió de todas formas.
El desconocido entró en la habitación. Estaba oscuro, Hannah no había encendido ninguna luz y ahora agradeció no haberlo hecho. A pesar de la falta de luz, en la penumbra, la joven pudo intuir el rostro de su interlocutor y eso le produjo un escalofrío.
No es que el rostro del amigo de Jason estuviera desfigurado, sino que parecía haber escapado de un horno crematorio. Las cicatrices eran profundas, no tenía apenas cabello, solo unos cuantos mechones ralos aquí y allá y sus ojos no tenían parpados, por lo que su mirada, fija en ella, era aterradora.
Hannah se obligó a dejar de mirarlo, pero un sentimiento de profunda tristeza le embargo. Aquella persona había sufrido lo indecible y aún seguía sufriendo. Se imaginó los desgarradores dolores que debió de haber pasado cuando tuvo el accidente que le desfiguró el rostro y sobre todo, el rechazo de la sociedad. La gente era así, maravillosamente deshumanizada, cruel y cretina y eso Hannah lo sabía de primera mano debido a su enfermedad. Era como llevar un estigma que nunca podrías borrar, una marca de apestado que te marginaba de por vida. Y a pesar de que a ella no se le notaba físicamente, también lo había sufrido. No quería ni imaginar estar en el pellejo de aquella persona.
Hannah se echó a un lado dejando que el hombre entrara en su cuarto apoyándose en sus muletas. Esas eran las causantes de los ruidos que oyó la pasada noche. Él echó un rápido vistazo a la habitación y su mirada se posó en los papeles y cartas que había sobre la cama.
—¿Encontró algo interesante? —Preguntó con una cínica sonrisa en sus ennegrecidos labios.
—Puede ser —contestó ella—. Pero ahora mismo tengo más preguntas que respuestas.
—Quizás yo pueda remediar eso.
—¿Era usted amigo de Jason? En la carta decía...
—Sí, eramos buenos amigos. Fue mi psicólogo tras el accidente, me ayudó a sobrellevar esto...ya sabe.
—Lo entiendo, no tuvo que ser fácil...
—¿Sabe? Es usted tal y como Jason dijo que era.
—¿Sí? ¿Y qué dijo de mí?
—Muchas cosas.
Hannah arrugó su nariz. Jason había sido un asesino y un demente, pero siempre sintió algo muy intenso por ella.
—Todas excelentes —aseguró el joven —, siempre hablaba de usted como de alguien muy especial.
—No soy especial —desmintió Hannah —. Mire dónde he acabado.
—Me llamo, Jack —dijo, esbozando una sonrisa —. Jack Sonder.
—Es un placer conocerle, Jack, soy Hannah —ella le tendió la mano.
Jack asintió con la cabeza mientras estrechaba la mano de la joven. Se sentía a gusto junto a ella. No le miraba con aquella falsa condescendencia a la que estaba acostumbrado, era sincera y eso era muy de agradecer.
Ambos se quedaron en silencio. Hannah no sabía por donde empezar, tenía tantas preguntas que le era imposible comenzar por una de ellas. Jack aguardaba en silencio, deseando poder ser de utilidad a la joven.
—Según el diario del doctor Patterson, —dijo Hannah por fin —, hay unas filmaciones que me hicieron cuando era una niña...
—Sé a qué se refiere. Unas grabaciones hechas en el hospital Saint Joseph, ¿verdad?
—Efectivamente.
—Esas cintas de vídeo las tenía Jason en el momento de su muerte, guardadas en una caja fuerte en su casa. Ahora las tiene la policía.
—¿La policía?
—Sí, tras el incendio, todo lo que no fue destruido por las llamas, se lo llevó la policía. Seguramente estarán olvidadas en algún almacén, cogiendo polvo.
—Sería muy importante para mí hacerme con ellas. Son una prueba irrefutable de que lo que me ocurrió fue real.
—¿Sus amigos no la creen?
—¿Como sabe usted...?
—Espero que me disculpe — dijo Jack —, pero era de vital importancia saber cuales eran sus pasos antes de contactar con usted. He estado siguiéndola desde hace unos meses, desde que la localicé aquí en New Jersey. Creo que podría ayudarle a recuperarlas.
—¿Podría? Se lo agradecería mucho.
—Claro que usted también tendría que hacer algo por mí.
Ella le miró ceñuda.
—No se preocupe, no pienso pedirle que se acueste conmigo. No, no es eso. En realidad podría decirse que no forma parte del sexo que me atrae. Aunque en realidad soy yo, ahora, el que no atrae a nadie ¿No sé si me entiende? Mi propuesta es otra, sé que es amiga del profesor Mansfield y su universidad es pionera en cierta clase de trasplantes. Dicho de otra manera, si contara con la recomendación del profesor, quizás tendría alguna oportunidad en cuanto hubiera un donante. No se hace usted una idea de lo desesperantes que son las listas de espera.
—Veré lo que puedo hacer — afirmó Hannah —. Aunque no puedo prometerle nada. No hace mucho que conozco a Howard y ni siquiera sé si le caigo bien. Lo primero que hizo fue encerrarme aquí.
—Lo comprendo. Ahora si tiene alguna pregunta más que hacerme...
—Sólo una: ¿Sabía Jason, la verdadera causa por la que fui internada en un psiquiátrico cuando solo tenía siete años?
—¿No lo recuerda usted?
—No, no recuerdo casi nada.
Jack la miró fijamente antes de responder, luego dijo muy lentamente:
—Fue por el asesinato que usted cometió...
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Hannah. El despertar. (Terminada)
ParanormalAl fin Hannah puede llevar una vida normal, o eso cree ella, hasta que vuelven a comenzar las pesadillas que le atormentaban desde que era niña. Eris quiere volver y esta vez utilizará todo su poder para lograr encarnarse en un cuerpo físico, libre...