29. La cena

174 41 5
                                    

Cuando terminaron de colgar las cintas y decorar toda la casa, Hannah les dijo a las niñas que pusieran la mesa, mientras ella traía la cena. Aaron se prestó a ayudarlas colocando el mantel con motivos navideños. Anissa trajo los cubiertos e Iris se encargó de llevar las copas.
Hannah llegó con un delicioso plato de estofado aún humeante y lo repartió en los cuatro platos, mientras Aaron se encargaba de abrir una botella de vino tinto.
—¿Te gusta el estofado, Iris? —Le preguntó, Aaron.
—No lo sé, nunca lo he probado, pero huele muy bien.
—¿Nunca has probado el estofado? —Preguntó él extrañado.
—Mamá no es de las que pasa horas en la cocina. En casa casi todo lo que comemos es precocinado —contestó la jovencita con desenvoltura.
—Pues, tu prima, Hannah es una estupenda cocinera. Seguro que echaras de menos sus comidas cuando vuelvas a casa.
—Eso si vuelvo —masculló, Iris entre dientes para que Aaron no la escuchara.
—¿Cómo dices? —le preguntó.
—Digo que seguro que sí, que lo echaré de menos y eso que aún no lo he probado todo.
—Aaron sirvió el vino en dos de las copas, una para su mujer y una para él. Las copas de las niñas las llenó de agua.
—¿Podría probar un sorbito de vino? Me gustaría saber a qué sabe —dijo Iris, la inocencia personificada.
Hannah le tendió la copa e Iris se humedeció los labios. Su rostro se arrugó en un gesto de desagrado.
—¡Puaj! —dijo —.  Pensaba que tendría otro sabor...
Aaron sonrió y Hannah volvió a coger la copa de vino.
—Esto no es para niños —dijo mirando a Iris con una sonrisa perversa—.  Sí quieres puedo traerte zumo de naranja o un batido...
—No gracias —contestó la jovencita, dolida —,  con el agua tengo bastante, prima Hannah.
Si las palabras fueran cristales, Hannah estaría llena de cortes.
Aaron arqueó la cejas sorprendido por la extraña escena.
—No me mires así, Aaron. No soporto que los niños beban alcohol. Estoy segura de que si prohibieran las bebidas alcohólicas, el mundo marcharía mejor.
—Durante la ley seca se prohibió y todo fue bastante peor —apostilló, Aaron.
—Eran otros tiempos —señaló, Hannah.
Iris probó el estofado y su rostro se iluminó con una resplandeciente sonrisa.
—¡Esto si que esta bueno! —Masculló, con la boca llena —. ¡Riquísimo!
—Te lo dije —apuntó él.
—Tenías razón, primo Aaron.
—Llámame Aaron.
—Esta bien...Aaron.
Hannah la miró intrigada. ¿A qué estaba jugando, Eris? ¿Qué se traía entre manos?
—¿Quieres repetir? —le dijo al comprobar que se había terminado su plato.
—¡Uff! No, gracias —respondió Iris, dando un masaje a su estomago —Sí empiezo a comer así, acabare gorda y no entraré en este preciso vestido...¿Sabes, Aaron. Hannah me lo compró esta tarde?
—Es un vestido precioso —dijo él con sinceridad.
—Me queda muy bien, ¿verdad?
Hannah se levantó de golpe y cogió a Iris por el brazo.
—Acompáñame, Iris. Vamos a traer el postre —La arrastró literalmente hasta la cocina y una vez allí la acorralo contra la pared.
—¿Qué es lo que pretendes, pequeña arpía? —Le preguntó en voz baja para que no pudieran escuchar su conversación.
—¿Yooo? ¡Nada! —Se defendió —Sólo pretendo ser amable.
—Pues deja de ser tan amable con mi marido o te arrancare los ojos...
—¿Estas celosa, Hannah? ¿De una cría?
—No me vengas con esas. Tu sabes a lo que me refiero. Me estas recordando a esa perra salida de Arianne. Deja de una vez ese jueguecito.
—¿Tienes miedo de que Aaron me encuentre más atractiva que a ti?
Hannah no pudo evitarlo y le dio una bofetada.
—Él nunca se fijaría en una cría, no es un pervertido como tú.
Eris se frotaba la mejilla enrojecida. Sus ojos estaban húmedos aunque Hannah no sabía si era de dolor o de ira.
—Lo siento, Hannah. Es...es mi naturaleza. Siempre he sido así con los hombres. No volverá a ocurrir. Te lo prometo.
Esta vez era sincera de verdad. Hannah se dio cuenta de ello y la atrajo hacía sí, abrazándola.
—Yo también lo siento, Eris. No debí pegarte. No sé qué me paso.
—Me he portado muy mal. No merezco estar con vosotros en esta casa...Debería marcharme.
Hannah la abrazó aún mas fuerte y la besó en la mejilla dolorida.
—Eso nunca va a pasar, Eris. Yo...yo te necesito...
—¿Me necesitas? —Preguntó la niña asombrada.
—Siempre te he necesitado, aunque no quería reconocerlo. Nunca me sentí sola cuando tu estabas en mi interior. Me sentía acompañada y feliz de haber sido elegida por ti.
—Nunca me lo dijiste. Ni siquiera lo sospeché...
—Es la verdad —reconoció, Hannah.
—¿Quieres que me quede contigo, con vosotros...?
—Nada me haría más feliz, Eris. Ahora regresemos a la mesa, sino Aaron sospechará que algo ocurre.
Volvieron con el postre y Aaron las miró intrigado. Notó los ojos rojos de su mujer y también los de Iris, pero no hizo ningún comentario.
—Prueba este delicioso bizcocho, Iris —dijo Hannah, pasándole a la jovencita un plato con un pedazo.
Aaron se dio cuenta de que Iris permanecía en silencio repentinamente. Supo que algo había ocurrido en la cocina, pero esperaría a que Hannah se lo contara. Él también se había dado cuenta del extraño comportamiento de la jovencita unos minutos antes. Los adolescentes eran imprevisibles y es que era tan duro enfrentarse al mundo con las hormonas como un hormiguero después de una tormenta, completamente revolucionadas.
—¿Qué os parece si pongo una película? —Propuso, Aaron, para intentar levantar los ánimos.
—Me parece una buena idea —contestó,  Hannah —¿Por qué no la eliges tú, Iris?
—¡Una peli! —Exclamó alegre otra vez —ven, Anissa. La elegiremos entre las dos.
Las niñas fueron hasta el mueble donde guardaban todos los DVDs y se pusieron a repasar los títulos.
—¡Uy! —Gritó Iris — ¡El exorcista! ¡Qué miedo! —Lo dijo con un tono de voz que hizo que Hannah se volviera a mirarla. La chiquilla la guiño un ojo cómplice. Hannah no tuvo más remedio que sonreír.
—Esa es de miedo, papá y mamá no me dejan verla —dijo Anissa.
—Buscaremos otra —respondió la jovencita —.  Creo que ya ha habido demasiado miedo en esta casa. Es hora de que entre algo de luz.
Aaron miro a su mujer asombrado. Ella movió la cabeza asintiendo.
—Ya te lo contaré más tarde —le dijo.
—¡Esta es ideal! —volvió a gritar Iris —¡Mary Poppins! ¡Perfecta!
—Sí —sonrió, Anissa, dando saltos de alegría —Es una película muy bonita.
—Cantaremos juntas las canciones, ¿verdad, Anissa?
—¡Sííí...!
Iris introdujo el DVD en el vídeo que había bajo el televisor y se sentó en el suelo frente a él con las piernas cruzadas. Anissa se acomodó junto a ella.
Hannah las miró y sonrió encantada. Parecían dos hermanas, la una junto a la otra y con las manos entrelazadas. A lo mejor podía funcionar. Pensó.

 Pensó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora