26. Distinta a los demás

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—Acompáñame a buscar a Anissa al colegio —Hannah se lo propuso con una sonrisa.
—¿De verdad? ¿Quieres que yo te acompañe a...a ti...?
—Sí, ¿por qué no? Eres parte de la familia, ahora. Además creo que será beneficioso para ti escuchar las risas de los niños y verles jugar y ser felices.
—¿Risas, juegos, felicidad? No creo que yo... —Eris movía la cabeza de un lado al otro.
—Sí, eso mismo. Es lo que ahora necesitas, Iris.
—¡Vale! Te acompañaré —la jovencita esbozó una gran sonrisa —.  Será divertido.
—¡Bien! —Hannah también estaba feliz. Le parecía maravilloso que Eris estuviera dispuesta a cambiar —Iré a cambiarme y luego saldremos juntas, como hermanas...
—Yo no he traído más ropa que esta —dijo Iris mirando su vestido blanco, bastante ajado y pasado de moda. Era un vestido como el que habrían llevado las niñas a principios del pasado siglo.
—¿Dónde lo conseguiste? — Le preguntó Hannah y puestos a preguntar, ¿dónde había conseguído también el cuerpo que llevaba puesto?
—Es mío. Lo tengo desde hace muchísimo tiempo. Está un poco viejo ¿verdad?
—Hay muchas cosas que no entiendo, Iris. No sé de dónde has salido. ¿Cómo es posible que tengas un cuerpo físico? ¿Cómo apareciste en casa así de repente? ¿Por qué pareces una niña de once años?
—Te contestaría a todas esas preguntas, Hannah. Pero aparte de que no ibas a comprenderme, como ya te dije. A lo mejor tampoco te gustaría lo que te explicara.
—¿Ese cuerpo era de una niña de verdad? ¿La mataste para quedarte con él?
Hannah estaba temiendo que contestara afirmativamente a ambas preguntas.
—Siempre has sido muy curiosa, Hannah y eso te hacía muy difícil de controlar. Las personas conformistas son más fáciles de poseer...
—No has contestado a mis preguntas.
—Lo sé. Sí a la primera pregunta; por supuesto que no a la segunda. No soy una ladrona de cuerpos. Este estaba disponible. Esa niña murió de una enfermedad, cancer, creo. Una verdadera lastima, tan joven y eso.
Ya te he explicado que yo no tengo un cuerpo físico, por eso mismo tuve que usar uno que fuese, ¿cómo decirlo?...desechado.
Hannah estudió su rostro, pero Eris parecía ser sincera, todo lo sincera que podía llegar a ser.
—No te estoy mintiendo —protestó —. Mi naturaleza me permite ocupar el cuerpo de otras personas. Si el cuerpo está vacío como este, entonces no hay problema. Si ya está ocupado como era en tu caso o en el de Anissa, el dueño de ese cuerpo puede pelear por él. Tú lo hiciste y yo nunca pude dominarte por completo.
—Dicho así suena a película de terror: invasión o alíen...
—Me quedo con: la invasión de los ultra-cuerpos. Me va el cine clásico. ¡Esas vainas!... eso si que era terrorífico y no las pelis de ahora...
—No cambies de conversación. Eres toda una experta en hacer que me olvide de lo que estaba hablando.
Iris se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Quiero saber toda la verdad, Iris. La confianza es el primer paso de una amistad.
—¿Toda, toda?
Hannah asintió con la cabeza.
—Toda...
—Va a ser complicado. Pero veré lo que puedo hacer. Antes de nada quiero decirte, que si yo hago esto, tú deberás hacer algo por mi ¿de acuerdo?
Hannah dijo que sí.
—Toda la verdad...—dijo Iris pensativa —No sé por dónde empezar.
—Empieza por tu verdadero nombre. Sería un buen comienzo.
—Ya lo conoces. Nadie me puso un nombre, porque nadie me creo, que yo sepa, ni tampoco nací como vosotros los mortales. El nombre lo elegí yo. Eris me pareció chulo. Así que ese es mi verdadero nombre.
—No fue eso lo que me dijiste cuando estaba bajo hipnosis. Dijiste que tu nombre te daba poder y que por eso no podías revelarlo.
—En ese momento dije lo que querían escuchar. El padre McGray está obsesionado con el demonio y me comporté tal y como el quería que fuese: un demonio.
—Siempre has jugado con todos nosotros, ¿no? —Preguntó Hannah.
—Me he divertido un montón, si te refieres a eso. ¿Quieres saber algo más?
—Sí. ¿Por qué me elegiste a mí? Has dicho que había otros, ¿por qué yo?
—Eso ya te lo contesté antes. Eres muy especial. No todas las personas son iguales y tampoco tiene que ver con la predisposición genética, es algo más...profundo. La raza humana no es sólo una raza y no me estoy refiriendo a las diferencias de pigmentación ni a los rasgos morfológicos. Eso en realidad no tiene importancia, aunque vosotros creáis que sí. Por ejemplo: Una persona de piel oscura es exactamente igual a una que tenga la piel pálida como la tuya. No existe la diferencia a nivel espiritual. Sois hermanos. Sufrís igual, sentís dolor, alegría y júbilo de la misma forma. Lloráis, reís, amáis e incluso odiáis de la misma manera. Pero existe otra raza. Una que no siente igual, ni piensa igual y tampoco se comporta de la misma manera. Son seres especiales, diferentes. Sus mentes no funcionan en la misma frecuencia que las de los demás. Ven e intuyen cosas que aun están por suceder. La mayoría de las veces pasan inadvertidos o se convierten en el blanco de los que son diferentes a ellos. De niños suelen ser retraídos, tímidos y casi siempre malos estudiantes, porque ellos están por encima de las enseñanzas ordinarias. Ven las cosas y los sucesos con una claridad asombrosa. Son miedosos e inseguros porque se sienten distintos y no saben lo que les sucede. La mayoría de las veces no descubren sus asombrosas capacidades. Otros se convertirán en pintores, músicos y escritores de talento. Con esto no quiero decir que todos los artistas pertenezcan a esa maravillosa raza espiritual. Pero sin duda, contemplando sus obras descubrirás quienes lo fueron. Tú, Hannah, perteneces a esa raza, aunque tampoco pueda llamársela así, porque no es una raza sino una condición.
—¿Yo? —Hannah no salía de su asombro. Siempre se había sentido distinta. Distinta incluso a sus hermanos y a sus padres. A veces pensaba que era un bicho raro, que el problema radicaba en ella. En muchas, muchísimas ocasiones prefería la compañía de un libro a la de sus amigos, o el silencio al bullicio. Los niños del colegio sospecharon desde el principio que no era como ellos, convirtiéndola en el blanco de sus burlas y más tarde en objeto de su indiferencia y desdén. Pero a ella nunca llegó a importarle, porque era como si no pudiera establecer comunicación con ellos. Lo achacó a un problema psicológico. Ella era diferente al resto, por lo tanto estaba loca. Los médicos se lo confirmaron. Sus mentes estrechas no podían ver más allá de lo ya establecido. Y ella lo acepto. Ahora Eris le ofrecía una explicación mejor. El problema no era suyo, sino de los demás.
—Sí, Hannah, eres más especial de lo que siempre has creído.

—Sí, Hannah, eres más especial de lo que siempre has creído

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora