37. Juego de sentimientos

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Hannah se sentía mal. Enfadarse con Eris no le gustó nada y ademas podía llegar a ser muy peligroso. Eris en el fondo seguía siendo una niña que no había madurado. Sus rabietas y pataletas se lo confirmaban, por eso podía llegar a ser impredecible.
Por la mañana, cuando bajó a desayunar, Hannah comprobó con asombro que Eris ya había preparado el café, las tostadas y el zumo de naranja para todos. Al verla aparecer, la jovencita la miró con cara de no haber roto un plato en su vida.
—Hannah —dijo en voz baja, sin mirarle a los ojos —, llevas razón. Siento mi comportamiento de anoche, me gustaría que me perdonases.
Hannah no dijo nada, tan solo se acercó hasta ella y la abrazó.
—Yo también quiero que me perdones, no soy tu madre y no tengo ningún derecho...
—Sí que lo tienes —le interrumpió, Eris —, me has acogido en tu casa cuando no tenías ninguna obligación, me has dado tu cariño, aún sabiendo lo que soy o mejor dicho, lo que no soy, me has dado una familia, que era lo que yo siempre había soñado...He sido una ingrata, tienes todo el derecho del mundo a decirme lo que quieras.
Hannah la besó en la frente, era la primera vez que lo hacía y le pareció maravilloso.
Eris por su parte se había quedado con la boca abierta, nunca en su vidas, nadie, la había besado de esa forma, con cariño.
—¿Me...me has besado? —dijo con un hilo de voz y los ojos anegados de lágrimas.
—¿He hecho mal? —Preguntó la joven un poco asustada. No sabía como iba a reaccionar.
—No, no...todo lo contrario. Es la primera vez que alguien me...No, no está mal...
—Eres alguien muy especial, Eris. No sé lo que pudo haberte sucedido en el pasado, pero me gustaría poder arreglarlo. Siento que hay algo en ti que has mantenido oculto durante mucho tiempo, algo que escondías por miedo a que pudieran herirte, pero ahora puedes dejarlo salir, nosotros no vamos a hacerte ningún daño.
—Lo sé, Hannah. No sé qué decir.
—No digas nada, Eris, ahora siéntate a desayunar, Aaron y Anissa no tardarán en bajar. Por cierto, por ahora no quiero que Aaron se entere de nada, quizás más adelante tenga que contárselo todo.
—Está bien —dijo la jovencita muy dócil —.  ¿Has pensado lo que vas a hacer referente a quien tú y yo sabemos?
—Aún no, pero tú lo dijiste anoche. El vendrá aquí ¿no?
—Sí, estoy segura de ello.
—Pues, cuando lo haga, tú y yo, estaremos preparadas para recibirlo.
Eris sonrió y Hannah pensó que no le gustaría volver a verla sonreír de esa forma.
—No te preocupes, Hannah. —dijo Eris —. Tu eres la que manda.
Sabía que no iba a ser sencillo, pero en el fondo, Hannah pensaba que lograría encontrar una forma de tratar con Jason sin necesidad de que hubiera derramamiento de sangre, aunque no estaba segura del todo.
Aaron bajó un rato más tarde a desayunar y traía a Anissa sobre su espalda.
—¡Mirad lo que he encontrado por el camino! —Dijo trotando como un caballo —. ¡La perezosa dormilona ya se ha despertado!
Anissa se bajó de la espalda de su padre y se abrazó a Eris.
—¡Iris! —Chilló la niña —¡Tenía miedo de que no estuvieras?
—¿Por qué lo dices, pequeñaja?
—Soñé que tenías que irte y estaba muy triste.
—No voy a ir a ninguna parte, hermanita —Iris miró a Hannah y esta sonrió y asintió con la cabeza.
—¿Podríamos ir al lago, a patinar? —Propuso Aaron. Él había cogido una semana de vacaciones en el trabajo para pasar la fiestas de Navidad en compañía de su familia y Anissa también estaba de vacaciones,  por lo que tenían el día libre para hacer lo que quisieran.
—¡Sí, papi! —Chilló Anissa emocionada.
—¿Tú has patinado alguna vez, Iris? —Le preguntó, Aaron.
—No, nunca —contestó la jovencita.
—Entonces te enseñaremos.
—Me parece una buena idea —dijo Hannah. Así dejaría por un rato de pensar en la horrible fotografía que Jason le había dejado y despejaría su mente —. Ahora todos a desayunar, por cierto, ha sido Iris la que ha preparado el desayuno. Dadle las gracias.
—Gracias —dijeron a un tiempo tanto el padre como la niña.
Eris sonrió.

○○○

Llegaron al lago cerca del mediodía. El paisaje era fantástico, todo cubierto de nieve y el lago completamente congelado y reluciente como un espejo empañado. Hacía bastante frío al bajar del coche donde la calefacción funcionaba a tope, pero en cuestión de minutos se acostumbraron.
—Seguidme —dijo Aaron —,  vamos a encargar los patines.
Todos le siguieron hasta una caseta de madera decorada con motivos navideños, donde un empleado se ocupaba de suministrar los patines.
—¿Qué pie calzas? —Le dijo el joven empleado a Iris cuando le tocó el turno.
Ella se quedó un momento pensativa porque en realidad no tenía ni idea del numero de su calzado. 
—cuatro y medio —dijo Hannah adelantándose.
El jovencito, que apenas tendría trece años sacó unos patines de uno de los cajones que había en un mueble de madera y procedió a desabrochar los zapatos de Iris colocando el pie de la chica sobre sus rodillas. Ella notó su mirada y la forma en la que él le cogía el pie y sonrió.
—¿Cómo te llamas? —Le preguntó el chico con absoluta falta de vergüenza.
—Iris —contestó la jovencita con timidez.
—¿Iris? ¡Es un nombre precioso! ¿Te gusta patinar?
—Es la primera vez que vengo.
—¿Nunca has patinado?
Ella negó con la cabeza.
—¿Quieres que te enseñe? —Antes de que ella pudiera contestar, el chico siguió hablando —. Me llamo Thomas y trabajo aquí, bueno en realidad el negocio es de mi padre, yo sólo le ayudo en vacaciones, pero mi padre siempre dice que hay que atender bien a los clientes.
—Me gustaría mucho que me enseñaras, Thomas —dijo Iris mirando a los demás —,  pero mi papá ha prometido enseñarme...
—No pasa nada, Iris —dijo Aaron, sorprendido al escuchar como le había llamado—, si este chico tan atento quiere enseñarte, por mí no hay problema.
—Ya ves —dijo Thomas —,  ya no tienes escusas. Le diré a mi padre que voy a tomarme un rato de descanso y estaré contigo enseguida.
El jovencito salió corriendo en dirección contraria al lago y a punto estuvo de tropezar con una de las vallas de protección en su precipitada carrera.
—¡Creo que le has gustado! —Dijo Aaron.
—No te preocupes —contestó Iris sonriendo —. Sabré comportarme.
Hannah, Aaron y Anissa, que ya tenían puestos sus patines, entraron en la pista y con la niña entre sus padres, se alejaron patinando.
—No vemos ahora —dijo Hannah —,  cuando llegue tu príncipe azul.
Iris vio llegar en ese momento a Thomas que traía unos patines en sus manos. Rápidamente se los puso y cogió de la mano a la jovencita.
—Todo es cuestión de mantener el equilibrio —le dijo el chico mientras cogía las manos de Iris y las ponía sobre sus hombros —,  tu fíjate en cómo lo hago y en un momento aprenderás. ¿Cuántos años tienes?
Iris se fijó en el movimiento de las piernas de Thomas y le imitó.
—Cumpliré los doce en septiembre del próximo año.
—¡Aprendes rápido! No eres de aquí, ¿verdad?
—Estaba estudiando en un colegio interna, en Inglaterra —inventó, Iris —, pero ahora ya no voy a volver. Después de las navidades iré al colegio aquí.
—¿A qué colegio iras?
—Al Saint Denis.
—¡Qué casualidad! Ese es el colegio al que yo voy. Por lo que parece seremos compañeros.
—¿Cuántos años tienes tú, Thomas?
—Cumplí los doce hace unos días, el trece de diciembre. ¿Sabes? Me gustaría ser amigo tuyo.
—Estaría bien —Iris sonrió y pensó en lo que le había dicho Hannah hacía unos días sobre ligar. Por lo visto ella ya había ligado.
Habían llegado junto a Hannah, su marido y su hija, mientras se deslizaban por el hielo.
—¡Hola, Iris! —Saludó Anissa agitando su manita.
Iris se volvió para mirar cuando perdió el equilibrio y cayó al frío suelo, arrastrando a Thomas en su caída.
Se levantaron a un tiempo, apoyándose el uno en el otro, hasta quedar abrazados. Sus cabezas estaban muy juntas y se miraron a los ojos durante un instante.
—¿Sabes que estoy loco por ti? —dijo el chico muy serio, para a continuación rozar brevemente sus labios con los suyos.
Eris le empujó con todas sus fuerzas y el chico salió despedido deslizándose por el hielo varios metros hasta golpearse con una de las barreras de protección.
La jovencita estaba rabiosa. Miró a Hannah y luego salió, deslizándose por el hielo y tratando de mantener el equilibrio, hasta la salida.

 Miró a Hannah y luego salió, deslizándose por el hielo y tratando de mantener el equilibrio, hasta la salida

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora